The Objective
Manuel Fernández Ordóñez

Nos quieren llevar al abismo energético

«Estamos asistiendo a precios muy bajos en el mercado, a veces cero o incluso negativos. Hay quien cree que esto es algo positivo. Se trata, en realidad, de un desastre»

Opinión
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Nos quieren llevar al abismo energético

Ilustración: Alejandra Svriz.

Resulta inaudita la terquedad del ser humano. Sin embargo, resulta aún más sorprendente la capacidad con la que nos habituamos a esa terquedad, llegando a considerar como normales cotas de necedad otrora inasumibles. Totalmente capaces de defender una cosa y su contraria en un breve lapso temporal, celebramos situaciones dañinas para nuestro bienestar, totalmente ajenos a la realidad que nos rodea, dando por hecho que lo que sustenta ese bienestar puede ser decretado por analfabetos funcionales en algún despacho ministerial.

Unas de las bases de ese bienestar es el acceso a una energía abundante y barata, algo que se encargan de torpedear de manera continua nuestros dirigentes, tanto los patrios como los asentados en Bruselas. Estamos viviendo situaciones interesantes -por decirlo de algún modo- en el sector energético estas semanas. Situaciones que serán muy habituales de ahora en adelante y que, de seguir así, únicamente pueden conducir a una degradación de nuestro sistema eléctrico y a la asunción de riesgos inasumibles para una economía avanzada como la nuestra.

Los mercados mayoristas de electricidad son una especie de subastas en las que los diferentes actores introducen sus ofertas de acuerdo son sus costes variables. Por ejemplo, un productor de energías renovables tiene unos costes variables muy bajos, puesto que la mayor parte de sus costes se deben a la inversión para la construcción de la planta. Sin embargo, una vez hecha la inversión, sus costes de operación y mantenimiento son muy bajos, por lo que le interesa vender toda la electricidad que sea capaz de producir.

«El Gobierno nos quiere llevar al abismo energético. Vienen mal dadas y somos tan necios que nos dejaremos arrastrar sin hacer absolutamente nada. Como siempre»

Una central de gas, en cambio, tienes unos costes variables muy altos porque, entre otras cosas debe comprar el gas que tiene que quemar para producir electricidad. Todo esto se traduce en que los productores renovables pueden ofertar en el mercado mayorista a precios cercanos a cero, mientras que un productor de gas ofertará a precios muchísimo más altos.

Este mercado, que ha operado de manera muy eficiente durante décadas, ha dejado de tener sentido. La gran penetración de energías renovables ha ocasionado que las señales del mercado no sean ya eficientes para guiar las inversiones. Estamos asistiendo a precios muy bajos en el mercado que, en muchas horas del año, son cero o incluso negativos. Hay quien cree que esto es algo positivo, puesto que, cuanta más barata sea la energía, mejor. Se trata, en realidad, de un desastre.

Si el mercado tiene precios cero, los dueños de las plantas no están recibiendo ningún ingreso por la electricidad que producen. Si no tienen ingresos, no pueden hacer frente a sus costes de operación, mantenimiento y, sobre todo, devolver los préstamos que solicitaron para construir sus plantas. Ingresos cero, ganancias cero, inversiones cero. Es muy simple de comprender, pero también un terreno muy abonado para la demagogia.

Estos días hemos visto cómo varios reactores nucleares en España se han visto obligados de dejar de operar. Lo han hecho porque los precios tan bajos del mercado hacen inviable económicamente la operación de los mismos. En un escenario de alta producción renovable y muy baja demanda eléctrica (España está de vacaciones de Semana Santa) los precios del mercado están por los suelos y no es posible producir electricidad sin perder dinero. En el caso de la nuclear es todavía mucho peor, puesto que la política energética desarrollada por el Gobierno de España ha incrementado la presión fiscal sobre las centrales nucleares un 70% desde que el PSOE llegó a la Moncloa.

Habrá quien diga, estos días, que los reactores nucleares se han detenido y no ha pasado nada. Afirmación falaz donde las haya. Los reactores nucleares se han parado en un escenario de alta producción renovable (mucha agua en los embalses) y muy baja demanda (vacaciones). Pero si los reactores nucleares no estuvieran, ¿qué pasaría cuando la producción renovable no estuviera disponible y la demanda fuera mucho mayor? Por ejemplo, cuando llegue el calor y pongamos los aires acondicionados.

La respuesta es obvia: quemaremos mucho más gas. Sin embargo, los problemas del sector eléctrico no dejarán de perseguirnos. Si los escenarios de precios bajos se perpetúan (que lo harán) también las centrales de gas tendrán enormes problemas para mantener su viabilidad económica. Hay análisis que estiman que un tercio de las centrales de ciclo combinado en nuestro país van a ser deficitarias, lo cual comprometerá seriamente nuestra seguridad de suministro eléctrico.

Las energías renovables no van a salir mejor paradas de este contexto. Los precios cero suelen darse en las horas de producción solar. Todas las centrales solares producen al mismo tiempo (cuando el Sol brilla), desplomando los precios en el mercado mayorista. Cuanta más energía solar haya en el sistema, menor precio van a capturar del mercado, lo cual pondrá en riesgo la viabilidad de las inversiones. Dentro de poco empezaremos a ver cómo muchos productores solares van a tener que sentarse con sus bancos a refinanciar sus deudas, puesto que no van a obtener los ingresos que les prometieron a sus prestamistas cuando solicitaron financiación. Muchas de esas empresas quebrarán. Es un aviso serio.   

Todo este escenario pone en riesgo la planificación energética del Gobierno, plasmada en el Plan Nacional Integrado de Energía y Clima. Sus estimaciones eran ya pura fantasía el día que el PNIEC vio la luz. Hoy son, simplemente, ciencia ficción. Ese Plan es la coartada del Gobierno para cerrar las centrales nucleares. Un plan absurdo e irrealizable con el que nos quieren llevar al abismo energético. Vienen mal dadas y somos tan necios que nos dejaremos arrastrar sin hacer absolutamente nada. Como siempre.

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