Las cinco 'perlas' de Éric Zemmour: «Las mujeres son rehenes de los gays»
El ahora candidato francés cargó las tintas en su etapa de escritor contra la ‘Isla de las tentaciones’, David Beckham, los modistas, el capitalismo o la monogamia
Si uno lee solo partes de la obra literaria de Éric Zemmour puede tardar en saber si se encuentra ante un radical de izquierdas o de derechas. Sus críticas a la globalización, al modelo de producción capitalista o a la mercantilización del futbol bien las podría secundar Pablo Iglesias, aunque su discurso apocalíptico para «salvar» Francia del ascenso del islamismo y del feminismo de cuarta ola le ubican en el extremo contrario, más allá de Vox o Jordan Peterson, por mencionar uno de los azotes del movimiento woke.
En su libro El primer sexo (editado en España por la editorial Homo Legens), y que es un guiño y una respuesta a la obra El segundo sexo, de Simone de Beauvoir, expone por primera vez alguna de sus reflexiones que posteriormente le han catapultado a la fama como tertuliano. Si bien algunas de sus ideas han quedado desactualizadas y se han revelado falsas con el paso de los años (el libro se publicó en 2006), otras han adquirido mayor relevancia tras cumplirse: Zemmour pronosticó la llegada de un Donald Trump en política si Hillary Clinton era la candidata demócrata: «Podemos estar seguros de que, para las próximas elecciones, si Hillary Clinton fuera la candidata elegida por el Partido Demócrata, los republicanos buscarían como sustituto de George Bush el doble de John Wayne».
Desde la publicación de su libro, el ahora líder de Reconquista ha moderado algunas de sus posiciones iniciales (como su simpatía por el nacionalismo catalán) debido a sus alianzas políticas, pero sigue manteniendo un discurso ultraconservador y con tintes xenófobos. Aquí van algunas de sus ‘perlas’ literarias que ahora explota en su faceta de político:
«Las mujeres, rehén de los homosexuales»
Una de las primeras reflexiones del libro de Zemmour es la supuesta «alianza» entre los activistas homosexuales y las feministas que quedaría reflejada en las campañas de publicidad y que habría convertido «el vello» en «el símbolo del mal». De acuerdo con el ahora candidato francés a las elecciones, en su objetivo de demostrar que la «naturaleza» no es nada más que el producto de lógicas culturales y sociales, «el hombre debe comportarse como un homosexual para gustar a las mujeres».
Esta simbiosis entre el movimiento LGTBI y el feminismo acaba, a su juicio, perjudicando a la mujer, que de forma acrítica sigue los cánones de belleza marcados por los grandes modistas como Karl Lagerfeld: «Hoy en día, las jóvenes, siempre al borde de la anorexia, se fabrican un cuerpo de chico para complacer a los diseñadores homosexuales, a los cuales no les gustan las mujeres, pues las consideran simples perchas, y las aterrorizan por algunos gramos de más, algunas onzas de redondez, de blandura, de feminidad que no quiere ver».
Esto acaba con que las mujeres «ligan su suerte» a la de sus «enemigos» [los homosexuales], ya que el «hombre de la calle resiste» y «sigue deseando el ‘buen trasero’ de Jennifer López». En este sentido concluye que «las mujeres se han convertido en rehenes de los homosexuales». Y alerta contra «el publicista», porque no es un «profeta» sino «el brazo armado de la ideología dominante». «Los diseñadores de moda imponen a la humanidad sus fantasías homosexuales».
David Beckham, «hombre feminizado»
Otra de las ideas sui generis de Zemmour es la «parejización» de la vida pública. Ya sea en los candidatos franceses, cuyas mujeres cada vez adquieren mayor peso en las campañas electorales, o en el mundo del fútbol. Eleva al exfutbolista David Beckham como arquetipo del «metrosexual»: «Pendiente, ropa refinada, productos de maquillaje para el cutis, David Beckham es la encarnación de los nuevos hombres feminizados». Lo confronta a Zinedine Zidane, «una especie de dinosaurio en su ambiente» por haberse casado con «una encantadora mujer corriente».
