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Santiago Abascal: la bandera es su juguete favorito

La obsesión del líder de Vox es la patria y la bandera y lo que eso representa para la unidad de España

Santiago Abascal: la bandera es su juguete favorito

El líder de Vox, Santiago Abascal. | Europa Press

Decía Giulio Andreotti que el poder desgasta a quien no lo tiene. Bien lo sabía el fallecido líder democristiano italiano que lo tuvo desde casi niño. Santiago Abascal (Bilbao, 1976), licenciado en sociología por Deusto y fundador de Vox en 2014 tras abandonar el PP de Rajoy por «traicionar los ideales de España» aspira un día a ser presidente. Hoy por hoy ese objetivo parece impensable. Sin embargo, su partido de extrema derecha es el grupo que más crece en todas las encuestas. La última le da un 19,2% (70 diputados), a cuatro puntos y medio de los populares (100 escaños) y a siete de los socialistas (104). En las últimas generales se convirtió en la tercera fuerza del país, con un 15,1% de votos y 52 diputados. Ahora, por primera vez en sus ocho años de historia, el partido de Abascal va a tocar las alfombras del poder entrando en el gobierno regional de Castilla y León junto con el PP con un vicepresidente (un joven desconocido sin experiencia política alguna), tres consejerías y la presidencia del Parlamento autonómico. Todo ello ha creado incomodidad en el mundo menos radical pepero, empezando sobre el papel por su nuevo líder, Alberto Sánchez Feijóo, y ha abierto la caja de los truenos en las filas socialistas y podemitas, que califican ese acuerdo como un peligro para la democracia que pasará factura al PP.

¿Pero quién es este vasco con pinta de conquistador de las Américas, barba recortada, deportista, jinete, casado dos veces, cuatro hijos, lenguaje directo un tanto simplista, poco entusiasta de la lectura, pero que encaja entre muchos ciudadanos que creen que «la patria y la unidad de la nación están en peligro»? Abascal rechaza la etiqueta de «fascista» e incluso de «ultraderechista» peligroso. A sus enemigos de la izquierda de la izquierda les contesta que Vox es un partido que defiende ante todo los principios de nuestra vigente Constitución y que jamás buscará llegar al poder por métodos violentos. Puede que así sea pero su discurso en algunos temas es muy radical. Está en contra de la descentralización del Estado y no cree en la España de las autonomías. Es muy enemigo de la Europa comunitaria, feudo de corrupción, sostiene, que mina la soberanía nacional. Pero donde más extremo resulta su discurso es sobre la migración irregular, la violencia de género, la politización de la judicatura y el matrimonio homosexual. Discurso, por otra parte, que coincide con el que propugnan otros partidos de extrema derecha europeos en Francia, Italia, Austria, Polonia o República Checa o el trumpismo estadounidense. Tiene buenas relaciones con el primer ministro húngaro, Viktor Orbán, o el líder de la Lega italiana, Matteo Salvini, actualmente en horas bajas. La guerra en Ucrania y las buenas relaciones de esta dirigencia conservadora con Vladímir Putin les está pasando factura a todos ellos, aunque Vox ha condenado sin ambages la invasión.

La obsesión de Abascal es la patria y la bandera y lo que eso representa para la unidad de España. Sostiene que Pedro Sánchez, con la colaboración de Podemos y los nacionalistas vascos y catalanes, está llevando España al abismo y a su ruptura. «Lo primero que haría si fuera presidente del Gobierno sería recuperar el orden y la legalidad en Cataluña», le confesó a Bertín Osborne en Mi casa es la tuya, en 2019 pocos meses antes de las pasadas elecciones donde su partido se disparó hasta convertirse en la tercera fuerza nacional. Resulta muy interesante revisionar hoy el programa del famoso cantante para tratar de comprender la figura del líder de Vox: «De pequeño iba al cole vestido con la camiseta de la Selección. Me insultaban otros compañeros de cursos superiores. La dirección me lo quiso prohibir, pero mis padres fueron para protestar y seguí poniéndomela».

