España sigue sin permitir los acompañamientos a hospitalizados dos años después del estado de alarma
Pacientes, enfermos y profesionales sanitarios denuncian que en muchos centros el acompañamiento solo está permitido a personas vulnerables y menores
En los últimos días las redes sociales se están haciendo eco de varios casos en los que familiares y pacientes denuncian situaciones de elevado sufrimiento e incluso muerte en soledad en los hospitales. Al leer esta frase bien podrías pensar que estás leyendo un artículo de hace dos años, en la primera ola de la pandemia, cuando miles de personas morían diariamente por covid, poco o nada se sabía de la enfermedad y los EPIs en los hospitales se reducían a bolsas de basura.
Sin embargo, esto está ocurriendo ahora. Dos años y seis olas después del estado de alarma hay enfermos de covid que siguen muriendo solos. Con el 92% de la población con la pauta completa de vacunación. Con las mascarillas en interiores con los días contados. Con una incidencia estable en torno a los 430 casos. Con discotecas y estadios llenos de gente.
En la actualidad, denuncian pacientes, enfermos y varios profesionales sanitarios, hay hospitales que siguen sin permitir los acompañamientos a hospitalizados. «¿Alguien me puede ayudar? Se han llevado a mi padre con un ictus al infanta Sofía de Madrid y no nos han dejado ir con él. Nos deniegan la entrada al hospital también. Dicen que las salas de espera están cerradas y hay que estar en la calle. No sé que puedo hacer», escribía recientemente un tuitero.
En general, los protocolos hospitalarios se han flexibilizado –existiendo tantos como hospitales hay en el país–; sin embargo, siguen dándose casos incomprensibles. «Es algo sin sentido y sin justificación científica», cuenta a THE OBJECTIVE Gabriel Heras, jefe de la Unidad de Cuidados Intensivos del Hospital de Motril: «Durante la primera ola se podía entender cierto grado de restricción, pero en el momento reciente, con la situación de pandemia e incidencia actual, el conocimiento que tenemos de la enfermedad y toda la protección que se tiene no se entiende», denuncia Heras, quien es también director de Proyecto HU-CI, creado para «humanizar» la sanidad. El intensivista señala, además, que en el hospital donde trabaja, desde la primera ola se podía acompañar a los pacientes y «ningún acompañante se infectó ni hubo mayor riesgo».
Así, con las mascarillas en interiores agonizando y camino hacia la gripalización de la pandemia, la cuestión es, ¿cómo puede seguir muriendo gente sola en los hospitales?
«Mi madre murió sola con todos vacunados»
Rosario Dorda, 68 años, con dos vértebras rotas y con un cáncer de riñón en estadio IV, falleció el pasado 1 de febrero completamente sola en el hospital Álvaro Cunqueiro de Vigo. 11 días ingresada en los que ni su marido ni ninguno de sus tres hijos pudieron visitarla, a pesar de que era lo único que pedía. «Mi madre llega a urgencias con una infección de orina y tras nueve horas en el box, en una silla de ruedas, finalmente queda ingresada y es trasladada a planta covid por positivo en PCR», cuenta a THE OBJECTIVE su hijo Manuel Iglesias, el menor de los tres hermanos. «A mi madre no le gustaban los hospitales, le daba miedo la soledad y a pesar de que residíamos en el mismo domicilio, que todos habíamos pasado la enfermedad y que todos teníamos la pauta completa no se nos deja acompañarla en ningún momento», relata Iglesias, que cuenta como solo podían comunicarse con ella a través de un teléfono móvil o mediante el teléfono de la habitación.
Rosario, o Concha, como era conocida, ingresó un viernes. Solo pudieron hablar con ella un día más, el sábado. El domingo, después de varios episodios de «agitación y desorientación», tienen que administrarle medicación para tranquilizarla. «Este fue el último día que pudimos escuchar su voz y hablar con ella por teléfono. No volvió a abrir los ojos y los doctores nos decían que por protocolo no podíamos visitarla. Salvo en caso de sedación. Se ve que si te van a sedar dejas de contagiar la covid por un ratito, pero si te estás muriendo en una habitación hay un protocolo que dice que no puedes estar ni con un familiar vacunado», denuncia Manuel a este periódico que, a pesar de lo doloroso de tener que recordar la situación en cada relato, asegura que lo hace para que no vuelva a repetirse una situación como la suya.
Concha murió tras 11 días sola en el hospital. El día del cumpleaños de su marido. «Defender la sanidad es también defender nuestra dignidad. Hay protocolos que, tras dos años de pandemia, son inhumanos e indefendibles. No se me ocurre un acto más cruel que privar a una persona que se muere de estar, al menos, con un familiar dándole la mano», cuenta con entereza Manuel Iglesias.
15 días después de la muerte de Concha y ser portada en el periódico local La Voz de Galicia, la Xunta cambió el protocolo en hospitales. Ahora, en el caso de pacientes covid, las visitas podrán acceder con el equipamiento EPI adecuado para el coronavirus. «Su última batalla no fue contra el cáncer, fue contra las injusticias», termina diciendo Manuel.
Tantos protocolos como hospitales
«No me dejes», le pidió Emilia, de 89 años y con alzheimer, a su nieta, Gabriela Sánchez, antes de entrar en urgencias en el Hospital Universitario de La Paz de Madrid con covid. Gabriela, periodista del diario.es relata como ningún familiar pudo acompañar a su abuela, dependiente, tras una semana de ingreso, con un traslado de hospital de por medio y sin apenas información. «Solo nos permitieron visitarla cuando ya no estaba», cuenta.
Por su parte, el médico y especialista en Reumatología en el hospital Puerta de Hierro Majadahonda, denuncia en Twiiter como una paciente de 87 años fue a consulta sola porque le habían enviado un mensaje diciéndole que tenía que acudir sola.
Con tantos protocolos como hospitales en España, en muchos centros el acompañamiento solo está permitido a enfermos dependientes, paliativos, menores y mujeres en el parto o personas vulnerables. En este sentido, el médico intensivista Gabriel Heras asegura que habría que redefinir la etiqueta de «vulnerable», porque, según su opinión, «una persona que ha recibido una mala noticia puede ser vulnerable aunque no tenga 70 años».
En el caso del Hospital Universitario La Paz solo se permite el acompañamiento permanente en niños, embarazadas o dependientes; en el Hospital Universitario de Móstoles, según reza en su misma web, «los acompañamientos a enfermos ingresados, en general, no están permitidos»; en el Hospital General de Alicante, están prohibidos, salvo menores y acompañantes; en el Virgen de Valme de Sevilla, desde el pasado 11 de enero está limitado a pacientes vulnerables, dependientes, que estén en la fase final de la vida, menores de edad y mujeres durante el momento del parto; y en el 12 de Octubre madrileño, por ejemplo, los pacientes covid no pueden tener acompañante «por motivo de seguridad», cuentan a este periódico.
«Con la excusa de la salud pública se ha mantenido unas políticas restrictivas que tienen otra serie de consecuencias sobre el paciente y las familias como la ansiedad, la depresión, un mayor delirio… Nos hemos centrado más en lo biológico y hay un parámetro que no ha entrado en la ecuación, que el cuidado de lo intangible, es decir, las emociones», denuncia Heras que, desde proyecto HU-CI defiende «la importancia crucial que las familias tienen en la recuperación de los procesos físicos y emocionales que afectan a cualquier paciente ingresado en un hospital».
«La gente que está sufriendo necesita estar acompañada. Es un derecho y lo tenemos que facilitar. No hay excusa», concluye.