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Casas de acogida: un viaje hacia lo desconocido

Casas de acogida: un viaje hacia lo desconocido

Cuando los padres pierden la tutela de su hijo, se inicia un proceso de incertidumbre en el que los traslados de un lugar a otro están a la orden del día

“Si una flor tiene mala tierra, enferma, se marchita y acaba muriendo”; de esta manera los médicos explicaban a Patricia la muerte de su madre cuando ella tenía siete años. Nueve años más tarde la frase que Patricia repetía a su mejor amigo era: “Yo creo que mi padre se va a morir”. Había empezado a visitar mucho al médico y, tiempo después, se enteró de que estaba muy enfermo. Le daba las medicaciones y le ponía las inyecciones; incluso dormía a su lado “con un ojo abierto, porque papá soñaba que se curaba y se quitaba la vía”. 

Tras la muerte de su padre, sus hermanas y ella se trasladaron al centro de Madrid junto a su abuela para estar cerca de sus tíos y comenzar una nueva vida, pero ante cualquier cambio o apoyo Patricia no olvida: “Nunca llegas a acostumbrarte del todo, nadie te puede reconfortar porque nadie podrá llenar el vacío que te queda”.

Cada año, 8.500 menores quedan en situación de orfandad, y únicamente el 45% de ellos vive con otro miembro de su familia. Actualmente, alrededor de 18.000 niños residen en casas de acogida en España. Aparte de la situación de orfandad; los malos tratos, el alcoholismo, las drogas y el abandono por parte de los progenitores se encuentran a la orden del día en los motivos de por qué cada año alrededor de 8.000 menores entran en régimen de acogida en España. 

Un futuro incierto

En el momento en el que un niño es separado de sus padres o estos renuncian a él, automáticamente se le lleva a una residencia de primera acogida; allí se encuentran los menores que ingresan por procedimiento de urgencia. Los servicios sociales realizan un estudio para valorar la situación y proponen a la Comisión de Tutela la medida más adecuada. El período de estancia en estos centros oscila desde las 24 horas a varias semanas. Una vez completado su paso por estas dos residencias, los menores puede que vuelvan de nuevo con sus familiares o que requieran ampliar el período de protección. 

Las residencias de primera infancia acogen a menores, con carácter temporal, en tanto se solventan las dificultades familiares que dieron lugar a la medida de protección. La novedad en este tipo de casas es que durante este rango de edad se intenta que aquellos niños que no pueden retornar con sus familias de origen crezcan con otras a través de la figura del acogimiento. El cambio tan radical que sufren los pequeños al ser trasladados hace que les cueste mucho adaptarse. Algunos padres llevan a sus hijos directamente a estos centros, porque aceptan el problema que existe dentro de la familia y deciden alejar al menor de ese ambiente tan desestructurado. 

La directora de uno de estos centros, desde que llegó en 1997 a la residencia, acuesta todos los días a los pequeños. Recorre sus camas, uno a uno, dándoles un beso de buenas noches. “Cuando alguno se despierta de madrugada, te llaman mamá y les tenemos que explicar que nosotras no somos sus madres, pero, sinceramente, pienso que la maternidad no es solo tener un hijo, sino cuidarlo como tal”, cuenta. “Tuvimos un caso de una niña de cinco años, que su madre estaba en la cárcel. Era una mujer que tenía graves problemas recuerda. No sabemos qué fue de la niña, solo que iba a tener un futuro muy duro, y todavía hoy nos seguimos preguntando qué fue de ella”. 

En un lugar llamado “hogar”

Los recursos de acogimiento residencial, también llamadas “hogar”, están destinados a menores de entre 3 y 18 años. Su objetivo principal es no separar a los niños de su contexto normalizado de convivencia. “Si los niños son pequeños, tienen altas posibilidades de que les acojan en adopción, ya que las familias que quieren tener hijos es lo que más demandan afirma la directora de un centro de acogimiento residencial. El problema surge cuando solo uno de los hermanos es adoptado y el otro se queda aquí. Es muy duro”. Antes de que sea adoptado, se le pregunta al menor si quiere tener una nueva familia. 

También existen los llamados recursos de grupo familiar. Son residencias de pequeño tamaño, normalmente viviendas vecinales, que se asemejan por su estructura o ambiente familiar. Hay un total de nueve casas de este tipo sólo en la Comunidad de Madrid. Acogen a menores para los que se prevé una estancia de gran duración debido a las dificultades de retornar a su familia o ante la ausencia de otras alternativas, como el acogimiento familiar. 

La familia que te elige

De los 8.000 menores que entran anualmente en régimen de acogimiento en España, el 30% lo hacen en familias de acogida. Estas parejas dan amparo a menores, entre cero y tres años, durante doce meses, mientras la Administración resuelve la situación del menor. “Le hice un libro a la niña contándole que nosotros no éramos sus padres y que en cualquier momento, a lo mejor, se tendría que separar de nosotros”, cuenta Ernesto, padre de acogida.

Cualquier casa de acogida tiene derecho a acceder al programa de acogimiento residencial, donde la educación del menor, el trabajo con la familia biológica (si está) y el cuidado y la promoción de la salud son las funciones básicas de la familia auxiliar. 

Una vida dura, llena de traslados, incertidumbre y desconfianza, es la que sufren alrededor de 15.000 menores actualmente. “Hay niños que, tras el abandono de sus padres biológicos, han sido adoptados y a la primera travesura les devuelven, como si de simples objetos se tratasen explica un educador social Te ponen cualquier excusa, pero yo siempre les digo: no os excuséis; al fin y al cabo, estáis abandonando a un niño”.

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