¿Hemos perdido el juicio?
«La defensa del sentido común tiene que ser el arma dialéctica más fuerte y eficaz frente al sanchismo que nos gobierna»

Una pintada con el lema 'Okupas fuera'. | Europa Press
Tres historias. La primera: un chico, o chica, de 15 años se escapa de casa de sus padres, por ejemplo, en Zamora y, al cabo de unos días, llega a Albacete. Allí va al Ayuntamiento de esa ciudad y dice que es un menor, que no va acompañado y que necesita que se ocupen de él en todos los aspectos: ropa, alimentación, albergue, educación e incluso que le den una documentación en la que conste que es eso, un menor no acompañado y que como tal, necesita ser tratado con benevolencia y cariño porque no tiene quien le quiera allí en Albacete.
¿Qué pensaríamos del Ayuntamiento de Albacete si todo lo que el chico, o chica, pide, se lo concedieran? Pensaríamos que habían perdido el sentido común porque ¿no sería lo más lógico que se pusieran en contacto con Zamora para que localizaran a los padres de la criatura y devolvieran al chico, o chica, a sus padres?
Claro que sería lo más lógico, lo más sensato y lo más beneficioso para ese chico.
Pero ya sabemos, y lo estamos viendo todos los días, que a Canarias llegan cayucos, fletados por mafias, con chicos que dicen ser menores y a los que el Estado español, en vez de devolvérselos a sus padres en sus países de origen, les acoge, viste, alimenta, alberga, educa y dota de un estatus para que vivan en España y no con sus padres.
La segunda:
También estamos viendo que, si un niño de cinco o seis años, varón, con sus genitales masculinos, un día dice que se siente o se sabe mujer, él solo o con la colaboración de sus padres puede utilizar el marco legal que hoy tenemos para que empiecen a hormonarle y a prepararle para una operación de emasculación y castración hasta convertirlo en una caricatura de mujer.
Que puede haber, y los hay, algunos casos en los que se pueda justificar el cambio de sexo no debería permitir que eso dependiera de la opinión, más o menos expresa, de niños o de sus padres, sabiendo, como se sabe de sobra, que esas operaciones no tienen marcha atrás y que, en muchos casos, conducen a la demencia. También aquí el sentido común está desaparecido y, lo que es peor, despreciado y descalificado.
La tercera:
Una familia se va de vacaciones 15 días y cuando vuelve se encuentra que la casa donde viven ha sido ocupada por unos tipos que dicen que no tienen dónde vivir y que, por tanto, tienen derecho a ocupar cualquier casa que esté vacía y esa casa estaba vacía cuando llegaron a ella.
La experiencia está demostrando que, si eso le pasa a tu familia, estáis aviados, porque, si las cosas se dan bien, tardaréis seis u ocho meses como mínimo, en recuperar vuestra vivienda, que, además, los ocupantes habrán dejado hecha unos zorros. Y no quiero ni pensar lo que pasa si las cosas se dan mal.
Vuelvo a preguntarme ¿cómo es posible que cosas como estas estén ocurriendo hoy en España?, ¿es que hemos perdido el sentido común o, para decirlo con más fuerza, que hemos perdido el juicio, que se nos ha ido la cabeza, que nos hemos vuelto locos?
¿Y cómo es posible que a los que pensamos que a los menores que traen aquí las mafias hay que devolverlos a sus padres, que para cambiar de sexo a un chico no basta con lo que él o sus padres digan, o que a los ocupantes ilegales de una casa hay que expulsarlos inmediatamente, se nos califique de fachas, ultras o de ser antisistema?
Porque esas descalificaciones también se están dando hoy en España.
Y ya puestos a señalar situaciones o episodios en los que el sentido común ha desaparecido, nada como contemplar cómo el Tribunal Constitucional, que no pertenece al Poder Judicial y del que forman parte personas que no son jueces, sin el menor complejo descalifica a tribunales tan serios y sólidos como la Audiencia de Sevilla y el Tribunal Supremo y anula una sentencia que condenaba a correligionarios de algunos miembros del Constitucional.
«Cuando se analiza la tragedia de la dana nadie quiere recordar que fueron los socialistas los que se cargaron el Plan Hidrológico Nacional»
Claro que aquí, además del sentido común, lo que ha faltado ha sido también la vergüenza.
O cuando se analiza la terrible tragedia de la dana de Valencia nadie quiere recordar que fueron Zapatero y los socialistas los que se cargaron el Plan Hidrológico Nacional, que era un ambicioso proyecto para tratar el problema del agua de España. Porque el agua plantea siempre problemas, o bien por su falta o bien por su exceso. Esto también es de sentido común.
Pero vaya usted a hablarles de sentido común a los que profesan los dogmas de la corrección política y del wokismo y que, en último término, quieren cambiar no solo lo que es y ha sido España, sino también lo que somos y pensamos los españoles.
Por eso, la defensa del sentido común tiene que ser el arma dialéctica más fuerte y eficaz frente al sanchismo que nos gobierna.