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La clave que delató al asesino de Zaragoza: mató a la víctima usando sus guantes del tinte

El preso, fugado desde hacía dos años en Zaragoza, se puso los guantes que utilizaba para teñirse y después acuchilló a la víctima, según los investigadores

La clave que delató al asesino de Zaragoza: mató a la víctima usando sus guantes del tinte

Adil Lazizi, el preso acusado del crimen de una mujer en Zaragoza.

Adil Lazizi logró pasar inadvertido a ojos de la Policía Nacional y la Guardia Civil casi dos años. Cuando el juez le autorizó en diciembre de 2020 su quinto permiso de salida de la prisión de Zuera (Zaragoza), donde cumplía una condena de 21 años de cárcel por asesinar a una turista francesa, este preso, de 46 años y origen marroquí, jamás volvió. La Junta de Tratamiento de la prisión zaragozana no solo emitió un dictamen desfavorable en esa ocasión, también en las cuatro solicitudes anteriores, indicaron fuentes penitenciarias a THE OBJECTIVE.

Este recluso quebrantó su condena, cuando apenas le faltaban dos años para cumplirla, en octubre de 2024. Pasó la Navidad en el piso de su novia, a la que había conocido en prisión tiempo atrás, en el barrio zaragozano de San José, y allí se quedó hasta finales de mayo de este año, cuando reincidió, asesinando a su vecina de 32 años en el rellano de su puerta.

Fueron principalmente tres las circunstancias que permitieron a Azil Lazizi convertirse prácticamente en un fantasma entre sus vecinos. La primera, que su nombre no apareciese en ninguna parte. No figuraba en el contrato del piso, no tenía teléfono, ni ningún otro servicio mediante el que las fuerzas de seguridad pudiesen identificarle. La segunda, su pareja. Ella mantenía económicamente al asesino fugado, siempre creyendo que ya estaba en libertad como le había manifestado él.  

Según cuentan fuentes de la investigación a este periódico, esta mujer trabaja como empleada doméstica interna en una vivienda. Solo tiene dos horas al día y una jornada libres a la semana. Por lo que, dicen las mismas fuentes, tampoco conocía en gran parte lo que su pareja hacía o dejaba de hacer, aunque su testimonio resultó fundamental en el caso. Al mismo tiempo, el hecho de que viviese solo permitía a Adil pasar aún más desapercibido.

El tinte

No obstante, el fugado recurría otros trucos para que nadie le reconociese: se teñía el pelo. He aquí la tercera circunstancia. Adil Lazizi se cambiaba el color del cabello, según reconoció su pareja a los agentes, desde que había llegado a la vivienda que ambos compartían. Probablemente para pasar inadvertido si tenía que salir a la calle.  Para teñirse utilizaba kits que compraba en el supermercado, con el tinte y guantes para aplicarlo. Lo que tal vez no imaginó este preso es que esos guantes, que utilizaba para permanecer en el anonimato, servirían a la Policía, entre otras pruebas, para identificarlo como el autor del asesinato a la mujer zaragozana.

El recluso fugado atacó de manera sorpresiva a la víctima cuando estaba entrando en su vivienda, relatan fuentes de la investigación, a cargo del Grupo de Homicidios de la Jefatura Superior de Policía de Aragón. Azil la estaba esperando tras su puerta y cuando la advirtió fue, decidido, a acabar con ella portando un cuchillo de grandes dimensiones y unos guantes de plástico puestos.

Ella intentó resistirse al ataque y ambos forcejearon durante unos minutos en el interior de la vivienda de la víctima hasta que el agresor terminó por apuñalarla en el rellano de la planta en la que ambos vivían. La mujer pidió auxilio, pero cuando los agentes y los servicios de emergencia llegaron ya era tarde.

Tras cometer el crimen, Adil Lazizi se echó a la calle, ensangrentado. Para justificarse, tras ser advertido por los agentes, explicó que fue la víctima quien llamó a su puerta y quiso matarle a él por un ataque de celos. «Ha venido a buscarme a mi casa y en cuanto le he abierto la puerta me ha apuñalado. He tenido que defenderme, por supuesto, la he apuñalado con dos cojones», se excusó antes los investigadores.

El arma del crimen

La puerta de la vivienda, en Zaragoza, frente a la que se cometió el crimen | Efe

Los investigadores, sin embargo, vieron pronto que su declaración, hecha poco antes de ser hospitalizado por las heridas que sufría, no se sostenía, no cuadraba. Apenas mostraba arrepentimiento. Bastó con hacer una inspección de la vivienda de la víctima y hablar con la novia del agresor para que los agentes despejasen todas las incógnitas. Los investigadores hallaron un cuchillo en el interior de la vivienda y restos de plástico en algunas zonas del piso, que resultaron ser, tras ser confirmado por la pareja del asesino, el arma del crimen —reconoció el cuchillo— y trozos de los guantes que el recluso fugado utilizaba para teñirse el pelo. 

Poco después de confirmar, en base a las pruebas, la autoría del crimen, la Policía Nacional pudo comprobar que Azil, en realidad, se trataba de un preso fugado sobre el que pesaba una orden de búsqueda y captura desde hacía dos años. Y que había matado a otra joven, en circunstancias similares a la joven zaragozana. 

Adil Lazizi cumplía una pena de 21 años de prisión por haber asesinado, el 6 de junio de 2001, a Siham B., una joven que 24 años que estaba de turismo en Madrid con una amiga. Los dos, de origen marroquí, decidieron salir de copas por la capital. Esa noche acabaron juntos en el mismo piso, en el distrito madrileño de Tetuán.

Sin embargo, a las ocho de la mañana del día siguiente, los gritos pusieron en alerta a otros amigos que estaban en el piso. Adil había huido tras acuchillar a Siham, que falleció a los 30 minutos. La Audiencia Provincial de Madrid también le condenó a pagar 100.000 euros en concepto de responsabilidad civil a la familia de la víctima, una cantidad que no ha subsanado.

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