La transformación que no será
«La ambiciosa agenda reformista para hacer transformaciones estructurales pendientes se ha cumplido muy parcialmente»

Alejandra Svriz
¿Qué fue de la gran transformación económica que iban a traer los fondos Next Gen? ¿De esa oportunidad única para la modernización del país que su llegada prometía? Hace unos días desde la Vicepresidencia del Gobierno se anunciaba que una pasarela colgante en Torrenueva Costa (Granada) ha sido premiada como el mejor proyecto financiado con fondos europeos de 2025. «El proyecto consiste en la construcción de una infraestructura singular sobre el mar Mediterráneo para mejorar el acceso a la playa de la Joya a través de los acantilados». Seguramente la pasarela dé muchas satisfacciones a visitantes y vecinos, pero no está necesariamente alineada con los avances que la llegada del maná europeo auguraba. Su deficitaria ejecución, el destino de una parte de estos fondos a gasto corriente y la inversión en proyectos con poco potencial estructural han frustrado esas expectativas.
Con menos de un tercio de los créditos convertidos en pagos reales desde que a principios de 2021 estos recursos empezaron a llegar a España, todo apunta la ocasión histórica para modernizar la economía española se ha perdido. El tiempo apremia. Los fondos Next Gen terminan oficialmente el 31 de agosto de 2026, fecha límite para que los Estados miembros ejecuten todas las inversiones y reformas. De los casi 160.000 millones de euros asignados (casi la mitad en subvenciones a fondo perdido y la otra mitad en créditos blandos), España ha recibido 79.800 millones de euros. Más del 80% en forma de subvención. Dado que quedan solo diez meses para que se cierre el grifo, es muy probable que la mayor parte de esos préstamos se pierdan.
España ha sido consistentemente deficitaria en la ejecución de los fondos estructurales y de cohesión que recibe cada cinco años desde su entrada hace 40 años en la Unión Europea (entonces Comunidad Europea). Pero esta vez, nos dijeron, iba a ser diferente. El nuestro era el país más beneficiado de toda la UE en términos de la ayuda recibida por habitante. Y Sánchez presentó el acuerdo entre los 27 como una victoria personal, a pesar de que varias fuentes presentes en la reunión y citadas por el Financial Times aseguraron que estuvo a punto de malograrlo ¿Se acuerdan de los aplausos con los que fue recibido el presidente en la Moncloa por los miembros de su Gobierno de coalición, que entonces formaba el PSOE con Unidas Podemos?
La ambiciosa agenda reformista para hacer transformaciones estructurales pendientes, desde la transición ecológica y digital hasta mejoras en educación, empleo y cohesión social, se ha cumplido muy parcialmente. Y si de algo han servido esos anuncios ha sido para que el presidente desviara la atención del malestar social generado primero por los indultos, luego por la amnistía y en este último año los múltiples casos de corrupción que le rodean. ¿Qué dirá cuando el tiempo se le eche encima y haya dejado sin solicitar una parte importante de esa preciosa ayuda o desaprovechado el impacto estructural y transformador que podían tener los fondos sobre la economía?
Ni han servido para reducir la brecha en la productividad por trabajador de España con el resto de Europa que ha crecido en las dos últimas décadas. La renta per cápita y la capacidad de convergencia con las economías más avanzadas depende de la evolución de esta variable. Y la entrada extraordinaria de estos recursos europeos apenas ha servido para que avanzara, siempre moderadamente. Por otro lado, solo una fracción de esos fondos ha llegado a la economía real y, como señalaba hace poco la Airef, (la Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal), se ha frustrado el efecto tractor que debían tener sobre la inversión privada. Una inversión que apenas ha recuperado los niveles previos a la pandemia.
Hay también la preocupación de que parte de los fondos se hayan destinado a pagar gastos corrientes en lugar de a inversiones productivas, con efecto multiplicador en la economía. Así como a proyectos que no tengan un impacto estructural. ¿Se acuerdan del Plan E de José Luis Rodríguez Zapatero para fomentar las inversiones en infraestructuras locales, desde polideportivos a la rehabilitación de edificios municipales, con dinero público? España acabó con un déficit cercano al 10% de su PIB, fue duramente golpeada por la crisis soberana de la deuda y sumida en una recesión que se prolongó casi cinco años.
«El Banco de España se lamenta de que los fondos Next Gen no vayan a servir para reducir los niveles de deuda»
Sin ir más lejos, el Banco de España dirigido hoy por el exministro José Luis Escrivá se lamenta de que los fondos Next Gen no vayan a servir para reducir los niveles de deuda como recogía un informe de la institución previo a su mandato. El fuerte aumento del PIB ha servido para reducir el porcentaje de la deuda sobre el mismo, pero esta ha seguido creciendo en términos absolutos. La esperanza era que el impacto de los fondos en la productividad, el crecimiento y los costes de financiación ayudaran a rebajar más rápidamente la deuda, pero la incapacidad para gastar el dinero ha obligado a la entidad a rebajar esa previsión.
El programa Next Gen es un instrumento temporal extraordinario concebido para impulsar la recuperación de los países miembros que más severamente sufrieron las consecuencias de la pandemia. España fue el tercer país europeo con mayor número de fallecidos por habitante. Y su economía, muy dependiente del turismo, fue la que más tardó en superar el socavón que dejó el Covid. Ha sido luego la que más ha crecido, pero ello no significa que haya sabido aprovechar la excepcional llegada de los fondos europeos.
El consumo público ha sido, junto con el turismo y el aumento de inmigrantes, el principal motor de la expansión de estos tres últimos años. Cuando empiece a debilitarse porque se acaben los fondos Next Gen, ¿qué le sustituirá? ¿Será el final de la bonanza económica que en gran parte ha ayudado a mantener en pie al Gobierno de Pedro Sánchez? Las recientes previsiones del Fondo Monetario Internacional avisan ya de esa desaceleración en 2026 y 2027.