THE OBJECTIVE
El buzón secreto

El día que el independentismo catalán negoció con ETA y el CNI les pilló

Carod-Rovira se entrevistó con Mikel Antza y Josu Ternera

El día que el independentismo catalán negoció con ETA y el CNI les pilló

El exvicepresident de la Generalitat, Josep-Lluís Carod-Rovira. | Europa Press

El control sobre las actividades del político Josep-Lluís Carod-Rovira comenzó en los años 80 por la proximidad de sus tesis independentistas a las del grupo terrorista Terra Lliure. La vigilancia fue con frecuencia personal, pero también indirecta cuando iba dirigida a Esquerra Republicana de Catalunya como partido y a otros de sus dirigentes. Imaginándose que le controlaban, el secretario general de ERC adoptaba las medidas de precaución necesarias para evitar la vigilancia. Pero es muy difícil eludir los ojos inquisitivos de los agentes operativos del entonces CESID, ahora CNI

El 3 de enero de 2004, Carod Rovira ocupaba el cargo de Conseller en Cap de la Generalitat, aunque momentáneamente se había convertido en el máximo representante de la comunidad porque el presidente Pasqual Maragallestaba de viaje. 

Cita con Mikel Antza y Josu Ternera

Sin decirle nada a nadie, guardando el máximo sigilo, se dirigió hacia el sur de Francia, exactamente a Perpiñán, en un vehículo conducido por un chofer de confianza. Allí, en un lugar nunca desvelado, se reunió con dos personas, con las que había establecido una cita absolutamente clandestina. Eran Mikel Albizu, conocido como «Mikel Antza», jefe del aparato político de la banda terrorista ETA, y José Antonio Urruticoetxea, alias «Josu Ternera», con un largo historial de asesinatos, que había huido de España tiempo antes para evitar declarar ante el juez y que le metiera en la cárcel. 

El objetivo de Carod era hacer un intercambio de cromos con ETA: la banda no atentaría en Cataluña y a cambio ellos harían una declaración que propugnara el derecho de autodeterminación de los pueblos. 

Esta reunión y una anterior se celebraron con las debidas precauciones. Los terroristas vivían en la clandestinidad, conocían la zona y desplegaron un sistema de contravigilancia. Carod, por su parte, dio numerosas vueltas antes de llegar a Perpiñán para confirmar que ningún vehículo le seguía. 

Creyeron que nadie se enteraría de su encuentro, pero se equivocaron. El servicio secreto español, el CNI, descubrió los contactos previos de Carod y le sometió a seguimiento. Nadie como los habituados equipos de la División de Acción Operativa para controlar los movimientos de un vehículo sin que se enteraran sus ocupantes. 

Los espías vigilaron la reunión, grabaron a los protagonistas y obtuvieron información sobre lo que habían hablado. Dado el cargo que ocupaba Carod, debieron alertar previamente al gobierno, y decidieron no avisar a la policía francesa para evitar que interviniera y detuviera a los terroristas, lo que hubiera acarreado el encarcelamiento de Carod, aunque fuera momentáneamente.

Revuelo mediático

Varias semanas después, el 26 de enero, ABC destapaba la reunión, con el consiguiente escándalo. La información desató una crisis en el ejecutivo catalán. Maragall no se había enterado del comportamiento desleal de su número dos, a pesar de lo cual intentó protegerle. Carod Rovira denunció que había sido una maniobra del Gobierno de Aznar para acabar con su carrera política.  No sirvió de nada, la presión pública le obligó finalmente a presentar su dimisión. Al mes siguiente, ETA emitió un comunicado en el que anunciaba la suspensión de su campaña de acciones armadas en Cataluña. 

Con una cierta ironía, Carod Rovira manifestó lo que le costaba entender que si las personas con las que se había entrevistado constituían la cúpula de ETA, y si los servicios secretos habían presenciado la reunión (ya fuera por un seguimiento legal a los terroristas o por uno ilegal a él), ésta no hubiera sido abortada, deteniéndose en todo caso de forma inmediata a los dirigentes etarras. No le faltaba una parte de razón, aunque olvidaba que el CNI no puede detener y que no sabían con quién se iba a reunir hasta que los dos jefes etarras aparecieron. La izquierda abertzale fue la encargada de facilitar el encuentro de ERC con ETA, gracias a las muy buenas relaciones que ambas ya mantenían en aquella época.  

Por otro lado, el CNI hizo su trabajo de una forma impecable, pero el gobierno utilizó su información en beneficio propio. Algo demasiado frecuente en las relaciones entre los servicios secretos y sus mandos políticos. 

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