Las tres verdades de Bill Gates
«El magnate y filántropo sorprende al mundo al pedir un cambio de prioridades en la lucha global contra el cambio climático y rechazar las visiones apocalípticas»

Billa Gates. | Zuma Press
Hace tres semanas, una de las figuras más sobresalientes de la llamada «comunidad del clima» publicó una larga carta dirigida a los miles de delegados que acuden estos días a la Conferencia de las Partes (COP30) de Naciones Unidas sobre cambio climático en Belén (Brasil). La figura es el mismísimo Bill Gates, que ha contribuido como nadie a tender puentes entre el mundo empresarial y dicha comunidad en la lucha contra el cambio climático, y que, gracias a su extensa labor de divulgación y mecenazgo, ha logrado atraer la atención de mucha gente poco proclive a confiar en las proclamas de los activistas climáticos.
La carta, publicada en su blog Gatesnotes, trae por título Tres verdades difíciles sobre el clima (Three tough truths about climate) y ha provocado un gran revuelo en los medios de comunicación, porque muchos la han visto como una «traición» al movimiento climático que Gates ha apoyado tanto. En su carta pide a los delegados de la COP30 «realizar un giro estratégico para dar prioridad a las cosas que tienen un mayor impacto sobre el bienestar de las personas» y «enfocarse en la métrica que importa más allá de las emisiones de CO2 y de la temperatura de la Tierra: mejorar la calidad de vida».
Este giro estratégico, afirma Gates, se justifica en las siguientes tres verdades difíciles (o incómodas, con permiso de Al Gore) sobre el clima: 1. El cambio climático es un problema serio, pero no supondrá el fin de nuestra civilización; 2. La temperatura no es el mejor indicador de nuestro progreso contra el cambio climático; y 3. La salud y la prosperidad son la mejor defensa contra el cambio climático.
Ya solo el enunciado de la primera de las tres «verdades» da cuenta del giro que propugna. Gates afirma que la visión apocalíptica del cambio climático ya no se sostiene; y que la amenaza existencial (entronizada en la ley europea del clima) que se predicaba ya no es tal porque manteniendo el esfuerzo actual en innovación tecnológica llegaremos a construir una economía descarbonizada en las próximas tres décadas. Esta convicción le lleva a pedir que la ayuda a los países en desarrollo cambie sus prioridades para dar mayor peso a los proyectos que tienen un impacto más inmediato sobre la salud y la prosperidad de las personas (tercera verdad), como los de la adaptación de su agricultura al calentamiento global, el acceso universal a fuentes de energía o la erradicación de enfermedades.
Como ejemplo de prioridades equivocadas, Gates critica que entidades multilaterales como el Banco Mundial o el Banco Europeo de Inversiones hayan dejado de financiar proyectos de combustibles fósiles en países donde el acceso a la energía es muy difícil, malogrando oportunidades de mejora de la calidad de vida de la población en aras de una reducción de emisiones que apenas se nota a escala global. Y es que Gates sabe que el Acuerdo de París sobre Cambio Climático, que rige las negociaciones de las COP, establece que la mitad de las ayudas de los países ricos (Europa, EE UU y Japón, sobre todo) a los países en desarrollo se debe dedicar a proyectos de reducción de emisiones, que no tienen ningún impacto a corto plazo en la calidad de vida (segunda verdad), a excepción de la polución en las grandes urbes.
«Debemos restablecer el orden de prioridades y colocar el bienestar y la prosperidad de las personas primero»
Y conocedor de las presiones presupuestarias en los países ricos para reducir sus partidas de ayuda al desarrollo, pide a los delegados de la COP30 en Belén que reconsideren sus prioridades porque, afirma, «la comunidad climática se centra demasiado en los objetivos de emisiones a corto plazo, y esto está desviando recursos de las medidas más eficaces que deberíamos estar tomando para mejorar la vida en un mundo que se calienta».
Como vemos, Gates organiza sus argumentos en torno a los dos mundos que mejor conoce: el de la ayuda al desarrollo y la lucha contra las grandes enfermedades de su Fundación Gates por un lado; y el de la innovación tecnológica en energías limpias por otro, a través de su plataforma de inversión Breakthrough Energy, que fundó cuando el Acuerdo de París de 2015. Pero este columnista opina que las tres verdades de Bill Gates no son solo de aplicación a los países en desarrollo, sino que lo son también a los países ricos, con los matices que sean necesarios.
El mandato de estas verdades es que debemos restablecer el orden de prioridades de la acción política y colocar de nuevo el bienestar y la prosperidad de las personas a la cabeza de ellas. Por supuesto que la UE debe mantener el rumbo de reducción de emisiones de CO2, aunque China no lo haga. Pero el informe Draghi, sin atreverse a ser tan explícito, nos viene a decir lo mismo que las verdades de Gates cuando afirma que una descarbonización mal planteada (léase prioridades equivocadas) puede acabar con la competitividad y el crecimiento de la UE.
«La agenda verde no se puede llevar a cabo a cualquier precio»
Los paquetes Omnibus que simplifican y aligeran la pesada carga regulatoria de la Agenda Verde europea son el primer paso a la hora de reconocer que tenemos que reconsiderar la jerarquía de nuestras prioridades. Estados Unidos y Qatar, dos de nuestros principales proveedores de gas natural licuado, del que dependemos desde que no compramos gas ruso, han advertido a la UE que no pueden cumplir las exigencias de la famosa directiva CSDDD (¡no hay sitio en esta columna para explicar tanta sigla!) y amenazan con suspender los envíos en un futuro si no las reducimos.
Las tribulaciones de la industria automovilística por una transición al vehículo eléctrico apresurada y sin planificación, o las de la industria pesada con los altísimos costes de la energía, nos dan muchas pistas sobre cómo debemos reorientar nuestras prioridades. A pesar de tanta advertencia, la reciente ruptura de la disciplina de voto en el llamado «bloque centrista» del Parlamento Europeo por la aprobación del paquete Omnibus I prueba que todavía algunos entre nosotros no acaban de darse cuenta de que la agenda verde no se puede llevar a cabo a cualquier precio.
Al momento crucial en que nos encontramos le cuadran muy bien las palabras de Mike Hulme, autor del libro Climate Change Isn’t Everything: «Para tomarse en serio la lucha contra el cambio climático no es necesario reorganizar toda la política contemporánea en torno al objetivo único de parar el calentamiento global». Quizá la UE podría empezar por poner al día el texto con el que arranca la Ley del Clima de junio de 2021, que reza así: «La amenaza existencial que supone el cambio climático…».