The Objective
Victoria Carvajal

El más deprimente de los parecidos

«Trump y Sánchez no sólo comparten una excepcional capacidad para eludir responsabilidades. También son especialistas en construir un relato victimista»

Opinión
El más deprimente de los parecidos

Ilustración de Alejandra Svriz.

La economía estadounidense retrocedió un 0,3% en el primer trimestre de 2025. Y la culpa la tiene Joe Biden. No la caótica política arancelaria de Donald Trump. Desde que llegó al poder en enero, las arbitrarias y contradictorias decisiones sobre política comercial del presidente estadounidense ha provocado que la confianza de los consumidores se desplome al nivel más bajo de los últimos cinco años, en plena pandemia, ha obligado a poner en espera los planes de inversión y de contratación de gran parte de las empresas y forzado la importación anticipada de productos y componentes por parte de las compañías dependientes de esas importaciones para eludir la subida de precios que traerán los aranceles. Como resultado, Estados Unidos inauguró la Era Dorada prometida por Trump con el primer descenso en su PIB desde el que registró en el primer trimestre de 2022, al poco de estallar la crisis energética a raíz de la invasión rusa de Ucrania.

España vive un apagón eléctrico total (y por nuestra culpa también Portugal) y la responsabilidad es de la derecha que sabotea al Gobierno. Según el relato fabricado por Moncloa para eludir sus responsabilidades en esta ocasión, cada lunes la derecha en bloque actúa contra el Gobierno. Al lunes del apagón el pasado 28 de abril le siguió el lunes 5 de mayo del caos ferroviario, con más de 30 trenes y 10.000 pasajeros atrapados en el Ave Madrid Sevilla por culpa de un robo de cables. Es un sabotaje de las derechas a un gobierno legítimo, dicen. Nada que ver con un fallo sistémico de la red provocado por la incompetencia de los responsables de Red Eléctrica, puestos a dedo por el Gobierno, que ignoraron las advertencias sobre el riesgo de desconexiones en cascada recogidas en cuatro informes técnicos. El fuerte aumento de las renovables en el mix eléctrico del suministro sin un sistema de almacenamiento o gestión estaría detrás del apagón, el mayor en la historia de la Unión Europea, con 60 millones de afectados.

Pero Trump y Sánchez no sólo comparten una excepcional capacidad para eludir responsabilidades. También son especialistas en construir un relato victimista. En jamás reconocer errores o rendir cuentas. Sus respectivos monumentales egos se lo impiden. La flexibilidad de la que presume Trump cuando da marcha atrás en decisiones tan disruptivas para el mundo entero como el plan arancelario del Liberation Day tiene el equivalente en los cambios de opinión de Pedro Sánchez: lo que antes de las últimas elecciones generales era inconstitucional, como la amnistía o una financiación singular para Cataluña, se convierte en constitucional por siete votos.

También tienen especial cariño a gobernar por decreto. Trump con sus órdenes ejecutivas. Sánchez con sus decretos leyes que esquivan el debate del Parlamento. Ambos ostentan el récord de haber hecho uso de esta prerrogativa, pero en el caso del presidente español tiene más delito pues el nuestro es un sistema parlamentario. No sólo elude el debate en el Parlamento al gobernar a base de decretos, sino que también incumple la Constitución al hacerlo sin Presupuestos. Estados Unidos, por el contrario, es un sistema presidencialista. Ambos líderes deslegitiman por igual al adversario político. No creen en la alternancia de poder. El asalto al Capitolio el 6 de enero cuando Trump perdió las elecciones presidenciales lo demuestra. Y el muro levantado por Sánchez para situar al PP y a Vox fuera de la democracia, frente al PSOE y sus socios parlamentarios que sí serían los demócratas, es una muestra de ello. La persecución del presidente socialista a sus rivales políticos por medios alejados del derecho, otra.

«La mujer de Sánchez ha –presuntamente– conseguido financiación de empresas beneficiadas con subvenciones públicas aprobadas por el Gobierno»

Por no hablar de los escándalos que les rodean. O de su tolerancia con la corrupción cuando se trata de su entorno. De su concepción patrimonialista del Estado. Está por investigar quién del entorno de Trump se aprovechó de la fuerte subida de la Bolsa tras conocerse que Trump daba marcha atrás en su radical plan arancelario. La mujer de Sánchez ha –presuntamente– conseguido financiación de empresas beneficiadas con subvenciones públicas aprobadas por el Gobierno. A ninguno de los dos les gusta la independencia de las instituciones que ejercen de contrapoder ante las que deben rendir cuentas. Las quieren sometidas. La lista de Sánchez es interminable: RTVE, CIS, el Consejo de Estado, la fiscalía general del Estado, Tribunal Constitucional, Renfe, Correos… Hasta en el Banco de España, cuya credibilidad se basa en su independencia, nombró al que fue su ministro José Luis Escrivá. Una decisión que debe envidiar el presidente americano, al que le gustaría poner al frente de la Reserva Federal a un tipo más servil que Jerome Powell, al que ha amenazado con destituir, para que bajara de una vez los tipos de interés como quiere Trump. Sin importarle mucho las consecuencias que esa decisión pudiera tener en la credibilidad del dólar y de los bonos del Tesoro estadounidenses.

Trump y Sánchez coinciden en atacar a los jueces que o bien les investigan y condenan, como en el caso del primero, o que imputan a su entorno familiar más directo o a su obediente fiscal general, en el caso del segundo. También les une la persecución a los medios de comunicación no afines. A los que manipulan con su publicidad institucional y tratan de controlar con leyes intimidatorias, como hace el líder socialista, o echan de las ruedas de prensa y amenaza directamente como hace el republicano. 

En definitiva, ambos son buenos ejemplos del populismo iliberal que aspira a instalarse en algunas democracias occidentales. Lo sorprendente es que a pesar de la amenaza de que esa erosión acabe convirtiendo sus regímenes en autocracias electoralistas, donde se vota, pero no hay alternancia en el Gobierno, tanto Trump como Sánchez comparten una base incondicional de votantes que hacer difícil su desalojo del poder. Este es quizás el más deprimente de los parecidos.

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