RSF responsabiliza a la censura informativa de China de la pandemia del coronavirus
La ONG denuncia que la represión que sufrieron prensa y ciudadanía para informar sobre la expansión del Covid-19 en las primeras fases fue determinante
La primera vez que oímos hablar de este coronavirus, el Covid-19, fue a principios de año: muchos ciudadanos de Hubei comentaban que el bicho estaba extendiéndose a toda velocidad, que provocaba neumonías gravísimas, que estaban cayendo como moscas. La prensa, sin embargo, calló; el represor Partido Comunista chino ahogó las críticas rápida y ferozmente. La organización Reporteros Sin Fronteras publica un informe en el que denuncia que la censura china es la principal responsable de la propagación mundial de este coronavirus, desde hace semanas reconocida por la OMS como pandemia.
La investigación sugiere que, a falta de periodismo independiente —China incluso vetó a 13 corresponsales norteamericanos de medios tan contrastados como The New York Times o The Washington Post—, muchos ciudadanos de a pie se jugaron el tipo para denunciar lo que estaba ocurriendo. El primero y más simbólico fue el joven oftalmólogo Li Wenliang, que comentó en un grupo privado de colegas médicos el 31 de diciembre de 2019 que tenía las pruebas de que la escalada de neumonías y muertes registradas en Wuhan, capital de Hubei, correspondía al nacimiento de un nuevo coronavirus. Los miembros del grupo corrieron la voz a toda prisa la información, tan rápido que llegó a manos de las autoridades un par de días después. La policía retuvo a Li y otros siete compañeros, los interrogó durante horas y los obligó a firmar un documento donde aseguraban que todo aquello eran «rumores falsos». Li, como saben, murió el 7 de febrero por el virus que descubrió. Para ese momento, la ciudad de Wuhan llevaba dos semanas cerrada por el gobierno para frenar la expansión.
“La crisis del coronavirus ha llamado la atención sobre la profunda sed de información fiable que tiene la sociedad china, saturada de propaganda», sostiene Daniel Bastard, jefe del departamento de RSF para Asia y el Pacífico, en un comunicado de la organización. «El gobierno de Xi Jinping ha respondido con una brutalidad mortal». Hay muchos ciudadanos que experimentaron la presión: un abogado de Heilongjiang que tomó un tren a Wuhan el 23 de enero para entrevistar a familiares y afectados y contar desde la primera línea lo que el régimen silenciaba; un empresario textil que el 25 de enero comenzó a publicar vídeos de hospitales y autobuses llenos de cadáveres; un reputado epidemiólogo que, ya a finales de febrero, desmontó en un artículo en inglés la teoría de que el virus fuera un enemigo enviado desde el extranjero. De hecho, la hipótesis más respaldada es que el virus se originó en un mercado con animales de Wuhan como resultado de las pobres medidas sanitarias e higiénicas requeridas.
Todos ellos —todas sus publicaciones— fueron acalladas. Sin embargo, la censura no fue suficiente para negar la evidencia, aunque sí para posponer su revelación. En estos momentos, consta oficialmente la muerte de más de 21.000 personas, cerca de 470.000 contagiados y una incipiente crisis económica cuyo impacto todavía es difícil de calcular. RSF no duda en responsabilizar a un Gobierno chino que, meses después del origen de la pandemia, está obteniendo millonarios acuerdos comerciales para la venta de productos sanitarios a países europeos, como España —el segundo foco del continente—, y elogios por su compromiso para erradicarla.