THE OBJECTIVE
Aurora Nacarino-Brabo

Podemos: de la voz del precariado a la defensa de los oligopolios

Hace unos años, el 15M supuso la culminación de un proceso de hartazgo ciudadano creciente, alumbrado bajo las inclemencias de la crisis económica, alimentado por un desempleo desenfrenado y agravado por una percepción social de corrupción impune y generalizada.

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Podemos: de la voz del precariado a la defensa de los oligopolios

Hace unos años, el 15M supuso la culminación de un proceso de hartazgo ciudadano creciente, alumbrado bajo las inclemencias de la crisis económica, alimentado por un desempleo desenfrenado y agravado por una percepción social de corrupción impune y generalizada.

Aquel movimiento espontáneo y anárquico que pobló las plazas españolas durante el mes de mayo del año 2011 pronto se desveló fútil para alterar el entramado orgánico o alcanzar un impacto legislativo. Llegó el otoño y Rajoy se alzó con la mayoría absoluta, demostrando que ningún clamor de indignación popular podía derrotar a la silenciosa maquinaria electoral conservadora.

Hubo un grupo de profesores universitarios vinculados a la izquierda que extrajo valiosas enseñanzas de aquella decepción. La primera: que para transformar el paisaje político español era necesario actuar dentro de los canales del sistema. La segunda: que existía un espacio para crear un nuevo partido que recogiera la decepción con las viejas siglas y la frustración de la sociedad española que se habían expresado en el 15M.

De aquellas lecciones nacería Podemos. La nueva formación se presentó como la voz organizada, jerarquizada, institucionalizada de la indignación que había acampado en las plazas. La apuesta fue un éxito que hoy ostenta en el Parlamento 71 escaños y que cosechó 69 en su primera participación nacional: el debut más fuerte de un partido en democracia.

Sin embargo, cuando se cumplen seis años de la eclosión del movimiento indignado de la Puerta del Sol, el partido que nació para recoger su testigo ha propiciado tan pocos cambios como aquel. Con alguna diferencia. El 15M no pudo detener a la derecha por no participar de los cauces normativos. Podemos, dentro del sistema, tuvo la llave para hacerlo y no quiso que se materializara aquel cambio posible.

Las demandas laborales y salariales de aquellos jóvenes indignados que se marchaban por centenares a Inglaterra y Alemania han devenido en la defensa de grupos profesionales que reivindican privilegios y rechazan la competencia. La causa de los camareros mal pagados y de los investigadores precarios ha dado paso a la bandera de la estiba y el taxi. Bajo el disfraz de la lucha sindical, Podemos se ha convertido en el paraguas de los oligopolios. Tal vez, alguien debería recordarle a Pablo Iglesias que hace mucho tiempo que aquellos a quienes aspiraba a representar no cogen un taxi.

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