Se nos acabó el chollo
«El Gobierno no cumple con la OTAN ni con la UE y se agarra a la única forma de gobernar que sabe: gastar el dinero ajeno para comprar votos a cambio de bienestar»

Pedro Sánchez. | Ilustración de Alejandra Svriz
Lo resumo: sacrificamos nuestras libertades para ganar en bienestar, y ahora tenemos que sacrificar el bienestar para conservar la libertad. Lo primero ha sido hasta ahora la clave de las democracias que se fraguaron tras 1945. El Estado engordó hasta casi caer en el abismo totalitario, y nosotros permitimos que los políticos nos dijeran qué pensar y hacer a cambio de servicios sociales cada vez más amplios.
La fórmula adormeció a las comunidades, como señaló R. R. Reno, y levantó dioses débiles como el «gratis total», el hedonismo sin responsabilidad, o las identidades biológicas o sexuales. Aparecieron corrientes que valoraban más tener un bono cultural, una subvención escolar, un carné sanitario o una tarjeta de transportes a precio reducido que el más mínimo control sobre las instituciones, sus normas y los gobernantes. Nos dio igual que estuvieran en el poder mientras compitieran entre ellos con nuestro dinero para ofrecernos más servicios «gratis». Era el Estado Minotauro, que decía Jouvenel, devorándonos cada día.
No nos hicieron dependientes de la buena vida, sino del Estado. Lo público se confundió con el bien común, y la mayoría pensó que cuanto más abarcara lo estatal, más felices seríamos. Si no había vivienda o trabajo, el Estado debía proporcionarlos metiendo su mano en el bolsillo de todos. Los políticos se creyeron ingenieros sociales con un fondo económico infinito y se pusieron a convertir necesidades en derechos que debía cubrir el mismo Estado que estaba en sus manos. De esta manera convirtieron la sociedad en una gigantesca red clientelar.
Mientras, como cigarras, dejamos que la defensa de nuestra comunidad recayera en «otros», los norteamericanos, a los que hemos insultado y despreciado desde hace más de 60 años. Lo señaló hace dos décadas Robert Kagan en Poder y debilidad: Europa no ha querido ver las amenazas porque estaba enfrascada en el buenismo y el bienestar, recibiendo soma en vena, sonriente y despreocupada.
Ahora se acabó el chollo. EEUU ha dicho basta. Nos han soltado a la cara que nos defendamos nosotros, que espabilemos. Tienen derecho a ello por mucho que nos moleste. Podrían haber usado otras formas, por supuesto, pero el fondo es el mismo. La conclusión es que se acabó la Europa del Bienestar en la que lo que no está prohibido o es obligatorio, te lo paga el Estado.
«Sánchez no tiene la vergüenza suficiente para acordar con el PP un pacto de defensa en consonancia con Europa»
Starmer, laborista británico, tan repudiable por otras cosas, ha tratado a sus ciudadanos como mayores de edad. Ha anunciado recortes del «gasto social» para adecuarse a la realidad de un mundo que ha cambiado la diplomacia de la palabra por la de las armas disuasorias. Lo mismo ha hecho Macron, otro que ha fallado en muchas cosas, pero que en esta, en el rearme de Europa, ha estado a la altura. Merz, popular alemán, ha llegado al punto de pactar con el SPD y otros grupos una reforma constitucional que les permita rearmarse.
Aquí Sánchez es incapaz de asumir una responsabilidad histórica. Lo ha dicho Rutte, secretario general de la OTAN. El socialista español ha declarado el holandés, no puede dirigir a su gobierno, una parte del cual es antiatlantista y putinesco. Ha sido una forma indirecta de señalar que Sánchez no tiene la vergüenza suficiente para acordar con el PP un pacto de defensa en consonancia con Europa.
Ahora toca sacrificar el bienestar para asegurar la libertad, lo que ha pasado en otros momentos europeos de la historia contemporánea ante una amenaza o realidad bélica. El cambio es una bomba en la base de la socialdemocracia, la misma que permitió una Europa débil que ahora debe armarse a toda prisa. No se hicieron los deberes en su momento, y ahora, como los malos estudiantes, toca pasar la noche sin dormir para hacerlos.
Pero no es solo una cuestión de dinero y de bienestar, sino de mentalidad. Quizá en los países que tienen tradición de sentirse amenazados por una potencia, como Finlandia o Polonia, la conciencia defensiva es otra. Allí se manifiesta con facilidad, por ejemplo, ante el peligro ruso. En España no falta solidaridad, como se vio en la entrega de muchos españoles, sobre todo jóvenes, en la tragedia de la dana en Valencia. Las encuestas nos dicen que la mayoría de nuestros compatriotas es partidaria de aumentar el gasto militar, siendo conscientes de que supone restarlo del bienestar social. Es más; la mayor parte está de acuerdo con enviar tropas españolas a Ucrania junto a las británicas y francesas, y en el futuro constituir un Ejército europeo que no dependa de EEUU.
En esta tesitura el que está fallando es el Gobierno de «coalición progresista», que no cumple con la OTAN, ni con la Unión Europea, ni con el sentir mayoritario de los españoles. Es evidente que se están agarrando a la única forma de gobernar que saben, que es gastar el dinero ajeno para comprar votos a cambio de bienestar. Por eso Sánchez promete no tocar el «gasto social» a sabiendas de que es imposible. Creo que se avecinan curvas, y que el primero en salir despedido es nuestro presidente.