The Objective
José María Calvo-Sotelo

Luz y taquígrafos después del apagón

«¿Ha vuelto Red Eléctrica a verle las orejas al lobo y ha decidido curarse en salud de una vez? Ojalá estemos saliendo de la etapa de echar la culpa a los demás»

Opinión
Luz y taquígrafos después del apagón

Ilustración de Alejandra Svriz.

El pasado 7 de octubre, la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia (CNMC) anunció que había recibido un escrito de Red Eléctrica de España (REE), en su condición de operador del sistema eléctrico, en el que solicitaba «la introducción de modificaciones urgentes en varios procedimientos de operación eléctricos». Y añadía que en dicho escrito REE ponía de manifiesto «la observancia en las últimas dos semanas de variaciones bruscas de tensión en el sistema eléctrico peninsular español, tales que pueden tener impacto en la seguridad del suministro si no son implementados los cambios propuestos».

El anuncio de la CNMC cayó como un bombazo en los medios, tanto que REE tuvo que emitir al día siguiente una nota de prensa en la que lanzaba un «mensaje de tranquilidad», negando que existiera un riesgo inminente de apagón como el del pasado 28 de abril. Esta petición de urgencia a la CNMC se sumaba a la instrucción que REE había enviado una semana antes a los operadores de parques eólicos y fotovoltaicos, instrucción que reducía su flexibilidad de operación ¡y sus ingresos! Por cierto, que ayer mismo por la tarde, la CNMC decidía no aprobar una de las peticiones de REE, las referentes al llamado procedimiento PO 7.4 del servicio de control de tensión.

Es importante recordar, sin embargo, que este no es el primer golpe de timón que da REE desde el apagón. El primero lo dio al día siguiente, y desde entonces ha venido gestionando el sistema eléctrico con el llamado «modo de operación reforzada», que asegura que las condiciones que se dieron el día del apagón no se reproduzcan. Este modo reforzado consiste en reducir el peso de la generación renovable en favor de la convencional (hidroeléctrica, gas y nuclear), consiguiendo así un mix de generación capaz de contrarrestar mejor las «variaciones bruscas de tensión»; y ha elevado notablemente los costes de operación del sistema –las llamadas restricciones técnicas–. Tanto es así que, a este paso, parece que nos va a costar alrededor de 1.500 millones de euros a cierre del año, a los que habrá que sumar las pérdidas del sector por la energía renovable «no integrable» en el sistema.

¿Cómo explicamos entonces este segundo golpe de timón? Parecería que, cinco meses y muchos millones de euros después, la operación reforzada no le parece suficiente a REE. Quizá no sea una coincidencia que este nuevo apretón de tuercas haya ocurrido en unas fechas en las que la generación renovable y la demanda eléctrica peninsulares presentaban perfiles muy similares a los que había en el momento del apagón el pasado mes de abril.

En efecto, durante los últimos días de septiembre y la primera semana de octubre se vio la misma conjunción maldita de la segunda quincena de abril: demandas bajas (alrededor de los 25.000 MW) por las temperaturas suaves imperantes y un perfil alto de producción renovable por horas de sol y viento, y la parada fría de Almaraz 2 prevista para el día 7. ¿Ha vuelto REE a verle las orejas al lobo y ha decidido curarse en salud de una vez? Sea como fuere, este segundo golpe de timón demuestra que el apagón de abril no fue ni un hecho aislado ni un cisne negro. Que REE recurra ahora a la CNMC con medidas excepcionales demuestra que nos enfrentamos a un problema sistémico que es el resultado de años de planificaciones no cumplidas, de mejoras regulatorias olvidadas en un cajón, de crecimiento y transformación sin control adecuado.

«Al apagón eléctrico le siguió un apagón informativo que duró más de seis semanas»

Y de todo ello el primer responsable (aunque no el único) es REE, que como operador del sistema es quien tiene en su mano los recursos, el conocimiento, la autoridad y la influencia para llevar la voz cantante. En palabras de un perspicaz abogado experto en el sector, nos enfrentamos a «un sistema que, por momentos, olvida que su mayor debilidad es creer que todo seguirá funcionando por inercia». Es la inercia que ha llevado a olvidar más de cinco años en un cajón de la CNMC la puesta al día del procedimiento de control de tensión (el antes mencionado PO 7.4) al mismo tiempo que autorizaba la conexión a la red más de 30.000 MW de nueva generación solar fotovoltaica, con las consecuencias que ha tenido para la estabilidad y la gestión de la red eléctrica. La mejor prueba de que han convivido con problemas que conocían desde hace tiempo sin atajarlos es que, apenas un mes después del día de autos, el malogrado real decreto ley anti-apagones los ponía negro sobre blanco.

Pero veamos el lado positivo de todo esto. Recordemos que al apagón eléctrico le siguió un apagón informativo que duró más de seis semanas, y cundió el desánimo entre los expertos del sector sobre la posibilidad de llegar a esclarecer alguna vez las verdaderas causas del black-out. A mayores, todas las instituciones encargadas de investigar el cero eléctrico eran a la vez juez y parte, empezando por el propio Gobierno y terminando con ENTSO-E, la agrupación de los operadores de sistemas eléctricos europeos.

A día de hoy, sin embargo, podemos decir con algo de optimismo que eso no está ocurriendo. A pesar de que todavía tendremos que esperar ¡cuatro meses más! hasta que ENTSO-E publique su informe definitivo, se han publicado otros informes, como el del reputado IIT de la universidad de Comillas, que (tirando de la base de datos de Endesa e Iberdrola) vierte luz y taquígrafos sobre las causas del apagón y por tanto sobre los posibles remedios a corto y medio plazo. Pero ningún informe será tan revelador como la operación seguida por la propia REE desde el apagón y su reciente escrito a la CNMC: «Por sus obras los conoceréis». Obras que no información, porque REE sigue sin compartir su base de datos del apagón con los operadores privados del sector o el público en general. Y a todo esto se le suma la decisión de anoche de la CNMC «promoviendo un análisis conjunto con los distintos sujetos y operadores del sistema, con el fin de reforzar la coordinación en el contexto actual del sistema eléctrico».

Ojalá estemos saliendo de la etapa del parapetarse detrás de la inescrutable «caja negra» de millones de datos y echar la culpa a los demás para entrar en la etapa del aprendizaje; y ojalá que, aparte del muy importante aprendizaje técnico, seamos capaces también de adquirir un aprendizaje político. La imagen que ha dado el operador del sistema, sometido por un lado a la agenda política de turno y por otro al de sus accionistas privados, ha dejado mucho que desear. Su transparencia y su disposición a rendir cuentas han quedado en entredicho, al igual que su reputación.

Con lo que además de actualizar los procedimientos de operación de la red y de incorporar la generación renovable (y en el futuro las baterías) al control de la tensión, quizá sea necesario reconsiderar la figura del operador del sistema, dotándolo de una mayor autonomía y liberándolo de sus conflictos de interés internos y de las ataduras que impone la cotización en un mercado de valores.

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