San Juan Wokista
«Ese adalid de la objetividad y el conocimiento que debería ser el profesor ha sido convertido en una caricatura panfletera al servicio de posiciones éticas espurias»

Detalle de 'San Juan de la Cruz', del artista francés Antoine Ranc. | Wikimedia Commons
Leo la última polémica desatada en redes sociales como el masoca que siente curiosidad por qué dolor debe sobrevenirle cada día. En este caso, se trata de un padre que revela, no sin claro tono de hartazgo, que la profesora de su hijo amenaza con cascarle un suspenso a todo alumno que se refiera a Juan de Yepes con el sobrenombre por el que pasó a la historia: San Juan de la Cruz. Esta profesora argumenta, además, que su canonizado nombre es impertinente porque no están examinándose de Religión, sino de la noble y antiwokista asignatura de Lengua y Literatura.
Sorprende, honestamente, que alguien que debe ser versado y especialista en literatura pretenda despojar de eso que llama «religión» al mismísimo Juan de Yepes, ese tejedorcillo de Fontiveros. Precisamente porque es esa «religión» la que dota al poeta de la grandeza que le ha hecho formar parte de todos los cánones, y porque fueron no solo los caminos de Dios sino también los designios de la iglesia los que le llevaron a la excelencia. Sé que a esta profe le gustaría que a un pobre hombre de la pobre meseta hijo de tejedores le llegase la inspiración literaria por inspiración no divina, pero no fue así.
«¿Cómo pretende esa profesora despojar de ‘religión’ a Santa Teresa y San Juan de la Cruz?»
Aquella Salamanca del Renacimiento era un vergel cultural. Francisco de Vitoria, el padre Suárez, fray Luis de León, Báñez, Luis de Molina, Bartolomé de las Casas y tantos otros elevaron el nivel humanístico de la literatura, el derecho, la economía, la navegación o la teología. Me preguntó si esa profesora también despojará de su carácter religioso a esta especie de faros para la cultura universal que, de manera evidente, formaban parte de una u otra orden religiosa. En ese terreno florecieron Santa Teresa de Jesús y, a su sombra, ese tal Juan de Yepes del que usted me habla.
En aquella Salamanca, me pregunto si estos profesores wokistas lo saben, hubo un debate feroz sobre la libertad, en concreto sobre el libre albedrío y la influencia de Dios en los designios humanos. Ese debate que algunos piensan que se dio quizá en la Revolución Francesa o en la Constitución Americana, en España estaba ya en púlpitos y aulas la friolera de doscientos años antes. Tuvieron un papel predominante en este debate los Carmelitas Descalzos, reforma expuesta por Santa Teresa y San Juan. Los dos poetas, a través de su obra, diseñaron un camino espiritual que cambió las reglas, literalmente, de la existencia humana y, de paso, del conceptismo literario. ¿Cómo pretende esa profesora despojar de «religión» a estas personalidades?
Una vez más, tiende este país a impregnar de ideología todo, incluyendo el cerebro de un estudiante que apenas ha dado sus primeros pasos a la hora de formar su corpus moral. Así funcionamos en España: ese adalid de la objetividad y el conocimiento que debería representar la figura del profesor, esa referencia cultural que debería ser para todo estudiante un maestro, ha sido convertido en una caricatura panfletera al servicio de las posiciones éticas más espurias. Creo que viene más a cuento que nunca la última reflexión de esta columna: que Dios no coja confesados.