Europa languidece; EEUU se fortalece
«Las autoridades europeas lo llaman sumisión táctica. Pero se parece bastante más a una rendición. Y nada apunta a que las cosas vayan a cambiar»

Ilustración de Alejandra Svriz.
El humillante acuerdo comercial con Estados Unidos. El arbitrario objetivo de destinar el 5% del PIB a gasto en defensa impuesto por Washington y aceptado por sus aliados europeos. Europa siempre cede. Y Estados Unidos siempre gana. Y más aún desde que Donald Trump llegó al poder a principios de año. Las autoridades europeas lo llaman sumisión táctica. Pero se parece bastante más a una rendición. Y nada apunta a que las cosas vayan a cambiar. A la ausencia de voluntad política para hacer las reformas necesarias que frenen la pérdida competitividad, se suman los graves y hasta hoy irresolubles problemas fiscales de países miembros de la Unión tan relevantes como Francia. Europa languidece. Estados Unidos se fortalece. Aquí van unos números.
Europa se ha convertido en el primer inversor extranjero en Estados Unidos. Y no solo por la imposición de Trump, como por ejemplo el compromiso de Europa de comprar productos energéticos por valor de 750.000 euros en tres años o a invertir 600.000 millones de euros en EEUU como parte del desigual pacto comercial firmado en julio. Es una tendencia que ha ido cogiendo fuerza desde la salida de Europa de la Gran Recesión (2008-2013), a raíz de que la crisis financiera pusiera en evidencia los déficits en el modelo de crecimiento europeo frente al estadounidense, identificados por Mario Draghi y Enrico Letta hace poco más un año en sendos documentos y sobre los que los 27 apenas han hecho nada para remediar.
Lo que ha estado ocurriendo en estos últimos años en la industria de innovación tecnológica –sector estratégico clave para mejorar la productividad y el asegurar el crecimiento futuro– es quizás el ejemplo más claro y preocupante de ese declive. La fuga de start-ups europeas a Estados Unidos debido a sus dificultades para escalar en el viejo continente y las facilidades que encuentran en el mercado americano, como refleja este informe reciente del Banco Europeo de Inversiones. En 10 años de vida, una start up europea habrá captado un 50% de fondos menos que su competidora estadounidense. El 60% de las empresas emergentes tecnológicas creadas en la UE acaba en manos extranjeras, principalmente de EEUU.
El mejor acceso a los mercados de capitales, la menor burocracia y más armonizada regulación entre Estados, los precios más bajos de la energía, las subvenciones a la inversión directa extranjera (con la Administración de Joe Biden) y ahora el proteccionismo de Trump han empujado a muchas empresas europeas a establecer una parte de su producción en el mercado estadounidense para beneficiarse de esas ventajas competitivas, por un lado, y sortear las barreras comerciales, por otro. ¿El resultado? La inversión directa europea en Estados Unidos creció en 200.000 millones de dólares entre 2023 y 2024 hasta alcanzar la cifra récord de 3.600 millones (más de dos veces el PIB de España). Y muy por encima de los 1.100 millones que representa la inversión de la región que llaman Asia Pacífico, que incluye a China y a Japón.
Nada hace pensar que esa entrada vaya a frenarse. Más bien al contrario. Esta semana hemos sabido que la UE ha tenido que ceder ante las presiones del presidente estadounidense sobre la compra de armamento Made in the USA. La realidad es que la industria europea no tiene capacidad para cubrir toda la demanda de material de defensa que exige su ambicioso plan de rearme, valorado en 800.000 millones de euros en los próximos cinco años. Así que los Estados miembros se han de olvidar por el momento de comprar juntos y de comprar europeo, aparcando la ambicionada autonomía estratégica.
«Comprar europeo significaba relanzar la industria europea. Esto también tendrá que esperar»
Los socios europeos traicionan también el compromiso adquirido con sus contribuyentes para justificar el importante aumento del gasto en defensa que debe salir de los presupuestos nacionales: comprar europeo significaba relanzar la industria europea. Esto también tendrá que esperar. De nuevo será Estados Unidos el país que se beneficie de este déficit. Trump se sale también de nuevo con la suya. Una de sus exigencias para apoyar a Ucrania en la guerra contra Rusia ha sido que las armas que los europeos destinaran a la defensa del país invadido fueran de origen estadounidense.
Es otra demostración del menguante poder estratégico de la Unión. Europa es el bloque comercial más importante del planeta después de China. Su modelo de bienestar social y de progreso económico es envidiable: en sus fronteras vive el 5,5% de la población del mundo, su PIB representa el 15% del total mundial y su gasto social el 40%. Todos los esfuerzos deberían estar puestos en hacerlo sostenible, pero lamentablemente nada apunta en esa dirección.
Los Estados miembros se muestran cada vez más reticentes a ceder soberanía y a hacer las reformas que exige su pertenencia a la UE ante la competencia interna de los partidos euroescépticos. Y las autoridades comunitarias se muestran en exceso complacientes con lo conseguido. La competitividad está estrechamente relacionada con nuestro nivel de vida. ¿Cuánto más ha de deteriorarse esta para lograr romper con ambas inercias?