
Iglesia y pederastia: el problema y la responsabilidad
La tradicional gestión de los casos de pederastia dentro de la Iglesia católica ha ocasionado los graves problemas de credibilidad a los que se enfrenta a cada paso la institución.

La tradicional gestión de los casos de pederastia dentro de la Iglesia católica ha ocasionado los graves problemas de credibilidad a los que se enfrenta a cada paso la institución.

Uno es lo bastante viejo para recordar cuando aquello del debate político basado en datos iba, al menos sobre el papel, de emplear la evidencia disponible para debatir sobre policies, no de usar credenciales académicas para mover cubiletes con bolitas, despistar al personal y hacer trilerismo sobre politics.

Gardel insiste en lo de que “es un soplo la vida” pero yo no sé qué está diciendo, la vida pesa un quintal y cómo volver tras este estío, si en realidad nunca te fuiste del todo. O qué. Se nos va yendo agosto y los días se acortan como aquellas velas del Zara Home, pero sin el olor a vainilla y minimalismo: qué bien huele siempre en estas tiendas.

Viajé en un Blablacar con alguien que me dijo que no había votado nunca y que pensaba que “cuanta más gente vota, peor es el resultado.” Era alguien formado, viajado, con intereses cosmopolitas. Yo le respondí con algunos clichés que he interiorizado: que la democracia no está hecha para que salga el mejor resultado, sino para que simplemente todos tengamos voz y participemos; le dije la frase de Churchill que realmente no es de Churchill: “la democracia es el peor sistema de gobierno a excepción de todos los demás.” Pero me sentí en cierto modo impotente. Algo tan obvio me resultaba difícil de explicar de manera breve y convincente. Él aceptó que era un mal menor, y yo acepté que el votante racional obviamente no existe. Pero no supe explicar por qué creo en la democracia sin usar abstracciones o metáforas (quizá porque no soy alguien especialmente persuasivo).

Es una paradoja incomprensible, y un operación que puede tener consecuencias negativas para España y los españoles. Pedro Sánchez, como antes ZP, se ha empeñado en resucitar a Franco para que parezca que el dictador está vivo

La soledad es una de esas materias literarias sobre las que una narración crece sana y robusta, sea en género novela, poesía, teatro o cine. Lo pensaba el otro día al leer que este agosto se cumplen quince años del estreno de la que quizás pase por ser la oda a la soledad más perfecta que nos ha legado el séptimo arte: «Lost in translation».

El filósofo Clément Rosset recibió en una ocasión una nota anónima en la que se leía: “Lo que tomamos por una versión perversa de la realidad, es la realidad misma”. Eso es lo que comprendí yo una mañana que estaba en la Plaza de Ocata, aquí al lado de casa, tomando un café y leyendo a Epicteto.

Porque hubo tantos Francos como etapas del siglo en que le tocó vivir: estaba el militar raso, superviviente heroico y jüngeriano de la guerra de África

Las polémicas se suceden a tal ritmo que caen líderes, ídolos y referentes morales que todavía no sabía que existían. Así la actriz Asia Argento que, por si ustedes tampoco la conocen, parece ser una de las voces cantantes del #MeToo, que había denunciado públicamente que Harvey Weinstein abusó sexualmente de ella.