The Objective
Fernando Savater

Luchar por la paz

«Una voz plural y unos derechos ciudadanos que representa mejor que nadie María Corina Machado, obligada a vivir oculta y hoy felizmente Premio Nobel de la Paz»

Opinión
Luchar por la paz

Ilustración de Alejandra Svriz.

Como en otras ocasiones, la concesión del Premio Nobel de la Paz 2025 a la disidente venezolana María Corina Machado ha despertado fuertes controversias. Se han opuesto los izquierdistas más simplones —la inmensa mayoría— que no pueden aceptar que una figura política indudablemente de derechas sea premiada por su lucha contra una dictadura de izquierdas. Ellos prefieren a Maduro, que ha arruinado de modo casi asombroso a un país rico como Venezuela y ha provocado la huida de millones de venezolanos, además de no aceptar el resultado de unas elecciones razonablemente limpias que pedían claramente un cambio de régimen pacífico. A María Corina Machado se la impidió torticeramente presentarse como candidata a esos comicios, pero su tirón popular es tan grande que los ganó de todos modos, por persona interpuesta de su representante político Edmundo González. Cientos de miles de venezolanos votaron la oposición al régimen chavista, a pesar de las intolerables presiones y las constantes amenazas. Esos ciudadanos, que no quisieron abandonar su país saqueado por una narcodictadura ni asistir de brazos cruzados a la enésima jugarreta del poder oficial para burlarse de la voluntad mayoritaria, han dado realmente una lección de firmeza democrática en circunstancias muy difíciles a los comodones partidarios del «esto no tiene remedio». Créanme, sé de lo que hablo porque conozco los casos de personas muy queridas que el día señalado acudieron con horas de antelación a las urnas con la esperanza de que por fin se escuchara su voz y se respetaran sus derechos. Una voz plural y unos derechos ciudadanos que representa mejor que nadie María Corina Machado, obligada a vivir oculta en la clandestinidad para no padecer el castigo del régimen (que ya ha recurrido antes de ahora al encarcelamiento, la tortura y aun el asesinato) y hoy felizmente premio nobel de la paz, distinción mundial que nadie ya podrá arrebatarle

Y no será por falta de ganas de una cáfila de personajes y personajillos dispuestos a todo con tal de que la izquierda internacional no pierda uno de sus bastiones, por repelente que sea. En España tuvimos que oír rebuznos como los de Pablo Iglesias, sosteniendo que premiar a la valiente Machado equivale a condecorar a Hitler. Para un ciudadano español es humillante recordar que un polichinela político como este ha sido vicepresidente de nuestro Gobierno, antes votado por millones de acémilas despistadas al grito de «¡sí se puede!». En efecto, se puede empeorar democráticamente, como quedó demostrado, aunque ahora son más los arrepentidos que los orgullosos de aquel trance. Y eso que todavía tenemos con mando en plaza y majadería en la boca a Yolanda Díaz… Nuestro Gobierno (¿hasta cuándo abusará de nuestra paciencia?) no felicitó a la señora Machado, a pesar de los obvios vínculos culturales y hasta genéticos de España con Venezuela, de las resonancias democráticas de su heroico enfrentamiento con la dictadura chavista que tanto nos recuerda a lo ocurrido en nuestro país durante el franquismo y hasta la necesidad de hacernos perdonar la viscosa complicidad de Zapatero con el tirano caribeño.

Por supuesto también han denostado el galardón unos cuantos escritores hispanoamericanos de segunda o tercera fila, de esos acomplejados que abominan de Estados Unidos se porte como se porte, aunque les eche una mano para librarse de los «ogros filantrópicos» (Octavio Paz dixit) a los que deben su atraso. Representante eterno de esos progresistas con freno y marcha atrás es el también Nobel Adolfo Pérez Esquivel, cuyas intervenciones patéticas padecimos durante los años de plomo del terrorismo etarra y que con mejor o peor intención se equivoca siempre en sus diagnósticos. En cambio, no cabe duda de la intención pésima de Julián Assange (no hay boda sin la tía Juana) con su carta a la Fundación noruega para que no entregue el premio a María Corina, a la que acusa de criminal y sanguinaria. Otro que esperaba el Nobel de la Paz por sus diversas bribonadas (tan admiradas por algunos periodistas españoles que le tienen como santo patrono) y que no perdona a quienes lo obtienen en su lugar, sobre todo si son de derechas.

La mejor defensa del premio a María Corina Machado ha venido de quien corresponde, Jorgen Watne Frydnes, presidente del comité para el Nobel de la Paz. Un análisis fascinante y minucioso de la dictadura chavista, de sus indudables delitos y de cómo ha rechazado todas las oportunidades que ha tenido de salir pacíficamente con dignidad de ella. El pecado de la premiada es haber agradecido a Trump su apoyo, el único verdadero (aunque sea muy interesado) que ha recibido porque la Unión Europea sigue fiel a su postura letárgica. Trump está empleando la fuerza contra Maduro, después de que este la haya empleado reiteradamente contra los venezolanos. Cuando el dictador se niega a marcharse… ¿Qué hay que hacer? ¿Resignarse, sufrir todo el tiempo que haga falta y ofrecer nuestros padecimientos al cielo por la redención de los paganos? Cuando terminó la Segunda Guerra Mundial, muchos republicanos españoles esperaban que los Aliados interviniesen para liquidar la dictadura franquista. No hubo tal intervención, pero desde luego no hubiera sido censurada, aunque hubiese empleado cierta violencia. ¿O acaso es preferible haber tenido que aguantar las décadas ominosas bajo la férula de nuestro dictador gallego? Valiente María Corina, enhorabuena por el alto y merecido premio que te han dado. Y a tus críticos que les den… aunque no precisamente un premio.

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