The Objective
Juan Lobato

¿Por qué crece la distancia entre jóvenes y política institucional?

«Muchos políticos hablan raro, en sitios donde no están los jóvenes y de temas que no les afectan. Y, además, aparecen la corrupción y las falsas promesas»

Opinión
¿Por qué crece la distancia entre jóvenes y política institucional?

Ilustración de Alejandra Svriz.

«Preparad un buen corte para el telediario de La 1 sobre el CGPJ y la sala segunda, hablando sobre la complicidad creciente entre el poder corporativista y la radicalidad ultra». Esta podría ser la petición de un político tipo a su equipo de asesores un día cualquiera a las 10 de la mañana. Y en la encuesta siguiente se preguntarán por qué los jóvenes cada vez les apoyan menos y no se identifican con sus planteamientos políticos.

Se están dando unas causas muy concretas que han contribuido a que exista esta distancia entre jóvenes y política institucional y que tienen mucho que ver con el fondo y la forma en la que se hace política: Muchos políticos hablan raro, de cosas que muchas veces no son las que más interesan a los jóvenes y en sitios donde los jóvenes ni siquiera están.

Y a esto se suma un factor decisivo: la corrupción es un elemento absolutamente desincentivador de la participación en la política institucional y de partidos por parte de los jóvenes. En todas las edades la corrupción produce rechazo y desconfianza, pero en los jóvenes el impacto es especialmente grave. Y su reacción ante esto consiste en activar su rebeldía juvenil para romper el statu quo de forma eficaz y contundente. Y eso explica bastante del voto a Vox hoy en día y a Podemos hace 10-15 años. Lo que es evidente es que se ha producido un alejamiento progresivo entre los jóvenes y la política partidista tradicional, como hemos visto en diferentes estudios que analizamos en este artículo.

¿De qué habla la política?

Muchas veces de lo que hablan los portavoces políticos –y más específicamente lo que aparece de la política institucional en medios y redes sociales– no tiene nada que ver con los principales problemas y retos que sienten los jóvenes que tienen: vivienda, formación, empleo y carrera profesional, tiempo para disfrutar, igualdad, paz, transporte, etc. Aparecen muchos políticos hablando del CGPJ, la CNMV, el FMI, la OTAN, la OMC, los aforamientos, la corrupción, los familiares de los rivales… Es normal que se tenga la percepción de que en la política partidista no se habla de sus problemas.

No es que no existan representantes políticos que hablen y trabajen en los retos y problemas reales de los jóvenes. Claro que los hay. Sino que el debate público y la comunicación se genera, casi siempre, en torno a otras cuestiones que tienen más que ver con el politiqueo que con la política.

«Otra cosa que sienta muy mal es que se hable ‘para tontos’. Y que, particularmente, se considere ‘tontos’ a los jóvenes»

¿Cómo se habla en política?

Muchas veces se habla raro. Hay una tendencia a utilizar expresiones y frases poco «naturales». Es habitual escuchar en un mitin o en la tribuna de un parlamento cosas como: «desarrollaremos una iniciativa ambiciosa que ponga en marcha soluciones de habitabilidad completas que permitan desarrollar un proyecto de vida digno, especialmente para la parte de la sociedad que se encuentra en edades emancipadoras, tendiendo a garantizar la autonomía personal y familiar en condiciones justas y con oportunidades». No es fácil que un joven se identifique con un lenguaje así. Quizá sería mejor decirlo de forma más sencilla. Algo como «vamos a hacer viviendas para jóvenes». Luego además estaría bien hacerlas, claro.

Más allá de la exageración de ese ejemplo de frase parlamentaria o mitinera, es evidente que esta situación se produce continuamente y que genera un alejamiento y una desconexión con mucha gente. Especialmente con mucha gente joven, que pierde confianza y cercanía con la política de partido e institucional, también por esa falta de naturalidad en el lenguaje y las formas.

Otra cosa que sienta muy mal es que se hable «para tontos». Y que, particularmente, se considere «tontos» a los jóvenes. Cuando se usan engaños, mentiras, exageraciones o manipulaciones de los hechos se nota. Hay quienes comenten habitualmente el error de pensar que los destinatarios de esos mensajes no conocen en detalle el asunto, ni tienen toda la información, ni se van a preocupar por saber en qué consiste. Además, se piensa que, entre tanto ruido, da un poco igual lo que digas porque enseguida la cosa pasa y nadie se va a dar cuenta ni a acordarse de lo que dijiste. Cuidado.

Para empezar, un poco de honestidad sería conveniente en todo momento. Pero es que, además, siempre va a haber un pequeño grupo de población que conozca bien el asunto y detecte de inmediato el engaño, mentira o exageración. Olvídate de recuperar la confianza de esa gente, que además se convertirán en activistas de la denuncia de tus mentiras. Y no sólo eso. Aunque el resto de la población no conozca el tema, la inmensa mayoría sí sabe distinguir «el timbre inconfundible de la verdad humana», tal y como decía de Pablo Iglesias Antonio Machado, ahora que celebramos el 150 aniversario de su nacimiento.

«No se acaba de dar el salto a utilizar las redes sociales para interactuar, escuchar, dialogar, aprender, etc.»

