The Objective
Juan Francisco Martín Seco

A mayor gloria de Sánchez

«El gobierno Frankenstein no sirve para moverse en un sistema democrático. Está hecho para la representación, para el relato, para el postureo, pero no para la gestión»

Opinión
A mayor gloria de Sánchez

Ilustración de Alejandra Svriz.

Hablan del primer milagro del Papa Francisco. El PSOE se ha hecho confesional y practicante. Al menos en cierta moral cristiana lo importante no es la caída, sino la capacidad para levantarse. Para el sanchismo lo relevante no es el apagón, sino la celeridad con la que el Gobierno ha recuperado la normalidad. Emma López lo ha dicho en Soria, la prensa internacional está alucinada. El alucine no provenía de que toda la península ibérica se fuese a negro, sino por la diligencia mostrada por el Gobierno a la hora de conseguir reparar el suministro en 24 horas.

Es un momento de orgullo, de alegría, de estar felices con nuestro país, repetía en el mitin la representante de la Ejecutiva del PSOE. Un gran gozo, sobre todo, debieron de experimentar los que se quedaron encerrados en un ascensor varias horas; enorme alegría, los que atrapados en el tren o en el metro tuvieron luego que caminar por las vías hasta llegar a una estación. Orgullo de país de todos aquellos que han sufrido cuantiosas pérdidas, sin que nadie sepa hasta el momento quién va a indemnizarles, y alucinados tuvieron que quedar los miles de extranjeros afectados, de la habilidad de una nación que primero crea el problema para después solucionarlo. Para mayor alegría deberíamos repetirlo cada semana.

En el Evangelio de San Juan, se considera que la desventura del ciego de nacimiento se había producido para que se manifestase la gloria de Dios. El apagón ha tenido que suceder para que se mostrase el poder del Gobierno de Sánchez. Eso es lo que se deduce de las encuestas del CIS, ya que, en los días sucesivos, el PSOE incrementó la diferencia electoral con el PP a siete puntos. Tendríamos que prepararnos para un nuevo apagón, porque sería humana demasiado humana, que diría Nietzsche, la tentación de provocar otro nuevo descalabro eléctrico para que brillase aún más la competencia y la habilidad del Gobierno, y así el PSOE pudiese obtener mayoría absoluta.

Las continuas averías y reveses ferroviarios deben de tener también como finalidad que se manifieste la diligencia de Renfe, del Adif, y del Ministerio de Transportes a la hora de reponer el tráfico. El día 5 por la mañana, en pleno caos en los trayectos entre Madrid y el Sur que habían comenzado el día anterior, algunos tertulianos de estricta disciplina sanchista en un programa de televisión afirmaron que Óscar Puente se había apuntado un buen tanto. Nadie le podía culpar de que le hubiesen robado los cables, y sí encomiar su rápida respuesta en solucionar el problema. Gozo y alegría grande. Los retrasos continuaron muchas horas después. Al día siguiente le tocó el turno entre otras líneas a la de Madrid-Barcelona.

Es una de tantas cosas que el PSOE ha copiado del independentismo. Para una parte importante de este, la relevancia de los atentados de las Ramblas estaba en la respuesta, se encontraba en que «Cataluña ha visto y comprobado que, a la hora de la verdad, ante la emergencia de hacer frente a una adversidad criminal, había un Gobierno, una policía y una ciudadanía que estaban donde tenían que estar y a la altura de las circunstancias, que eran el Gobierno, la policía y la ciudadanía de Cataluña, no eran los de España» (Carod Rovira). «Los catalanes han visto que ya tienen un Estado». «La resposta de Catalunya al terror demostra que ja està preparada per la independència» (Ramón Tremosa). Interpretaron la réplica al atentado como un ensayo general para la emancipación. Gozo y alegría grande.

«Desde que el sanchismo está en el Gobierno, lo público ha dejado de ser la solución para convertirse en el problema»

A Sumar no debe convenirle que el PSOE obtenga mayoría absoluta puesto que quiere evitar que se produzca un nuevo apagón. Ofrece una solución, pero de otros tiempos y un tanto desconcertante: nacionalizar Red eléctrica. Desconcertante porque si hay alguna empresa que tiene control estatal esa es Red Eléctrica. El Estado tiene el 20% de su accionariado y con ese porcentaje (o incluso menor, como se demuestra en el caso de Telefónica) se puede manejar cualquier sociedad, pero es que, además, en esta compañía los accionistas privados tienen tales limitaciones que no pintan nada a la hora de gestionar la empresa, excepto cobrar periódicamente los dividendos que suelen ser notables, dado que la entidad constituye un monopolio.

