Vindicación de González Ruano
«Señorito golfo, Ruano vivió en todo de las apariencias, menos en su escritura»

César González Ruano.
La reedición por Renacimiento de un clásico libro de César, Siluetas de escritores contemporáneos (1949) trata de empezar a devolver a su natural lugar a quien fue un muy señero periodista y escritor y un personaje ambiguo y complejo en la primera mitad de nuestro siglo XX. Dos iniciales detalles: Este libro se presenta como la apertura, por parte de la editorial sevillana, de una “Biblioteca González Ruano” a la que no puedo sino desear la mejor fortuna. Segunda, el citado volumen cuenta con un ferviente pero muy prolijo prólogo, de un especialista en Ruano, el exfutbolista Miguel Pardeza (editó hace años tres tomos compilatorios con los artículos de Ruano, merece todo crédito) a quien en esta ocasión se le fue un poco la mano, lo que se hace más notorio porque si algo no es Ruano es pesado, su estilo raudo y fino, siempre parece como provisto de alas, y más en esta colección de medallones de autores a quienes Ruano, mucho o poco conoció, desde la condesa de Pardo Bazán a Ramón Gómez de la Serna, pasando por grandes nombres (Valle-Inclán, Baroja) o personajes menores pero sápidos, como Rusiñol, Emilio Carrere o el propio Rafael Cansinos-Assens. Digamos, abreviando algo, que estas “Siluetas…” se leen con raudo y fino placer, jamás cansan, se piense lo que se quiera del retratado, y hacen gran literatura de lo que no es un retrato al óleo sino una muy singular aguada.
«¿Cuál era la honda ideología de Ruano? Su propia buena vida»
Desde los últimos años de su vida, sino antes, se sabía que César era un golfo, un marqués ful, un sibarita de derechas o de lo que fuese, un tahúr y un superviviente nato. Hasta el muy moderado y muy ruanista, Marino Gómez-Santos, lo dejó más que insinuado en su postrer libro “César González Ruano, en blanco y negro”. Y aún sabiendo todo esto -y su estancia en la prisión parisina de Cherche-Midi, donde lo meten los nazis, por trapicheos y engaños con obras de arte- aún sabiendo esto, a Ruano se lo ha querido tumbar por un libro, docto se supone, “El marqués y la esvástica” (2014) de Rosa Sala Rosé y Plácid García-Planas. Estos dos investigadores catalanes (ella notable germanista) relacionan a Ruano con los nazis -nunca lo negó, si vivió casi cuatro años en el París ocupado- y así, con obvia intención de destruir, repiten, con detalle, lo que ya se sabía sin casi aportar nada nuevo. Sí, Ruano tuvo amigos nazis -por interés, más que por ideología- y seguro revendió cuadros que había pertenecido a judíos. Fue sinvergüenza y pervertido. Pero la ambigüedad de Ruano se ve en que sus “amigos” nazis lo encarcelaron y a la postre se le expulsó de París, acaso porque entre sus trapicheos con el arte, pudo haber algunos cuadros de los que anhelaban los jerarcas del Nacionalsocialismo. Ruano fue de derechas bastante por señoritismo y bastante por aprovechar la coyuntura. ¿Cuál era la honda ideología de Ruano? Su propia buena vida. Se sabe que, en Roma, no cesaba de pedir al exilado Alfonso XIII el marquesado de Cagigal, para sí y sus descendientes, pero el rey lejano nunca se lo otorgó. Cercano al falangismo, presumía de su buena relación con aristócratas homosexuales y a la postre anarquistas, como Antonio de Hoyos y Vinent, muerto en una cárcel franquista. Acaso decir que César era llanamente un “bon vivant” sea benévolo. Señorito golfo, Ruano vivió en todo de las apariencias, menos en su escritura. Trabajó y escribió a destajo y bien, y ese modo de periodismo muy literario es lo que hoy más nos interesa de él. Lo principal. Jesús Pardo (de Santayana) buen escritor y mil años corresponsal en Londres, me contó que cuando recibía por unos días a César, este pasaba tardes comprando revistas porno, y a la mañana siguiente la asistenta ponía peros para arreglar su habitación… Estas y mil varias cosas más (el continuo vivir endeudado) lo defenestran como hizo Macfre. Es coger el rábano por las hojas. Al escritor, al estudioso, le debe importar la literatura de Ruano -que incluye poesía más que digna- y que probablemente tiene su cima en el memorialismo plural y en las semblanzas y aún biografías, a veces tan rápidas y vivas como la de Unamuno (primera edición de 1930) o sus claras memorias “Mi medio siglo se confiesa a medias” y secuelas. Ahí brilla un escritor (desde el periodismo) con estilo y estilográfica, un gran talento de la prosa. Y créanme, a Ruano le perjudicó el franquismo, pues sin la censura nacional-católica, hubiera llegado mucho más lejos. Mas, aunque se condene al individuo Ruano, en aras de la actual corrección política, debemos de saber que -condenada- su biografía será para muchos más interesante, y hasta se acentuará su canallería por mor del mejor brillo. Estando muy enfermo en una clínica, una monja lo regañó porque intentaba escribir sus cuartillas, y César replicó: Lo mío es como lo suyo, hermana. Y la sor respondió: ¿A qué se refiere? Obvio, hermana, a la vocación.
Francia ha perdonado a Céline, a Drieu la Rochelle y hasta a Brasillach, algo menor. ¿Y nosotros seguiremos haciendo encaje de bolillos con César González Ruano? “¡Menudo hombre para dejarse convencer!”