El líder del Vox mamó la política desde muy joven. Tanto su abuelo como su padre, que ocupó cargos de responsabilidad en la desaparecida Alianza Popular de Fraga, sufrieron múltiples amenazas de muerte por parte de la banda terrorista ETA, pero la familia nunca abandonó la casa y la tienda que les quemaron en Amurrio, la localidad vizcaína donde vivieron. Abascal fue líder de las juventudes del PP en Euskadi, concejal en el ayuntamiento de Amurrio, dos veces diputado en el Parlamento vasco hasta luego dar el salto a la política nacional. Sus mentores fueron José María Aznar y sobre todo Esperanza Aguirre, que le dio una agencia autonómica sin ninguna función específica más que la de cobrar la mitad del presupuesto de ese órgano, cifrado en 160.000 euros. Lo dejó en diciembre de 2014 un mes antes de abandonar el PP por considerar que Mariano Rajoy estaba traicionando el ideario del partido. En el ex primer ministro centró todos sus ataques y bautizó al PP «la derechita cobarde».

Sus relaciones con el hasta ahora líder del PP, Pablo Casado, no eran malas al principio e incluso hasta de amistad. Ambos estuvieron en la famosa concentración de la madrileña Plaza de Colón, en febrero de 2019, contra el recién constituido gobierno de coalición. Sin embargo, cuando Vox presentó en octubre de 2020 una moción de censura contra Sánchez, vapuleada estrepitosamente por todos los grupos incluidos los populares, Casado le dijo que «hasta aquí hemos llegado: con ustedes nunca». El dirigente ultraderechista encajó muy mal las invectivas de su antiguo compañero: «Nos ha pateado de manera inmisericorde». Todo eso se produjo en medio de la gran satisfacción y astucia de Sánchez, quien hasta ahora ha explotado el crecimiento de ese tumor político a la derecha del PP en provecho suyo.

¿Hasta cuándo esa situación va a seguir beneficiando al PSOE? Es algo que las urnas se encargarán en esclarecer en las próximas elecciones a finales del año próximo. Sumadas las dos fuerzas conservadoras, las última encuestas revelan que podrían alcanzar la mayoría absoluta y por tanto gobernar. ¿Pero realmente pactarán? ¿Lo que ha ocurrido en Castilla y León tendrá una continuación en los próximos comicios andaluces este mismo año y a la postre en los nacionales de 2023? Feijóo ha dicho que prefiere estar en la oposición que gobernar con populistas. El presidente andaluz, Juan Manuel Moreno Bonilla, es contrario, de ganar, a meter en su gobierno a Vox. En cambio, Isabel Díaz Ayuso, que gobierna en la Comunidad de Madrid, se muestra más receptiva. «Hay que quitarse los complejos», ha afirmado. 

Ya se sabe que el atractivo o el desprecio nutren la política, el arte de lo posible. Vox llega ahora al poder, pisará las alfombras mullidas de los despachos aunque sea de manera modesta en una comunidad conservadora sin gran influencia en la política nacional como Castilla y León. Su presidente, Alfonso Fernández Mañueco, que revalida el cargo gracias al acuerdo con los de Abascal, se muestra encantado y asegura, aunque se niega a revelar los puntos más delicados del mismo, que el programa de la coalición redundará en beneficio de la agricultura castellana leonesa y en el desarrollo del empleo. Vox no podrá ya mantener un discurso de rechazo completo. Al menos no en esa región. Y eso podrá repercutir negativamente en su hasta ahora imagen de fuerza alternativa sin ataduras de gobierno.

Santiago Abascal, un político que asegura que no es machista -«pero convertir a todos los hombres sospechosos de la violencia de género es inaceptable»-, goza de gran simpatía entre los suyos, porque, aseguran, es afable y dialogante. Odia a los medios de comunicación, especialmente a los de izquierda. Algunos de los cuales han sido vetados para asistir a sus conferencias de prensa: «Nos ningunean. Preferimos volcarnos en las redes sociales», le confesó a Bertin Osborne en su programa. «¿Y si tus hijos un día te dijeran que son de izquierdas?», le preguntó el cantante. «Pueden ser de izquierdas o de lo que quieran, pero jamás les perdonaría que traicionaran España (…) La lealtad por la patria es fundamental y un valor básico para cualquier español».
El líder de Vox debe saber que no solo no goza de gran simpatía entre mucha parte de la población, sino que incluso despierta temor si un día llegara a gobernar el país. Una encuesta reciente de El País y la Cadena SER revelaba que seis de cada diez españoles se muestran contrarios a que Abascal llegue un día a formar parte de un gobierno de coalición. Un 21,4% confiesan directamente sentir miedo y un 37,5% manifiestan preocupación. Son datos que debe tener en cuenta el fundador y actual presidente de la extrema derecha española.

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