Redes y almacenamiento energético: el 'Rubicón' verde
«Estamos construyendo un sistema eléctrico avanzado hacia la neutralidad en carbono sobre el papel, pero sin clientes ni gestión»

Ilustración: Alejandra Svriz.
No es el momento de ofrecer la enésima explicación del apagón. Ya hemos tenido tiempo más que suficiente desde el martes 29 de abril, un día después de lo que se denomina ‘cero eléctrico’, para dar la visión más completa posible sobre lo que ocurrió desde lo único que tenemos que es la práctica profesional, la libertad y la independencia. Ahora queda esperar a las fuentes oficiales a que den las explicaciones oportunas y establecer qué es lo que hay que hacer para que no se pueda volver a producir la caída casi completa de todo el sistema eléctrico peninsular.
Es necesario ir muy por delante de los estamentos públicos, porque como esperemos a que presenten un plan de inmediata ejecución, probablemente será tarde. Es el momento de subrayar, reiterar y remarcar lo que venimos diciendo desde hace no meses sino años que es necesario tanto para el proceso de transición energética como de revolución tecnológica que prepare y facilite convenientemente a todas las infraestructuras y el funcionamiento de los sistemas de control para la economía del futuro, que es ya presente.
En varias ocasiones, desde estas mismas páginas, hemos advertido de la urgencia de abordar, sólo en el ámbito del sistema eléctrico (24,6% de la energía final total al cierre de 2024), dos inversiones de la máxima relevancia: por un lado, infraestructuras de almacenamiento a gran y mediana escala y, por otro lado, un despliegue de redes eléctricas inteligentes que acaben con el ‘cuello de botella’ de la demanda e integren las nuevas centrales eléctricas que proliferan de manera muy distinta a como se hacía en el pasado.
“Cruzar el ‘Rubicón’ verde requerirá de actuar urgentemente sobre almacenamiento y redes. De lo contrario, el ‘círculo vicioso’ continuará”
Dos piezas de lógica aplastante que, incluso, están con más o menos protagonismo en los papeles cruzados a lo largo de los años entre políticos gobernantes, reguladores, empresas y agentes del sector energético, pero que a la hora de ponerlas en marcha sufren continuos retrasos, lentitud de los plazos, indecisión política, conflictos de interés… Sólo ante un ‘evento catástrofe’ como el vivido el 28 de abril se puede tomar conciencia y actuar en consecuencia. Dicho de otra forma, abusando del viejo refranero castellano: nos acordamos de Santa Bárbara cuando truena.
Como es obvio, lo que es indubitable desde el punto de vista técnico, no lo es tanto desde el punto de vista político o, incluso, desde el punto de vista económico o jurídico. Las diferentes ramas de la Ingeniería ofrecen diversas soluciones con criterio científico. A partir de ahí, la obligación de economistas y juristas es la de evaluar las alternativas presentando un plan que sea eficiente, que maximice el impacto positivo minimizando el negativo y bajo un marco de seguridad jurídica proactivo, por ejemplo, señalando qué instrumentos legales han podido quedarse desfasados o, incluso, son contraproducentes para el progreso tecnológico. Y, finalmente, la labor de la política energética es la de tejer los consensos sociales necesarios bajo la óptica del bien común, del pacto entre las partes, para ejecutar la mejor solución posible.
En este sentido, ¿qué eslabón de esta cadena ha fallado para provocar el shock del lunes 28 de abril que seguimos arrastrando días después en medio de un clima de desconfianza de los socios europeos y de desconcierto de buena parte de la sociedad española? La respuesta es muy simple: la política energética. En el campo científico, tanto el desarrollo de redes como de almacenamiento energético para poder hacer gestionable la energía que procede de fuentes intermitentes como el sol o el viento lleva prescrito desde hace años. De igual modo, los estudios económicos y jurídicos plasmados tanto en planes de inversión como en proyectos normativos que avanzan a velocidad de tortuga.
¿Qué sentido tiene que la política energética esté hipotecada por decisiones del pasado, muchas de ellas erróneas, y que en cualquier caso no son acordes a lo que en este momento exige la economía actual y futura? Suerte tienen los decisores de política económica pasados y presentes de que en España se hace muy poco análisis contrafactual y muy pocos cálculos de coste de oportunidad porque, si se hicieran, revelaría hasta qué punto hemos perdido oportunidades por doquier. Es inconcebible que hoy sigan vivas las restricciones a la inversión en redes de transporte (0,065% del PIB) y distribución (0,13% del PIB) impuestas por la política Nadal-Soria en los tiempos en los que había que embridar el déficit tarifario y se utilizó el rotulador rojo gordo para cuadrar unas cuentas desbocadas.
Lo mismo sucede con la política Ribera-Aagesen dedicada casi en exclusiva a alcanzar el 81% de penetración de renovables en el mix de generación eléctrica y el 48% en el de energía final sin haber puesto cuidado alguno en el desarrollo de sistemas de almacenamiento como hidroeléctrica reversible o baterías para autoconsumos industriales que podrían estar actuando como balanceo de la red. Hemos perdido demasiado tiempo en un ‘mecanismo de capacidad’ que no llega, en un diseño de agregación de la demanda que tampoco termina de nacer y, ya no digamos, empeñarse en que es factible técnicamente prescindir de la energía nuclear desde 2027 hasta bien entrada la próxima década.
A todo esto, el porcentaje de vertidos renovables puede seguir aumentando, generándose un ‘círculo vicioso’ de precios muy bajos del mercado eléctrico en las horas centrales del día cuando hay sol, escasa demanda que pueda absorber la renovable si no hay almacenamiento, crisis de rentabilidad de las instalaciones, mayor dependencia de los servicios de ajuste y escasos incentivos a seguir invirtiendo en nuevas energías.
En definitiva, estamos construyendo un sistema eléctrico avanzado hacia la neutralidad en carbono sobre el papel, pero sin clientes (la demanda eléctrica peninsular decrece a un ritmo del 0,35% en media acumulativa entre 2014 y 2024, y un 1,28% medio anual desde 2018 en que se produjo el pico relativo de la última década) ni gestión (apenas se almacenaron 5.459 GWh en circuito turbina-bombeo en todo 2024 según REE). Cruzar el ‘Rubicón’ verde requerirá de actuar urgentemente sobre almacenamiento y redes. De lo contrario, el ‘círculo vicioso’ descrito antes continuará.