The Objective
Luis Antonio de Villena

Hispanidad y leyenda negra

«Pervive la idea de que los españoles destruyeron donde llegaron mientras que nada se dice de los saqueos y matanzas de Gran Bretaña, Holanda o Bélgica»

Opinión
Hispanidad y leyenda negra

Alejandra Svriz

La llamada «leyenda negra» (la expresión nace acaso con el libro de igual título de Julián Juderías en 1914) es uno de los hechos más terribles y calamitosos de la Historia de España, pues de un modo extraño y nunca aclarado plenamente, nos ha contaminado en todo y por todo. La fiesta de la Hispanidad, que celebramos el 12 de octubre, nunca podrá ser plena sin la aclaración de esa «leyenda negra», que desde mediados del siglo XVI y en aumento, nos ha contaminado y ensuciado durante siglos y de la que muy mal nos hemos sabido defender. Hay dos hechos iniciales a tener en cuenta: el Imperio Hispánico fue una realidad gigantesca y un poder inmenso, ese poder casi universal (mayor al unirse la corona de Portugal) despertó el encono iracundo de dos enemigos salvajes, de un lado la Inglaterra de Isabel I, que envidiaba ese Imperio y lo odiaba a la vez en la controvertida figura de Felipe II, y el odio hacia los españoles de las provincias neerlandesas protestantes en lucha abierta con España que dominaba (por la herencia flamenca del emperador Carlos) el Flandes católico.

Pudiéramos decir, resumiendo un tanto, que la «leyenda negra» tiene un origen muy simple como propaganda del enemigo, algo que sigue existiendo en la actualidad. Inglaterra, que jamás pretendió liberar a nadie, sino quedarse con lo que tenían los españoles y una Holanda que pretendía su independencia y el dominio luterano, fabrican una brutal propaganda antiespañola, basada en los supuestos abusos de la conquista hispana de América. Pero lo que, al inicio, es pura propaganda bélica, con la ayuda de Francia o de una Italia rota y acaso de los judíos de la diáspora que sienten el daño de su forzada expulsión de España en 1492, se convierte en una perversa lectura de la realidad histórica de España, que los propios españoles no solo no son capaces de combatir eficazmente sino que –y aún es peor– terminan de algún modo asumiendo, incardinando esa negativa propaganda como una verdad sobre su propio ser histórico. Un desastre.

«El mayor error de España con México es el tosco expresidente AMLO, nieto de españoles»

Pero, ¿cómo fue la colonización inglesa o la más tardía y pobre colonización holandesa en Java, por ejemplo? Inglaterra fue cruel y asesina, en EEUU apenas hay indios, los mataron y alcoholizaron, y dejaron muy poco. La «depredadora» España creó el mestizaje, respetó (con los errores de todo conflicto) a los indios y edificó catedrales, iglesias de suntuoso barroco, hospitales y universidades. ¿Hacen eso unos meros ladrones, como a menudo fueron los ingleses y sus claros sucesores yanquis, que nunca dejaron de odiarnos? Sin embargo (expansión necia de esa «leyenda negra») un personaje siniestro como Claudia Sheinbaum, actual presidenta de México, se atreve –contra todo estudio histórico– a decir que España debe «pedir perdón» por la conquista del Nuevo Mundo, pero no se le ocurre algo mucho más evidente y cercano, decir a los gringos que pidan perdón a México, porque después de la independencia mexicana, EEUU se apropió de casi la mitad del territorio heredado de España: Nuevo México, Texas, Arizona, California, Nevada o Colorado (actuales estados yanquis) fueron parte de la Nueva España que heredó México y eso les fue saqueado por los gringos. Doña Claudia, dígale a Trump que pida perdón. No lo hace, bien cobarde. El mayor error de España con México es el tosco expresidente AMLO, nieto de españoles.

La «leyenda negra» (eso sí, en plena decadencia del Imperio Hispánico) triunfa y los españoles llegan casi asumir, en su declive, que son «crueles, intolerantes, tiránicos, oscurantistas, vagos, fanáticos, avariciosos y traicioneros» según explica esa propaganda el libro de Philip Howard Powell Tree of hate de 1971, oponiéndose a nuestra casi abolición civilizada. Como dije, Julián Juderías fue uno de los primeros en tratar de explicar la sinrazón de la «leyenda negra», seguido por el historiador argentino Rómulo D. Carbia con su libro de 1943, Historia de la leyenda negra hispanoamericana. Julián Marías, ya en 1985, recalca que la equivocada leyenda negra «reverdece con cualquier pretexto sin prescribir jamás». Si hoy día la conmemoración de la Hispanidad o «fiesta de la raza» tiene algún sentido no está en recordar el folclore común entre España e Hispanoamérica, o en volver a mentar el catolicismo igual (que el pobre papa Francisco olvidó por entero, poco lúcido) o los muchos logros culturales de nuestra lengua, la Hispanidad hoy debe esforzarse, pública e intelectualmente, en derrocar de una vez por todas, lo que queda –y temo que no es poco– de la desdichada «leyenda negra».

No olvido que hay hispanistas notables como el fallecido francés Joseph Perez, autor de un notable libro La leyenda negra (2009) o el británico Henry Kamen, que afirmaron que esa leyenda fue cruel e injusta, pero que ya no existe. Los españoles no lo percibimos de igual modo, porque fueron largos los siglos de la propaganda nefasta y de nuestra necia credulidad. A lo mejor, Antonio Pérez (secretario de Felipe II) o fray Bartolomé de las Casas tienen una validez más remota. Pero pervive la idea de que los españoles destruyeron donde llegaron (una visita a Hispanoamérica lo niega) mientras que nada se dice de los saqueos y matanzas de Gran Bretaña, Holanda o Bélgica sin haber dejado cultura ni mestizaje detrás. Los españoles debemos desterrar un complejo de inferioridad creado por enemigos y hacer notar en nuestra América que, si «madre patria» es una expresión antañona, la realidad de una profunda cultura común está muy viva, salvo para izquierdistas del pleistoceno. Hispanidad es negación de una leyenda negra fatal.  

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