Sánchez, el buen pagador a los lobistas
«Ruina, quiebra, apagones, trenes parados, Barajas lleno de homeless, pero a Sánchez, ‘el buen pagador’, es a quien se arriman todos los lobistas ultrarricos»

Ilustración: Alejandra Svriz.
Hoy es lunes y los españoles no sabemos qué desgracia nos tocará padecer, tras el apagón y el desastre ferroviario, por estar gobernados por Pedro Sánchez. Después de dos lunes seguidos catastróficos, a ver qué tenemos programado para que durante la semana hablemos de eso y no de que su mujer y su hermano, cada uno por su corrupción, están en los juzgados. El apagón no fue intencionado pero sólo a un enfermo, apoyado en su banda de palmeros, se le ocurre dotar de ideología al megavatio. No se puede estar más loco después de llevar a España a negro. Y esta semana en el Congreso lo puso de manifiesto.
Que Pedro Sánchez ha perdido la noción de la realidad no es opinión. Es diagnóstico. Cada decisión y actuación que protagoniza es una prueba más de la infinita distancia que hay entre el presidente, su Gobierno y el PSOE, con la calle. La enajenación en la que viven es colectiva. Empiezan a comportarse como la “secta de Pedro”. No puede ser que tanta gente a la vez pierda tanto el contacto con la realidad y con la calle. Es verdad que el divorcio con la calle se está produciendo por la fuerza. El presidente, algunos de los ministros del Gobierno — a los otros no les conocen ni en su casa—, los líderes del partido y del grupo parlamentario se quejan de la imposibilidad de hacer vida normal y de las dificultades que tienen cuando salen por las calles de España. Cada vez que aparecen en un restaurante, peluquería, tienda o cualquier otro sitio provocan en la ciudadanía una estruendosa protesta. Esos gritos y descalificaciones que reciben son, obviamente, por los éxitos de su gestión, por el entusiasmo que provocan en los españoles con cada decisión y, sobre todo, como cariñoso reconocimiento a su compromiso con la ética, la decencia, los valores democráticos y España.
Pedro Sánchez vive en una España que no existe. Su capacidad de interpretar y percibir la realidad es la de una persona que hace demasiado tiempo perdió la cordura. Su discurso en el Congreso de los Diputados, para no explicar su plan de cumplimiento obligatorio con los compromisos de comprar armas y gastarse el dinero en la industria militar para rearmar los países de Europa, fue un disparate. Su forma de explicar el apagón, sus causas y motivaciones, sólo puede explicarse desde la enfermedad mental. Cualquier otra interpretación sería mucho peor para él por lo que supondría de repugnante catadura personal.
“Los lobistas y los ultrarricos condicionan todas las políticas de España. La descripción es perfecta porque a ellos responden todas las actuaciones y políticas de Pedro Sánchez”
Se pasó tres horas, de las seis que duró la sesión, haciendo un ejercicio ridículo de imitación entre Fidel Castro y Nicolás Maduro. La autocracia en la que está instalado le lleva a manifestar semejante mimetismo con tan deleznables personajes. Fue agresivo. La culpa de todo lo que le pasa a España es de todos menos del presidente del país. Él no es responsable de nada. Un cobarde que está de presidente sin ser el presidente. El liderazgo es un ejercicio de responsabilidad.
Como siempre, se escondió detrás de su muro de radicalidad ideológica. Se está con él y su locura o se está contra él. Pidió meses para que “los técnicos, sin injerencias, determinen las causas del apagón”. Sin tener, presuntamente, ni idea del porqué ni el cómo de lo sucedido, el autócrata afirmó categóricamente que la solución son las energías renovables, que según él pueden “cumplir el mismo papel de generación de inercia que las llamadas energías sincrónicas” —hidráulica, nuclear y ciclos combinados—. Esa afirmación es mentira. La ciencia no la respalda. Sólo un dictador piensa que lo imposible es posible por su voluntad. Su nivel de soberbia y enajenación nos puede llevar a más apagones para demostrarnos que tiene razón. Está loco o es un mentiroso muy peligroso. Yo creo que le pasan las dos cosas.
Todo lo que no sean sus pájaros en la cabeza es de derechas, está descalificado y responde a intereses torticeros de lo peor de la sociedad. El problema son los ultrarricos lobistas “porque han vendido su espíritu crítico a un buen pagador”. Estas frases le producen autogozo. Se ríe y sonríe como el meganarcisista psicopático que es. Su credibilidad es cero. Ya no engaña. Su exposición pública crispa a toda la sociedad. “Han vendido su espíritu crítico a un buen pagador” es verdad. Pedro Sánchez es el “buen pagador”. Desde que es presidente ha repartido, pagado y otorgado rebajas fiscales por más de 30.000 millones de euros de todos los españoles a los fabricantes de energía para que fueran renovables. Así, en varias comunidades autónomas, han brotado alrededor del PSOE nuevos lobistas y ultrarricos verdes.
Los lobistas y los ultrarricos condicionan todas las políticas de España. La descripción es perfecta porque a ellos responden todas las actuaciones y políticas de Pedro Sánchez. La política de lobby es tan cercana a Sánchez que Begoña Gómez, su mujer, se ha dedicado a ello, con notorio fracaso por corrupción, lo que le ha generado esa importante notoriedad judicial pública. Su hermano ni siquiera ha llegado a eso por incapacidad. Es verdad que servía para cobrar el sueldo público, sin saber dónde estaba el despacho, al igual que las prostitutas con sueldo público de Ábalos. Lobista con sueldo de ultrarrica es Beatriz Corredor. Lobista del sanchismo es José Luis Rodríguez Zapatero, su negociador con los nazionalistas catalanes para mantenerle en el poder y quien le impone sus necesidades de agenda con China y Venezuela. Y con Bolivia. Que además se ha hecho hiperrico con el dinero sucio que recibe de las sanguinarias dictaduras y los narcoestados. La ética de Zapatero. Lobista es Pepiño Blanco y su Acento. Donde ejercen, pensando en llevárselo de todas partes, los socios que Pepiño buscó en el Partido Popular como Alfonso Alonso o Esteban González Pons —presente por su hijo—. Ahí no hay derecha. Es lobby. Representan el sanchismo puro y han sido, ellos y sus clientes, ampliamente beneficiados por el Gobierno. Lobby y ultra y rico es Contreras y todo el entorno de productoras televisivas, bufones del sanchismo, que están llenando de bazofia la televisión pública para presuntamente aumentar las audiencias —cosa que no hacen— a cambio de llevarse millones y millones de euros. Cosa que sí hacen. Lobismo de ultrarricos es lo que está haciendo Marc Murtra en Telefónica. Donde despiden a telefónicos de toda la vida para llenar oficinas y despachos con multitud de nombramientos con sueldos de ricos sin tener ni idea, ni experiencia en el negocio. Lobismo de ultrarrico es todo lo que sucede alrededor de Pepe Bono con origen castellano manchego. Lo de Indra y las fusiones con arbitrariedad o con su hípica cuando era presidente y también ahora que no lo es.
Pedro Sánchez evalúa su gestión en función de su entorno de atención. Toda España es el instrumento para satisfacer las necesidades del autócrata, su familia y sus amigos lobistas y ultrarricos. Ellos están volcados en que Sánchez repita. Ellos se la juegan. A España se la están jugando. Ruina, quiebra, apagones, trenes parados, Barajas lleno de homeless, pero a Sánchez, “el buen pagador”, es a quien se arriman todos los lobistas ultrarricos. Progresismo de izquierdas.