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González, «el lío del PP» y Sánchez de «presidente sol»

Felipe González dijo que la crisis del Partido Popular fragiliza las instituciones en los primeros días de la batalla de Génova

González, «el lío del PP» y Sánchez de «presidente sol»

Felipe González, Alberto Núñez Feijóo y Pedro Sánchez. | Europa Press

Hay hechos tan sorprendentes, graves y estruendosos que monopolizan durante días y días todas las pantallas. La guerra en Ucrania las acapara ahora, pero hace tan sólo tres días, era la guerra interna del PP la que llenaba diarios, webs, televisiones y radios. Y aunque la velocidad de la actualidad digiere todo muy rápido, quería recordar una declaración muy especial y creo que importante. Eran los primeros días de la crisis del PP. Todavía Pablo Casado no había sido machacado e incluso Teodoro García Egea se mostraba confiado en vencer su pulso personal con Isabel Díaz Ayuso y con su jefe de gabinete, el curtido en mil batallas de todo tipo, Miguel Ángel Rodríguez.

En esas estaban cuando el expresidente del gobierno, Felipe González lo calificaba de «el lío del PP» y decía que ese lío no sólo afectaba a los populares, sino que «repercutía en todos porque no hay instituciones que puedan soportar una crisis de esta magnitud». Para González, probablemente uno de los políticos con más experiencia y sentido de estado que tenemos en España, lo que era entonces solo un enfrentamiento entre Ayuso y Casado, «fragiliza voluntariamente las instituciones» y, además, provoca una «partitocracia dispersa y enfrentada» en detrimento del «consenso«.

Luego los hechos se han sucedido de una manera acelerada y con giros radicales que nadie esperaba tan pronto. Egea dimitía, obligado, pero dimitía. Y Casado, que había entregado la cabeza de Egea, veía como era abandonado por casi todos los suyos en un goteo sangriento y humillante. Frente a los barones autonómicos, Casado se resistía a dimitir y ganaba unas semanas más a cambio de comprometerse a convocar en abril un congreso extraordinario y a no presentar de nuevo su propia candidatura, dejando así el camino limpio y despejado a un Alberto Nuñez Feijóo aclamado ahora por todo el mundo y que esta vez parece que sí se decide a dar el salto a Madrid.

Cuando Felipe González dijo que esta crisis fragiliza las instituciones era en los primeros días de la batalla de Génova. Todo apunta a que, desde entonces, en apenas tres días, algo ha cambiado. Lo tenemos que ver. Puede que el relevo rápido de Casado vaya a frenar esa sensación de «partitocracia dispersa». Un apoyo masivo de los populares a Feijóo puede ser un revulsivo de unidad entre los militantes en el partido de Génova. Tendrán todavía que convencer a muchos votantes ya huidos en desbandada hacia VOX para que vuelvan. En esta crisis he escuchado incluso a algunos votantes de derechas, y contrarios a VOX, pensar en el refugio de Ciudadanos. Peroel perfil moderado y centrista del presidente gallego es la peor noticia para el desangrado partido centrista. Sirva un dato. Si hay una comunidad donde tanto Ciudadanos como Vox han rozado la invisibilidad electoral es en Galicia. Cierto que el ecosistema tradicional gallego no es trasladable en su todo al resto de España. Pero es un estilo.

En abril será el congreso extraordinario y para abril está también previsto el primer debate del Estado de la Nación de los últimos años. Tres años, tres, llevaba sin celebrarse pese a las peticiones de la oposición. Sánchez no lo consideró necesario hasta ahora. Ahora en un alarde oportunismo político y falta de elegancia parlamentaria, desde Moncloa se avanza que podría volver y ser también en abril. A la espera de saber las fechas definitivas del congreso extraordinario nos encontraríamos en abril con un PP sin líder real todavía elegido. Y si ya hubiera sido elegido Feijóo, como está previsto si no hay sorpresa, estaríamos otra vez con un líder que no es diputado, no está en el Congreso de los Diputados y que no podría ejercer de voz del principal partido de la oposición. Y casualidades de la vida, que seguro que en la Moncloa no habían pensado, en abril, Inés Arrimadas, la líder de Ciudadanos, estaría según los plazos previstos, de baja por maternidad.

¿Sánchez sin rivales en el Congreso ? No. Sólo quedaría el rival ideal para él. Enfrente sólo tendría a Santiago Abascal. Sólo a VOX. Sólo a la extrema derecha. Un escenario, que le permite presentarse como la opción más democrática y social, y que además de paso debilitaría más al PP y a su nuevo líder y que supone en impedimento más para la recuperación del partido de Génova. Sánchez juega con fuego, porque la desaparición o hundimiento del principal partido de la oposición, que ha sido con el PSOE la base del relevo político en estos años de democracia, es muy grave para la estabilidad política. Juega con fuego porque en otros países como Francia la derecha democrática se quemó o la quemaron y ahora no hay uno, sino dos candidatos de extrema derecha a las presidenciales. Incluso los socialistas franceses se quemaron en el juego. No es bueno que Sánchez quiera jugar a aprendiz de mago. Alimentar el enfrentamiento con el populismo puede darse la vuelta y acabar con un Trump como presidente o con un país jugándosela con un Brexit.

El «lío del PP» debe ser tratado con cierto sentido de estado, algo que Sánchez suele entender como «cierto sentido de Sánchez».  A veces, demasiadas veces, Pedro Sánchez se cree Luis XVI, se cree «el presidente sol», lo que es bueno para él, es bueno para el estado. No es que esté por encima de la ley, pero tiene cierta tendencia a creérselo. Tampoco fue muy elegante en la despedida de Casado en la sesión de preguntas al gobierno. Su respuesta de «tranquilo, que no convoco», pareció una condescendencia fuera de lugar y de oportunidad.

Además, es algo que todos sabemos que no va a hacer y menos ahora. Con los Presupuestos aprobados, con dos años para jugar y distribuir los fondos europeos en medio de ese gran secretismo con el que opera cuando quiere, y sin un partido de la oposición consolidado, el horizonte fuera de sustos y guerras lo tiene muy despejado. Y siempre puede seguir usando a sus socios independentistas en los momentos de necesidad. Alguna competencia quedará para negociar. Ya sólo le queda un «trabajito» pendiente. Acabar con lo que todavía permanece de Podemos o con lo que nazca, si nace, del proyecto de Yolanda Díaz tras su trabajo de escucha de meses.

Pero en todo caso, no debe jugar Sánchez a debilitar más al PP. Ni a jugar al miedo de VOX para ganar posiciones. Se necesita un Partido Popular fuerte, estructurado, que garantice estabilidad y relevo. Porque jugar a los populismos, ya se ha visto, es jugar con fuego.

Estamos en estos días en una situación internacional crítica con la guerra en Ucrania. Somos y debemos seguir siendo socios activos en este frente de la UE y con la OTAN contra Rusia.  Pero no olvidemos la desconfianza de Estados Unidos y algún socio más, porque tenemos en el gobierno ministros comunistas. Ministros de un partido que condena con la boca pequeña la invasión de Putin, pero que rechaza con la boca grande las medidas de bloqueo y las posibles acciones militares de nuestros aliados. Sánchez necesita justamente ahora, más que nunca, a un jefe de la oposición con el que sentar bases de consenso en esta crisis internacional que no sabemos cómo va a terminar. González tiene razón. El «lío del PP» nos afecta a todos. No debilitemos las instituciones.

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