Un Gobierno roto
«No es sensato que la oposición también esté dentro del mismo Gobierno. Y menos cuando Europa está en alerta por un enemigo exterior impredecible y peligroso»

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, junto a la vicepresidenta segunda, Yolanda Díaz.
La regla general de los gobiernos de coalición es que duran dos años. A mitad de mandato cada parte está pensando más en sacar ventaja particular que en las responsabilidades propias del cargo. A esto se sacrifica la lealtad al socio, si es que fue sincera, y la estabilidad del Gobierno y de las instituciones. Esto es lo que está ocurriendo en el Ejecutivo que forman el PSOE y Sumar, que ya no es de coalición y nunca fue de progreso. De una parte, la sanchista, solo hay debilidad, y de la otra, la sumarísima, miedo a las encuestas.
Yolanda Díaz ha abierto tres frentes en el Consejo de Ministros. El primero contra el ministro de Economía, Carlos Cuerpo, al que insultó. El segundo a Marichús Montero, a la que niega la tributación del salario mínimo. Pero la tercera es la peor: la oposición a la política obligatoria de rearme a la que se ha comprometido Pedro Sánchez en Europa. Fíjese que es el mismo problema que tiene Meloni en Italia, maniatada en esta cuestión por su socio de gobierno, la putinesca Liga de Salvini.
La decisión de Sumar es electoral. Las encuestas no salen. No olvidemos que es gente sin oficio ni beneficio que se puede quedar en la calle. El grupo de Yolanda Díaz compite con el PSOE, que ha absorbido su espacio político, y con Podemos, que tiene una posición más cómoda para la oposición demagógica, esa que tanto gusta a la izquierda. Gobernar con sentido común, acogiéndose a la realidad, a los números y a los acuerdos internacionales, siempre ha sido un lastre para el izquierdismo, y ahora se nota en Sumar. De ahí la sobreactuación y los derrapes de Yolanda Díaz.
A estas alturas se contentan con tener grupo propio en el Congreso. Entre septiembre de 2024 y marzo de 2025 han perdido casi la mitad de los votos. No llegan al 6%. El descenso es el típico de las formaciones políticas que van a desaparecer o se convierten en testimoniales. La única manera de recuperar ese espacio es con el viejo discurso de la izquierda pretendidamente pacifista.
Pero no se engañen. Es una farsa. Nuestra extrema izquierda, Sumar lo es, no está en contra de la violencia o el militarismo, no quiere convertir los tanques en tractores para arar el campo, ni meter un clavel en cada fusil al son de un fado. La gente de Yolanda Díaz, siguiendo la tradición socialista y comunista, solo condena la violencia que provenga del enemigo ideológico, pero nunca del amigo. Tiene un doble rasero para valorar el terrorismo, la represión dictatorial y la guerra en función de quién la haga.
«En su hipocresía, piden que España salga de la OTAN, pero no que Rusia salga de Ucrania»
Estos izquierdistas, y aquí añado a Podemos, aplauden el uso de las armas para expulsar a los israelíes de su territorio. No en vano, Yolanda Díaz hizo un vídeo diciendo «desde el río hasta el mar», y las mellizas de El Resplandor podemita se licuan con Hamás. Todos estos expresaron que estaba legitimada la invasión rusa del Donbás, región ucraniana, porque había «nazis», y ahora quieren que se cedan los territorios a Putin a cambio de la paz. En su hipocresía, EEUU es un país imperialista, pero la URSS resucitada del tirano ruso, no, por eso piden que España salga de la OTAN, pero no que Rusia salga de Ucrania.
Así ha sido siempre. En la década de 1960 llevaban la insignia pacifista a la vez que se alegraban de las victorias de Vietnam, las masacres en Cuba o en China, y tantas otras. Lo mismo disfrutan y justifican la sangría de la Revolución Francesa o de la bolchevique de 1917. O se dicen herederos de los milicianos de la retaguardia de la Guerra Civil que hacían sacas y montaban checas. O argumentan que la banda ETA, el FRAP y el GRAPO tenían razón cuando mataban durante el franquismo. O callan ante la violencia sobre las mujeres en Afganistán, Irán y otros países islamistas.
A ese tipo de votante está apelando Sumar. Hace unos días los diputados de Sumar votaron en el Congreso contra el aumento del gasto en defensa y a favor de salir de la OTAN. No les vale que Sánchez haya cambiado la palabra «rearme» por «seguridad» porque el objetivo no es defender a Europa, sino hacer electoralismo. Del mismo modo, Bustinduy, ministro de Sumar, dicen que de «Consumo», exige que el gasto militar pase por el Congreso. No lo dice para que sea más democrático ni por responsabilidad, sino para dañar a Sánchez. Sabe que el socialista no quiere que se vea que en esta cuestión solo tiene el apoyo de «la derecha y la ultraderecha». Puro y triste cálculo electoral.
A estas alturas, y si fuera un Ejecutivo normal, los ministros contestatarios estarían cesados. No es sensato ni responsable que la oposición a un Gobierno también esté públicamente dentro del mismo Gobierno. Y menos cuando Europa está en alerta por un enemigo exterior impredecible y peligroso.