¿Cambio climático o ruina?
«En España esa especie de superioridad moral del buenismo energético se ha convertido en una inseguridad vital que solo genera cabreo»

Ilustración de Alejandra Svriz.
La última reunión de la cumbre del clima COP30 se cerró el sábado pasado en Belém (Brasil) sin que la declaración final mencione ni los combustibles fósiles ni tampoco la necesidad de activar una hoja de ruta para abandonarlos. Como se sabe, la mayoría de los científicos opina que el calentamiento global que padecemos obedece a las emisiones de gases de efecto invernadero y estas son provocadas por los combustibles fósiles. Aunque también hay grupos de científicos que han expresado su creencia razonada según la cual, a largo plazo, el problema se solucionará sin intervención humana.
Sea cual sea la realidad meteorológica futura, las políticas verdes que se han aplicado en la UE —inexistentes en China, India y EEUU, que son los países más contaminantes— han traído a Europa auténticos desastres. A este propósito, una escritora a la que admiro, Emilia Landaluce, escribió lo siguiente en El Mundo: «La cumbre solo ha servido para que nos percatemos de que Occidente, sobre todo la UE, ha desmembrado su industria para nada».
Pero no ha sido la única en ver este fracaso. Josep Martí Blanch en El Confidencial: «Cuando hoy se apaguen las luces en Belém, se verá más gente protestando porque el mundo se va al garete, líderes haciendo grandes proclamas, otros asegurando que los objetivos que se plantean son imposibles de cumplir y, finalmente, un líder con ánimo de superhéroe —este año le toca al anfitrión Lula da Silva— tomando las riendas de las negociaciones para conseguir finalmente un acuerdo del que se acabará diciendo que no es suficiente, pero que es importante. […] Dejando a un lado a las gentes de buena voluntad y mejor espíritu que acuden a estos encuentros, las cumbres climáticas son en el plano político el lugar al que asisten los líderes —cada vez menos— para hacer ver que creen lo que dicen pero no cumplirán lo que prometen».
Como ejemplo de estas políticas verdes ahí está Alemania: cerró las centrales nucleares y pasó a comprar gas a Putin y a levantar nuevas centrales de gas y de carbón o de petróleo. En España se apostó por las renovables que, en palabras de Landaluce, no terminan de ser efectivas ante episodios como el apagón, que fue una muestra del fracaso.
«Menos ideología y más ciencia y consensos mundiales es lo que se necesita para atacar el problema y solucionarlo»
En España se han disparado los costes de la vida, y esa especie de superioridad moral del buenismo energético se ha convertido en una inseguridad vital que solo genera cabreo. Los jóvenes se casan porque entre dos se afronta mejor la vivienda; respecto a la natalidad, ¿cómo vas a tener hijos si no tienes dónde caerte muerto? Los que hicieron todo lo posible contra las recalificaciones para construir se quejan ahora del precio de la vivienda.
Landaluce contaba lo que está pasando en California. Tom Steyer, un multimillonario reconvertido en activista climático, se va a presentar a gobernador de California contra Gavin Newsom, otro activista. «Los costes de la vida están arrasando a los californianos», dijo este último en una retórica similar a la de Mamdani. Lo paradójico es que muchas de las medidas que han encarecido la vida en California son fruto de los negocios de estos millonarios.
En efecto, la luz en California es un 80% más cara que la media en EEUU (138% en el caso de la industria); el salario mínimo ha subido allí un 8,3%, pero ese ascenso se lo ha comido una inflación del 28%.
Se llame cambio climático o calentamiento global, el hecho es que nuestra atmósfera se está calentando y que las medidas que se vienen tomando, al menos en la UE, no han traído nada bueno. Menos ideología y más ciencia y consensos mundiales es lo que se necesita para atacar el problema y solucionarlo.