Jesús Silva, un servidor público ejemplar
«Decidió acoger en su embajada al opositor venezolano Leopoldo López pese a los recelos que la maniobra despertaba en el Gobierno de Pedro Sánchez»

El diplomático Jesús Silva.
«Allí donde voy, se monta el lío». Jesús Silva Fernández (Sevilla, 1962-Guadalajara, México, 2025) solía repetir con sorna que siempre que le enviaban destinado como embajador o cónsul, ese lugar se convertía inmediatamente en centro de la noticia. Algo de razón tenía, pero también es cierto que casi todos los diplomáticos españoles suelen contar la misma anécdota.
Ahora era cónsul en la ciudad mexicana de Guadalajara, después de haber sido embajador de España en Jamaica (2005-2010), Panamá (2010-2014) y Venezuela (2017-2020). También fue presidente de la empresa pública Ineco, dependiente del Ministerio de Transportes, porque la ministra Ana Pastor quiso premiarle por su extraordinaria labor en la crisis que la constructora Sacyr afrontó en el Canal de Panamá.
Silva era uno de los diplomáticos españoles en activo más veteranos, si bien el gobierno Sánchez lo tenía infrautilizado en cargos de segunda fila, primero como cónsul en Ciudad del Cabo y luego en Guadalajara, su último destino y donde ha muerto como consecuencia de un infarto.
Su última plaza como embajador, en Caracas, fue su etapa más convulsa. Allí llegó nombrado por Mariano Rajoy y de allí salió por decisión de Sánchez tras ser declarado persona non grata por el régimen chavista. En sus tres años largos en Venezuela, fue un testigo privilegiado de los tejemanejes de José Luis Rodríguez Zapatero y Raúl Morodo. También fue el hombre que decidió acoger en su residencia al opositor Leopoldo López pese a los recelos que la maniobra despertaba en el Gobierno de Sánchez.
Silva era el embajador español en Caracas cuando la vicepresidenta del país, Delcy Rodríguez, aterrizó en Barajas y se vio a escondidas con el ministro José Luis Ábalos. Estaba tan bien informado, que dio la voz de alarma a Madrid semanas antes de aquel viaje del 20 de enero de 2020: avisó al Gobierno de que Delcy, que tenía vetado el ingreso en la UE, estaba preparando una gira por Europa. Pese a ello, en Exteriores nadie pareció escandalizarse por ello… y nadie hizo nada por evitarlo. Luego supimos que era el propio Gobierno el que la había invitado formalmente con una carta y que, si la Guardia Civil no le hubiera impedido su entrada en Madrid aquella noche, se hubiera visto en la capital con varios ministros españoles, según la agenda que le preparó Víctor de Aldama.
Era un gran amigo de THE OBJECTIVE, y siempre fue muy entusiasta de nuestro proyecto periodístico. Personalmente, me prestó gran ayuda para la elaboración de mi libro Conexión Caracas-Moncloa(Ediciones B, 2022). Se lleva grandes secretos a la tumba, sobre todo de los trapicheos de José Bono y Miguel Ángel Moratinos, pero siempre le recordaremos como lo que fue: un ejemplar servidor público y un hombre de enorme calidad humana. Descanse en paz.