The Objective
Juan Francisco Martín Seco

Calviño y la falsificación de los datos

«Los cacareados triunfos económicos del sanchismo se basan en una adulteración de las cifras de paro y en una manipulación y distorsión de las cuentas nacionales»

Opinión
Calviño y la falsificación de los datos

La actual presidenta del Banco Europeo de Inversiones y ex vicepresidenta del Gobierno Nadia Calviño. | Diego Radamés (EP)

Dicen que la que fuera vicepresidenta del gobierno Frankenstein y actual presidenta del Banco Europeo de Inversiones ha escrito sus memorias. No es exacta la apreciación porque el libro se circunscribe únicamente a narrar, por supuesto en tono laudatorio, sus actuaciones al frente del Ministerio de Economía. En realidad, este proceder está en consonancia con sus frecuentes comparecencias cuando estaba en activo, guiada siempre por la proyección del botafumeiro. Era tan importante presentar una visión positiva de la marcha de la economía que no tuvo ningún escrúpulo en maniobrar para distorsionar las estadísticas. Es algo que todos nos imaginamos entonces y algunos incluso lo escribimos, pero que ahora lo confirma ella misma en el libro que acaba de publicar.

A Nadia Calviño le pierde su soberbia y se tiene por una gran técnica, por eso no ha tenido problema en afirmar que «ayudó» al Instituto Nacional de Estadística (INE) a calcular un crecimiento de la economía española más elevado del que venían dando. Como por lo menos hasta el año 2023 los datos macroeconómicos del INE nos situaban en una posición peor que casi todos los países de la eurozona, había que «enseñar» a los técnicos del INE a elaborar las cifras que interesaban.

La clase magistral consistió, primero, en que su hombre de confianza y después sucesor en la cartera, Carlos Cuerpo, elaborase en el ministerio unas estimaciones paralelas de la contabilidad nacional en consonancia con los deseos del Gobierno. Es posible que esta buena predisposición contase para su posterior nombramiento. Y segundo, Calviño en junio de 2022 forzó la dimisión del presidente del INE, nombrando a alguien más maleable. A partir de entonces, las estadísticas se fueron enderezando en consonancia con los deseos del Gobierno.

A principios de 2024 publiqué en la editorial El viejo topo un libro titulado Tierra quemada. En él pretendía describir los errores y horrores cometidos en los cuatro primeros años de gobierno Frankenstein, por eso subtitulé el libro como Quattuor annis horribiles. Concretamente en materia económica, mantenía la tesis de que habían sido cuatro años perdidos, lo que contrastaba con el discurso de la ministra de Economía (y por supuesto también de todo el Gobierno) que no perdía ocasión para presentar en un tono absolutamente triunfalista un panorama idílico totalmente alejado de la realidad.

En el libro describía el divorcio entre la realidad y el escenario que mostraba todos los días la ministra. Señalaba —tal como era verdad— que España era el país de la Unión Europea que tardó más en alcanzar el nivel económico previo a la pandemia. Según los datos de Eurostat, la eurozona en su conjunto lo logró en el tercer trimestre de 2021, y en ese mismo momento lo consiguieron Grecia, Austria y Bélgica. La Unión Europea, globalmente considerada, alcanzó ese valor en el cuarto trimestre de 2021. Y en idéntica fecha lo recobraron Italia y Francia; Portugal y Alemania, en 2022 (primer y segundo trimestre, respectivamente). Holanda es el país que antes lo alcanzó, en el tercer trimestre de 2020.

«Economía, bajo la batuta de Calviño y de Cuerpo, había enseñado al INE cómo había que calcular los datos macroeconómicos»

En España, poco antes de las elecciones generales, el INE había facilitado el dato provisional del crecimiento del PIB en el primer trimestre de 2023, un 0,5%, con lo que esta variable no alcanzaba el nivel de finales de 2019. Sin embargo, el Gobierno quería anunciar antes de los comicios que España había logrado ya esa meta. Es muy probable que por esa razón, al ofrecer el dato definitivo, se elevó al 0,6 %, con lo que el PIB se situaba en el 99,9 % de la cuantía que tenía en el cuarto trimestre de 2019. Ese uno por mil de diferencia se consideraba insignificante (aunque represente alrededor de 1.300 millones de euros); y así, la ministra de Economía pudo salir triunfante a la palestra a proclamar que la economía española se había situado ya a los niveles precovid.

A finales de septiembre de 2023, el INE revisó las tasas de crecimiento de 2021 y 2022, pasando del 5,5% al 6,4% para el primero y del 5,5% al 5,8% para el segundo. Incrementos sorprendentes y desproporcionados. Con los nuevos datos, ¡oh, casualidad!, se alcanzó justamente el nivel de 2019 al final de 2022. Mucha casualidad, desde luego, cuando Calviño había cambiado hacía tiempo al director general del INE, porque según parece no era suficientemente complaciente con los deseos del Gobierno. El Ministerio de Economía, bajo la batuta de Calviño y de Cuerpo, había enseñado al INE cómo había que calcular los datos macroeconómicos. No obstante, a pesar de los esfuerzos que realizaron, la conclusión apenas cambiaba porque, como se ha señalado, la mayoría de los países habían conseguido ese objetivo mucho antes.

