The Objective
Ricardo Dudda

Jonás el entusiasta

«A lo largo de sus páginas, Trueba no pierde la curiosidad y la pasión. Es una obra poética y analítica. Es poética porque no esconde sus emociones sobre lo que ve»

Opinión
Jonás el entusiasta

El escritor Félix Romeo. | Europa Press

No pude conocer al escritor Félix Romeo, que falleció en 2011, pero de alguna manera siempre me he sentido muy cercano a él. Lo he leído pero, sobre todo, he escuchado hablar de él a quienes lo querían y admiraban. Era un tipo expansivo, solidario y lleno de curiosidad. Aunque se enfadaba mucho (con las injusticias y la tiranía), lo que más le gustaba era entusiasmarse y contagiar su entusiasmo. Siempre me han gustado los críticos cascarrabias o amargos, que destrozan una obra mediocre, sobre todo cuando esa obra mediocre está protegida o amparada por el poder o goza de una popularidad desproporcionada; me parece una tarea higiénica y necesaria, especialmente en un país con un establishment cultural tan servil como el español. Últimamente, en cambio, me gustan más los críticos entusiastas, los que se esfuerzan más por acercarte a una obra brillante que por alejarte de una mediocre. En El viento sopla donde quiere (Athenaica), la recopilación de textos fílmicos de Jonás Trueba, el director español escribe sobre Romeo: «Podía ser brutal con algo que no le gustaba, pero aún era mucho más vehemente con lo que le gustaba». 

Una de sus herramientas de persuasión, escribe Trueba, era la risa. «Se reía muchísimo en la sala, se reía a grandes carcajadas porque tenía muchísimas ganas de reír y hacía de la risa una cuestión vital. Y se reía tanto en algunas de esas películas que acababa por contagiar al resto de espectadores, aunque la película no les pareciese tan divertida. La risa era uno de sus mejores instrumentos de persuasión, y la usaba constantemente, como uno de sus grandes argumentos». 

Ese texto está al inicio del libro y es una bonita declaración de intenciones. A lo largo de él, Trueba intenta contagiar su entusiasmo por el cine, de Renoir a Mekas, de Rossellini a Hong sang-soo, de Mia Hansen-Løve a Javier Rebollo. Uno acaba embriagado y contagiado, con ganas de seguir viendo cine, de seguir leyendo, de seguir viviendo. Hay otro texto que también sienta las bases del libro, sobre la película Solo los amantes sobreviven, de Jim Jarmusch. Reproduce una entrevista con el director estadounidense, que dice: «Creo que el único modo de querer vivir para siempre […], el único modo de sobrevivir a la inmortalidad, sería tener capacidad de asombro o interés por las cosas». 

Es un libro lleno de descubrimientos. El cine experimental de Robert Frank o Peter Hutton. Es también una autobiografía de su pasión. A nuestros amores de Pialat en la Filmoteca de Lisboa; un visionado en el cine de Días extraños de Kathryn Bigelow con un amor de juventud que «se llevó también a otro chico con el que se estuvo besando y metiendo mano toda la película». Una cita del pintor murciano Ramón Gaya que explica muchísimo mejor que yo el extrañamiento que sentí al ver por primera vez Mis pequeños amores, de Jean Eustache, un filme estrictamente realista que sin embargo me resulta metafísico y casi surrealista: «Para librarnos de la realidad es necesario no el evitarla dando un rodeo que nos deja fuera de la vida, sino traspasarla violentamente, más aún, vencerla con realidades, salirle respondones, violentarla. Y claro que esto no es realismo, sino camino real para el alma, camino real hasta el alma». 

A lo largo de sus páginas, Trueba no pierde la curiosidad y la pasión. Es una obra poética y analítica. Es poética porque Trueba no esconde sus emociones sobre lo que ve, y porque considera el cine una experiencia muy íntima; es analítica porque sabe desgranar con rigor por qué le gusta lo que le gusta. En estos textos se adivina el cine que luego haría, un cine libre, sin corsés, ligero de equipaje, poco planificado y radicalmente anti-manierista. En esa imperfección está su magia. Cuando escribe de Jean Renoir, dice que el director francés era consciente de que «el cine es algo inaprensible que no obedece a reglas ni fórmulas de ningún tipo, y que se trata de abrir las ventanas». Y que entre la brisa. 

Publicidad