Ante el desastre del tráfico ferroviario tanto en cercanías como en la larga distancia, Sumar, cualquier día, nos sorprende pidiendo la nacionalización de ADIF y Renfe. Lo trágico del asunto, y lo que ellos no quieren ver, pero que resulta patente, es que desde que el sanchismo está en el Gobierno, lo público ha dejado de ser la solución para convertirse en el problema.

Felipe González en 1982 llegó a la Moncloa afirmando que su objetivo era hacer que España funcionase. Si por algo se ha caracterizado el gobierno Frankenstein es por el hecho de estar incapacitado para la gestión, para gobernar y, por lo tanto, para conseguir que España funcione.

Ya en septiembre del año pasado, el día 17, escribía en este diario un artículo titulado El gobierno Frankenstein, como la cucaracha, no puede caminar, y me refería a lo adecuado del nombre, por supuesto desde el punto de vista de su conformación. Al igual que el personaje de la novela de Mary Shelley, constituye algo repulsivo, un engendro democrático, un monstruo fruto de los intereses más dispares, muchos de ellos bastardos. Pero también en el aspecto funcional. Del mismo modo que el Frankenstein literario no es apto para la vida humana ni para integrarse en la sociedad, el Gobierno de Sánchez no es operativo, no sirve para moverse en un sistema democrático. Está hecho para la representación, para el relato, para el postureo, pero no para la gestión.

«Sánchez ni siquiera en el ámbito político persigue la eficacia, sino su permanencia»

Gobernar eficazmente resulta imposible cuando hay que atender a los intereses dispares de grupos tan heterogéneos como los que componen la alianza Frankenstein, y que tienen como única argamasa la permanencia en el poder, aunque para ello haya que menoscabar el Estado de derecho. La gestión resulta inviable cuando se persigue, ante todo, la colonización de las instituciones y cuando en el nombramiento de cargos y puestos públicos, que deberían ser técnicos y neutrales, se prima la fidelidad al líder por encima de la competencia y del conocimiento. Es quimérico que el Gobierno funcione, que la Administración funcione y, en definitiva, que España funcione.

Sánchez ni siquiera en el ámbito político persigue la eficacia, sino su permanencia. Como era de prever, en los nombramientos de los líderes regionales de su partido no ha buscado a los candidatos con más posibilidades de ganar las elecciones autonómicas, sino los que menos problemas le planteasen a la hora de continuar su política de subordinación al independentismo y garantizarse así la continuidad en la Moncloa.

El gobierno Frankenstein compensa su incapacidad para gobernar y para la gestión con la representación y con un relato victimista que tiene como fondo culpar a todo el mundo de los fracasos, y apuntarse, aunque no sea suyo, el tanto de la solución. En los desastres siempre buscan un enemigo exterior al que responsabilizar.

Ante el apagón, Sánchez se apresuró a insinuar la existencia de un ciberataque, y cuando esta posibilidad se iba diluyendo, señaló a las compañías eléctricas y se da seis meses para ver si puede encontrar la causa que confirme la teoría que más le conviene. Eso sí, al mismo tiempo asegura que no va a volver a suceder. ¿Y cómo puede garantizarlo si desconoce la causa?

«Todo es una conspiración de la ‘fachosfera’ y de la internacional del odio. Es la consigna que lanzan desde la Moncloa»

Puente se apresuró, sin prueba alguna, a tildar de sabotaje el simple robo de cobre del tendido eléctrico. La acusación era muy burda y la sospecha de que la investigación de la Guardia Civil concluiría que se trataba de un mero robo, hizo que el ministro renunciase al calificativo, pero manteniendo la insinuación. Los que lo hicieron, afirmó, eran conscientes del daño que hacían, era un fin de semana y comienzo de la Feria de abril. ¿Alguien de verdad se puede creer que unos delincuentes que van a robar cobre para obtener unos pocos euros están pendientes de esos detalles?

Detrás de las perversas eléctricas está la derecha. Es la derecha la que sabotea el tendido del ferrocarril. Al igual que era la ultraderecha la que en Paiporta abucheaba a Sánchez cuando salía huyendo como un conejo. Todo es una conspiración de fachosfera y de la internacional del odio. Es la consigna que lanzan desde la Moncloa a sus órganos internos: «Apagones sin explicación por parte de las eléctricas, sabotaje al AVE en pleno regreso de las familias, y una derecha que actúa en bloque contra el Gobierno. ¿De verdad todo esto es casualidad? El sabotaje de la derecha, cada lunes, a un gobierno legítimo no va a tener éxito».

¡Me recuerda tanto a la conspiración judeomasónica de Franco…!

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