Contra ‘La isla de las tentaciones’
Zemmour tira de películas, series y reality shows para reafirmar su teoría de cómo la ideología feminista se ha convertido en mainstream en el mundo occidental. Cita películas como Tres solteros y un biberón, comedia francesa que Hollywood versionó y convirtió en un éxito de taquilla mundial, con Tres hombres y un bebé, para denunciar la inoculación de la ideología feminista. Según relata Zemmour, el hecho de que el filme francés fuera dirigido por la directora Coline Serreau, quien era también una activista feminista, es una muestra de cómo su intención era la de adoctrinar al gran público con la terrible idea de que un hombre puede dedicarse a los mismos asuntos domésticos y de cuidado de la familia que una mujer.
Añade, además, que «en casa la televisión toma el relevo» de esta educación feminizada y es así cómo realities como ‘La isla de las tentaciones’, programa de éxito en España donde varias parejas se ven sometidas a la tentación de la infidelidad, se ajustan a la «ecuación implacablemente femenina» de que «si se ‘engaña’ es que ya no se ama, por lo tanto uno se separa». A este respecto, considera grave que a las jóvenes parejas se les haya dicho que el «entendimiento sexual» es «la única prueba del éxito de la pareja» y que las mujeres deberían agradecer a los hombres que «les engañan con una golfa» porque les hace «menos patéticos como amantes».
Los hombres que «cambian pañales»
El autor también identifica en su obra los años 70 como la década de auge de «todas las transgresiones». Es así como John Lennon «se retira para hacer de madre hogareña mientras Yoko Ono encarna a la mujer de negocios, dura e inmisericorde» o los «hombres descubren la feminidad que hay en ellos» y, con ello, empiezan «a acudir a los partos de sus mujeres» o a cambiar pañales.
«Los hombres modernos son papás gallinas que cambian pañales, miman, dan el biberón. Quieren ser también ellos portadores del Amor y no solo de la Ley. Ser padres, no madres. Mujeres y no hombres», se lamenta. Y vincula esta feminización del hombre con las rupturas, ya que a su juicio son las propias mujeres las que se cansan de este nuevo rol de sus compañeros: «Al mismo tiempo las mujeres los abandonan, comienza la era del divorcio masivo, sin que nadie relacione los dos fenómenos».
«Las mujeres son el ejército de reserva del capitalismo»
Finalmente, carga sus tintas contra el capitalismo y comparte «la profecía de Karl Marx» de que «el capitalismo ha destruido los vínculos tradicionales». Escribe Zemmour que «la familia patriarcal -el famoso matrimonio- era el último bastión que se le resistía, el último obstáculo para la mercantilización del mundo».
En este sentido, afirma que «las mujeres son el ejército de reserva del capitalismo» y deplora la mano invisible de Adam Smith al tiempo que abraza la creencia de una suerte de mano negra que mueve los hilos de la economía de mercado: “Hay que descubrirse ante el genio táctico del capitalismo, el cual, confrontado a un impás estratégico -la presión al alza de los salarios de los obreros y los directivos- encontró una vez más una salida supuestamente progresista, explotando sin pudor, por un precio ridículo, a ejércitos de mujeres bien formadas, valientes, organizadas y concienzudas, que estaban descubriendo con entusiasmo las ‘libertades’ ofrecidas por el mundo del trabajo y la autonomía financiera». Aboga, en definitiva, por volver al viejo mundo.
En el final de su obra Zemmour deja entrever sus inquietudes políticas. Augura que serán las mujeres quienes se revelarán contra el feminismo imperante porque los hombres franceses están «demasiado contentos de haberse librado al final de la carga que les cuelga entre las piernas». En esa actitud masculina ve la «sumisión» del hombre occidental, como escribió años después Michel Houllebecq. El libro termina y empieza el político. Pero su alarmismo es el mismo.