Series de políticos de serie
Pocas veces se consiguen tramas como la de esta serie que arrasa en estos días en todas las plataformas periodísticas. Y ojo que quedan más episodios
Sí, la realidad supera la ficción. Continuamente y lo hace sin remedio, con giros inesperados, situaciones únicas, sensaciones contradictorias, personajes magníficos que ningún guionista hubiera previsto nunca.
Muchos años de ver series de todos los géneros han provocado cierta saturación de tramas, escenas, diálogos que se repiten de una a otra. Personajes que los has visto mil veces y que no te llaman en nada la atención. César Pérez Gellida, el maestro de la novela negra española, en su última novela ‘Astillas en la piel’ hace decir a uno de sus personajes que es escritor, que «lo importante es conseguir que los lectores empaticen con un tipo de personajes que de alguna forma están libres de cargas morales. Y que da lo mismo que generen afecto o rechazo, lo importante es que se conecten con el personaje». Y cuando consigues reunir personajes que atrapan y hechos que sorprenden la combinación es bestial. Y eso nos lo ha dado ahora la vida real.
Pocas veces se consiguen tramas como la de esta serie que arrasa en estos días en todas las plataformas periodísticas. Y ojo que quedan muchos episodios más por venir. Lo tiene todo: comisiones de familiares, espionajes del propio partido a una dirigente suya, amenazas cruzadas. Y sobre todo, un espectacular e inaudito cruce de directos y ganchos entre los tres protagonistas de la trama. Lo han hecho en directo y a través de los medios de comunicación. Un combate que está conmocionado no sólo a los militantes de su partido sino a toda la sociedad española.
No entro en los hechos. Cada uno tendrá su opinión y estoy seguro de que nos falta, a todos, todavía mucha información. Lo que sí tengo claro es que Casado, Díaz Ayuso y García Egea pueden recordarnos a algunos personajes que hemos visto en series y películas. A muchos guionistas les costaría poner a estos viejos amigos, ahora enemigos en el mismo partido, los tres con los cargos más poderosos, disparándose en público a los cuatro días de haber ganado unas elecciones autonómicas. Nos faltan en esta trama saber algo de otros personajes vinculados como Sánchez o Abascal. Para verlo.
No sé si la historia de Philippe Rickwaert, alcalde socialista por Dunkerke de la serie francesa, Barón Negro, es la que más nos acerca a esta historia de amistades, corrupciones, ambiciones, traiciones, escándalos, cárcel, perdones, coaliciones, triunfos y derrotas. Esta serie, que tiene a Pedro Sánchez y Pablo Iglesias entre sus seguidores, nos contó de manera muy realista durante tres temporadas el lado oscuro de la política francesa. Un lado muy reconocible para el público español. Hasta salían reuniones conjuntas con Podemos en algún capitulo. También desde Francia, otra serie es Marsella, donde un Gerard Depardiu borda el papel de alcalde eterno que duda ante su sucesión, y nos enseña el lado de las traiciones, corrupciones y ambiciones para volver a ganar las elecciones y mantenerse en el poder.
Otras series, sin embargo, desprenden un aire idealista democrático que envuelve y magnífica la gran política. La danesa Borgen ha sido el ejemplo más claro. Cuenta la trayectoria de la que se supone sería la primera mujer en ser primera ministra. Pactos y sentido de estado en una Dinamarca paraíso del estado del bienestar. El personaje de Birgitte Nyborg, está basado en una política real, la liberal Margrethe Vestager, la actual y valiente comisaria de la Competencia de la Unión Europea, en guerra permanente con los grandes monstruos tecnológicos como Facebook, Google o Amazon, para defender los derechos de los ciudadanos europeos sobre sus datos.
Aunque puestos a citar una referencia de las series políticas, no hay duda de que esa es El Ala Oeste de la Casa Blanca. Toda la utopía demócrata de la mano de su creador Aaron Sorkin, nos lleva a la doble presidencia de un inolvidable presidente Bartlet interpretado por Martin Sheen. Eran los primeros años de este siglo y la serie recuperaba todo el esplendor institucional y constitucionalista de la presidencia de los Estados Unidos, tras la depresión del Watergate. Un intento de resucitar en la pantalla pequeña lo que pudo ser el idealismo de Kennedy para trasladarlo a la realidad.
Y otro personaje basado en un político real. En la trama se van a cumplir las dos legislaturas del Bartlet y el partido demócrata inicia sus primarias para buscar candidatos. De manera humilde surge uno, hispano, joven, que coge la antorcha demócrata con la defensa de la sanidad universal pública, del acceso a la vivienda y a la educación. Este candidato, poco a poco, va ganando posiciones sobre todo por el apoyo y entusiasmo que despierta entre la gente joven. Dicen los guionistas que se inspiraron en un joven senador por Illinois. Un tal Barak Obama cuya carrera a la presidencia siguió años más tarde, casi paso a paso, la trama de la serie.
No todas las historias son tan limpias y morales. Boss nos cuenta la historia de un alcalde de Chicago interpretado por Kelsey Grammer, que ha sacrificado su vida personal y a su familia por mantener el poder político. Vive una enfermedad neurodegenerativa que intenta mantener en secreto mientras es capaz de vender a su propia hija con tal de seguir en el poder. Política dura, sucia y muy real.
También en algunas temporadas de The Wire, para muchos la mejor serie de la historia, la trama se desarrolla en los corruptos circuitos políticos de la ciudad de Baltimore y sus vinculaciones con el mundo inmobiliario o de la delincuencia.
Y el gran éxito House of Cards, que en sus primeras temporadas nos mostraba al líder de la mayoría demócrata en el Congreso, Francis Underwood interpretado de manera sensacional por el ahora lapidado Kevin Spacey, en negociaciones y tramas apasionantes entre políticos, periodistas, empresarios, lobistas. Sin embargo, cada nueva temporada derivó en salidas más irrealistas y exageradas. Esta serie estaba basada en otra inglesa del mismo nombre.
Desde el Reino Unido han venido muchas series políticas, algunas de ellas maravillosas por su humor e ironía. Sí, ministro y Sí, primer ministro son dos ejemplos que mantienen toda su frescura a pesar de que se produjeron durante los años de Thatcher.
El humor es importante y está presente en muchos acercamientos a la política. Las norteamericanas Veep (la inutilidad del puesto de vicepresidente de los Estados Unidos), The Politician (el mundo de la política a pequeña escala de un instituto); la francesa Parlamento (desternillante visión de la vida aburrida, surrealista, aprovechada de los funcionarios y políticos del Parlamento Europeo), o finalmente la española Vota Juan, de la que ya hemos hablado, y que asume el esperpento como forma de contar la vida política española. Puede que al final y visto lo visto, haya sido el acercamiento más acertado.