THE OBJECTIVE
Gemma Bargues

Si Aylan levantara la cabeza

Entre tanta infoxicación sobre lo ocurrido en Siria y la crisis migratoria que atraviesa Europa, me topo con un vídeo emitido en el canal de Al Jazeera en el que un niño sirio lanza un mensaje claro a cámara: «Nosotros no queremos ir a Europa, solo pedimos que pare la guerra». Más razón que un santo.

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Si Aylan levantara la cabeza

Entre tanta infoxicación sobre lo ocurrido en Siria y la crisis migratoria que atraviesa Europa, me topo con un vídeo emitido en el canal de Al Jazeera en el que un niño sirio lanza un mensaje claro a cámara: «Nosotros no queremos ir a Europa, solo pedimos que pare la guerra». Más razón que un santo.

Entre tanta infoxicación sobre lo ocurrido en Siria y la crisis migratoria que atraviesa Europa, me topo con un vídeo emitido en el canal de Al Jazeera en el que un niño sirio lanza un mensaje claro a cámara: «Nosotros no queremos ir a Europa, solo pedimos que pare la guerra». Más razón que un santo.

Y me encuentro con otro vídeo, en este caso, de un periodista entrevistando a una niña cristiana iraquí. Me deja perpleja la madurez con la que, a sus 10 años, asume la realidad que le ha tocado vivir: “Dios es sabio, nos ama y no dejó que el ISIS nos matara. Ese mismo Dios también ama a quienes están haciendo el mal en Siria; yo rezo cada noche pidiéndole que les perdone y tenga piedad de ellos”. El periodista se queda mudo, y yo, ante el amor incondicional que esta niña siente por Él; un amor que no admite rencores ni venganzas, ni siquiera contra hombres que asesinan a su propia familia y amigos.

Y mientras, ahí anda Europa “gestionando” el drama migratorio en el que está metido. ¿De quién es el problema, de Europa que no da a basto para acoger a los refugiados o de una guerra eterna marcada por las masacres colectivas, violaciones sexuales masivas y la principal y más trágica, la muerte? Porque ojo al dato: cerca de 7.000 mujeres y 15.000 niños han fallecido en el conflicto; civiles inocentes echados al montón de la basura, como un daño colateral del que ahora Europa ha de hacerse cargo, a modo de recogedor que se ha visto desbordado por los cuatro costados.

No miremos a otro lado, no digo eso, pero tampoco le quitemos responsabilidad a quienes tienen el poder y el deber de acabar con toda esta porquería.

¿Qué diría Aylan si levantara la cabeza? Seguramente, sentiría pena de ver que su maldita suerte ha sido nacer en un país en guerra –una guerra que le vendría diez tallas grande, pues él solo desearía ser un niño y tener vida de niño-, como igualmente lo querría el de esta imagen.

 

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