Mucha gente sabe mucho más de lo que algunos políticos creen sobre los asuntos. Y otra mucha, sin conocer los temas en detalle, es bien capaz de distinguir cuando un político miente, engaña, manipula o canta argumentarios repetitivos. También es capaz de detectarlo, especialmente, mucha gente joven.

¿Dónde hablan los políticos?

La mayoría de los jóvenes ya no ven telediarios, ni leen prensa tradicional. No están ahí. Un estudio de la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia (CNMC) de 2022 reveló que solo uno de cada cinco jóvenes de 16 a 34 años sintonizaba habitualmente con los espacios informativos de RTVE. Sigue siendo una prioridad política tener presencia comunicativa en esos espacios tradicionales, que son muy importantes, pero que no son donde están los jóvenes. Es importante tener presencia donde si están los jóvenes: redes sociales, pódcasts, comunicación directa presencial, etc.

Por supuesto que se usan las redes sociales por parte de los partidos políticos. Pero se usan siguiendo el mismo formato que la comunicación de partido clásica. Se usan para dar un mitin, pegar carteles y repartir panfletos. Lo mismo que se hacía hace 100 años en la calle ahora se pretende hacer en redes sociales. Pero no se acaba de dar el salto a utilizar las redes sociales para interactuar, escuchar, dialogar, aprender, etc. Tampoco se acaba de entender que estar en las redes sociales no es como estar en la tele. Si estás en la tele y la gente conecta ese canal, te ven a ti. Pero si estás en las redes sociales y los jóvenes están también ahí, no te ven necesariamente a ti. La mayoría de las veces se generan pequeñitos espacios con muchos «autoretuits» y «autolikes» de políticos (y periodistas) que muchísimos jóvenes no saben que existen, o si lo saben ni se asoman por allí. Están en las redes, pero en otros lugares.

Otro espacio clave de futuro son los pódcasts. Se trata de un formato que combina la naturalidad de la cercanía, la frescura de las redes sociales y la profundidad de análisis, argumentación y propuesta de las conversaciones. Además, es un instrumento clave de fiscalización democrática, porque requiere mucho esfuerzo y confianza en uno mismo para dar la cara en un formato así, ya que se profundiza y quedan al descubierto todas las inconsistencias, debilidades y engaños que pueda haber en la posición de un político/a. No es una rueda de prensa o entrevista rápida donde dices dos titulares y cambias de tema. Cada vez tienen más seguimiento entre los jóvenes (y no tan jóvenes). Y cada vez será más evidente quienes si se atreven y quienes no se atreven a pasar por allí dos horas dando la cara. Por algo será.

«La frustración de expectativas, la falta de honestidad y la incoherencia son el caldo de cultivo ideal para el populismo»

Valores y juventud

Al final del día, además de todo lo que hemos visto, la identificación con los valores de cada uno es clave para generar mayor o menor cercanía y confianza. Muchos jóvenes valoran especialmente la honestidad y la coherencia. Y su participación social y política va a estar muy condicionada por que perciban honestidad y coherencia allí donde puedan participar.

En este sentido, como vimos, destaca la corrupción como un elemento absolutamente desincentivador de la participación en la política institucional y de partidos por parte de los jóvenes. En los jóvenes el impacto negativo de la corrupción es definitivo. Por otro lado, la mentira, la incoherencia y la frustración de expectativas generadas supone un importante obstáculo para generar confianza, también con los jóvenes.

Pongamos el ejemplo del acceso a la vivienda, que es precisamente uno de los principales problemas que sufren los jóvenes. Se han escuchado, durante décadas, en todas las campañas electorales promesas eternas y subastas del número de viviendas a construir entre los diferentes candidatos de todos los niveles territoriales y partidos. Y no se han cumplido estas promesas y expectativas. Al final, esa persona que con 20 años escuchaba promesas de «viviendas para jóvenes» cumple 40 años. Y se da cuenta de que ya ni siquiera es ese joven al que prometían esas viviendas que nunca llegaron.

La gestión de expectativas es clave. Y la frustración de éstas genera desconfianza y alejamiento. Como vimos en artículos anteriores la frustración de expectativas, la falta de honestidad y la incoherencia son el caldo de cultivo ideal para el populismo. También lo sufren, por cierto, los propios partidos que se sirven del populismo. Lo estamos viendo recientemente con algún partido que sorprendió en las últimas elecciones europeas y ha pasado también con algún otro que también tuvo éxito en las elecciones europeas de hace 11 años. La frustración de expectativas o la falta de honestidad y coherencia también les han alejado de muchísimos jóvenes que atrajeron en su momento.

La democracia basa su buen funcionamiento en la confianza de los ciudadanos en las instituciones y en las personas que las integran. Las dictaduras, sin embargo, basan su funcionamiento en el miedo. Todo lo que hemos visto en estas páginas son causas de pérdida de confianza: hablar con un lenguaje raro, de cosas raras, en sitios alejados, y por supuesto la corrupción y la frustración de expectativas.

No se trata solo del alejamiento de los jóvenes de la política. Sino que se trata, sobre todo, de la democracia.

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