Resulta cierto que a partir de 2024, el PIB español crece por encima de la media de la UE. Sánchez y su Gobierno se basan en ello para afirmar que la economía va como una moto, que nunca ha habido un periodo mejor en la historia de España. Emplean la economía como coartada para evadirse de un escenario que se percibe como muy negativo desde el punto de vista político y democrático. Sin embargo, la tasa española no tiene nada de extraordinaria, ni se debe al buen hacer del Gobierno, ni a que, como podría insinuar un mal pensado, obedeciese a la salida de Calviño del Ejecutivo. Si está por encima de la media de la eurozona es debido a la atonía que, como consecuencia de la guerra de Ucrania, sufren las principales economías de la Unión, tales como Italia, Francia y sobre todo Alemania, y que, dada su elevada ponderación, tira de la media fuertemente hacia abajo.

A la hora de enjuiciar en un país la marcha de la economía y calificarla de magnífica, es un error fijarnos exclusivamente en la evolución del PIB. Hay que considerar otras variables que la complementan o la matizan y corrigen. Por ejemplo, la población. En 2024 la española aumentó en 458.289 personas y desde 2018 un 5% y ello explica en buena medida el incremento del PIB, pero también que en este periodo la renta per cápita de España no haya ganado posiciones respecto a la media de la UE, situándose en el 91% de ella.

«Lo que en realidad se está produciendo es en buena medida reparto del empleo, y un empleo en muchos casos de baja calidad»

En ese discurso triunfalista que mantienen Sánchez y el Gobierno, además de al crecimiento del PIB, recurren a lo que consideran las buenas cifras del empleo. Con estas estadísticas no ha sido necesario que Calviño enseñase a nadie. Solo se precisó que el Ministerio de Trabajo y el de Seguridad Social definiesen el paro según conviniese al Gobierno. El número de las afiliaciones no se identifica con el de afiliados. Y bastantes de ellos pueden tener dos o tres trabajos. Por su parte, desde el principio en las cifras de paro no se incluyó por ejemplo a los trabajadores en ERTE, que en algún momento durante la epidemia llegaron a la cifra de tres millones. Posteriormente, tampoco se está considerando otra serie de trabajadores cuya situación es en realidad la de desempleados, tales como los fijos discontinuos. Para medir adecuadamente la evolución del empleo hay que considerar la variación de las horas trabajadas, mucho más moderada que la de las otras variables, lo que indica que lo que en realidad se está produciendo es en buena medida reparto del empleo, y un empleo en muchos casos de baja calidad.

En esa pretensión de mostrar un panorama sensacional de la economía Calviño en su última etapa recurrió a la deuda pública retorciendo la interpretación de las cifras, y afirmando que el Gobierno estaba minorando el endeudamiento He visto que actualmente algún tertuliano pretende engañarnos de la misma manera. Los datos que escogen no son en valores absolutos, sino en relación con el PIB. Ocultan que la inflación, aparte de incrementar los ingresos del sector público, reduce el valor de la deuda, sea pública o privada. Favorece a los deudores y perjudica a los acreedores. Disminuye el valor de la moneda y en consecuencia el de los empréstitos. En euros, este Gobierno ha aumentado sustancialmente el endeudamiento público. No podía ser de otra manera teniendo en cuenta los déficits que ha ido presentando en todos los ejercicios. Por otra parte, las comparaciones se hacían siempre con respecto a 2021 o 2022. Porque con respecto a 2018, fecha en la que llega Sánchez al Gobierno, incluso en porcentajes sobre el PIB, se ha incrementado.

No hay ninguna razón objetiva para que Nadia Calviño esté tan orgullosa de sus 2.000 días en el Gobierno, y menos de la herencia que nos ha dejado. Los cacareados triunfos económicos del sanchismo se basan, por una parte, en una adulteración de las cifras de paro y parece ser que, según cuenta ella misma, también en una manipulación y distorsión de las cuentas nacionales. Y, por otra, en la incorporación al mercado laboral de una mano de obra en su mayoría de inmigrantes destinados a ocupar empleos de muy baja cualificación, sean autónomos o trabajadores por cuenta ajena.

Pero menos razones existen aún para que esté orgullosa de su actuación política, si consideramos que durante esos 2.000 días ha pertenecido a un Gobierno que lo era gracias al voto de golpistas y de herederos de los terroristas. No es precisamente un honor, sino un baldón, y un motivo de vergüenza, aunque le haya servido para lograr el puesto que ahora ocupa.

Ciertamente Calviño no es una excepción. El estigma de haber pertenecido a un gobierno Frankenstein que se ha saltado todos los límites democráticos y que se recordará como la época más negra de nuestra democracia perseguirá en el futuro a todos los que han sido ministros. Pero no a todos por igual. En la mayoría de ellos, hombres o mujeres, apparatchiks de partido, resulta hasta cierto punto explicable, son mercenarios. Mucho más culpables son, sin duda, aquellos que por contar con una preparación y un status previo: jueces, técnicos comerciales, exministros, fiscales, etc., se han prestado a lavar la cara al régimen sanchista; en algunos casos con el objetivo a medio plazo de obtener un honorable puesto en Europa.

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