Eduardo Rosuero, el comunista de Vox: «Franco unió a los españoles y ahora la izquierda trata de separarnos»
El antiguo sindicalista sostiene que ha cambiado de ideología, pero no de valores, porque el partido de Abascal proclama «todo lo que he sentido de niño»
La historia de Eduardo Rosuero es una historia de viajes. Los hay puramente físicos, de miles de kilómetros, al otro lado del mundo. Y también familiares, laborales, sentimentales y hasta políticos. Su última travesía, que ha dado lugar a un libro, es la más inverosímil de todas: cambiar décadas de militancia comunista por Vox. Hay quien no lo entiende, pero este madrileño que está a punto de cumplir 90 años lo explica con tono pausado: «He cambiado de ideología, pero no de valores». Rosuero afirma que la formación verde proclama todo aquello que ha sentido de niño: el amor a la patria, a la familia, a la historia y a una lengua que hablan más de 500 millones de personas. «Deberíamos sentirnos orgullosos».
Los padres de Rosuero eran de Burgos. Llegaron a la capital en 1918. Su progenitor consiguió un empleo en la empresa de ferrocarriles y su madre se colocó en la casa de un diplomático español que trabajaba en París. «Cocinaba muy bien», rememora. A través del teléfono, Rosuero relata a THE OBJECTIVE que su padre simpatizaba con el socialismo, pero que no participaba en ninguna organización. Él nació en 1932, durante la Segunda República, en una casa de obreros de las vías en el barrio Picazo, hoy Entrevías. Su vida ha estado siempre vinculada al tren, aunque a los 14 años entró a trabajar como aprendiz en una fábrica de escayolas en la actual Avenida de la Albufera, en el distrito madrileño de Puente de Vallecas.
El Sindicato Vertical
«Pagaban muy bien, pero las condiciones laborales eran penosas». Aquella experiencia marcó su existencia para siempre. En enero de 1948 aprobó una oposición para ingresar en Renfe, donde se convirtió en técnico de locomotoras. «Era un taller muy antiguo, pero comparado a lo anterior a mí me parecía el paraíso». Los talleres generales de Atocha eran entonces los más grandes del país, con más de 3.000 trabajadores. Rosuero despertó ahí al sindicalismo. Comenzó a militar en la Juventud Obrera Cristiana (JOC), un movimiento internacional de jóvenes obreros cristianos. Entró por influencia de un sacerdote, que les obligaba a hacer ejercicios espirituales. Años más tarde dio el salto al Sindicato Vertical: «Con el franquismo no había otra opción».
El contacto diario con miles de trabajadores le llevó hasta el PCE, que este año cumple un siglo de vida. Comenzó a colaborar dando dinero para ayudar en su organización clandestina y, unos años más tarde, su enlace sindical, José Luis Nieto, a instancias del histórico Marcelino Camacho, le pidió que organizara al gremio de los empleados del transporte. Rosuero se convirtió así en unos de los fundadores del sindicato Comisiones Obreras (CCOO) en Madrid. «Mi labor era solucionar los problemas que le surgían a los trabajadores». Aunque entonces comenzaron los suyos: «Estuve procesado. Pasé un mes en la cárcel de Carabanchel, pero me indultaron. Mi abogada era Cristina Almeida», rememora muchas décadas después.
– ¿Cómo alguien que ha sufrido el franquismo apoya a un partido que no lo condena?
– Pero Vox no tiene nada que ver con la dictadura. Franco amaba a los españoles. Intentó unirnos y ahora la izquierda trata de separarnos. Me ha decepcionado.
La traumática muerte de su primera esposa en 1984 supuso un punto de inflexión para Rosuero. La pérdida le sumió en una gran depresión. Para superarla le recomendaron viajar. «Elegí aquellos lugares a los que siempre había anhelado ir por mis ideas: la URSS, Cuba, Yugoslavia… Me di cuenta de que todo lo que nos contaban era mentira. Fue una gran decepción, aunque el proceso fue gradual». Cuenta que con Marcelino Camacho, Simón Sánchez Montero o Ramón Tamames tenía mucho feeling, pero que después de ellos, «nada». Se volvió a casar con una mujer 17 años más joven y en 2005 abandonó su militancia comunista. Durante años votó en blanco y llegó a apoyar al PP, pero no le convenció Mariano Rajoy.
«Oí que Abascal organizó otro partido y me afilié en 2014. Si estoy en Vox es porque lo que he sentido de niño está aquí: el amor a la familia, a la patria… Solo hay un partido que tiene en consideración todo lo ancestral que nos une», afirma Rosuero. Cree que ninguna otra formación es capaz de defender «con tanto orgullo» las tradiciones y la lengua, por eso forma parte de la organización que lidera Santiago Abascal. Aunque Rosuero no es fan de dirigentes concretos: «Hay un equipo estupendo. En el Congreso dan auténticos recitales».
– ¿Y las políticas contra el colectivo LGTBI?
– Eso es falso. En Vox también hay homosexuales. Se respetan, lo que pasa es que tienen que ponernos un sambenito. También es falso que durante el franquismo persiguieran a los homosexuales. Yo de joven he ido a fiestas con ellos y cómo se lo montaban.
Vox tiene una decidida estrategia por la transversalidad. El objetivo es captar votos en la clase obrera. Repiten como un mantra que ya no existe la tradicional división de izquierda y derecha. Rosuero lo cree firmemente. Por eso ha escrito Travesía de un militante comunista a Vox, un libro que en un centenar de páginas relata su experiencia personal. Un auténtico viaje político. «Estaba empeñado en contar la verdad. No quiero que se olvide, que se borren mis vivencias. Si de paso mi historia puede ayudar a Vox, bienvenido sea». Al antiguo militante comunista aún le queda un viaje por hacer. Sueña con ver a su nuevo partido en el poder. «Sería ideal, pero hay fuerzas internacionales implicadas y no nos lo van a permitir».