Falta «arte de la prudencia» en la vida política
«Necesitamos generosidad. No es posible que para Sánchez todos los problemas acaben teniendo su origen en la oposición»
Hay pocos libros españoles que tengan tanta vida a lo largo de los siglos como el famosísimo Oráculo manual y arte de prudencia, escrito en 1647 por Baltasar Gracián. Este jesuita aragonés es uno de nuestros mejores escritores del Siglo de Oro y autor de una obra maestra de la literatura española como es El criticón. La fama internacional de Gracián viene, sin embargo, por el Oráculo, un libro que contiene trescientos aforismos comentados. Gracián entendía, como buen barroco pesimista, que los tiempos no eran fáciles y por eso ofrecía una serie de orientaciones para poder guiarse en una sociedad que entendía ya compleja y en crisis.
En los 90 el libro estuvo más de año y medio en la lista de los libros más vendidos del The Washington Post porque se convirtió en una referencia para los ejecutivos y facultades de empresariales norteamericanas. Seguían así los pasos de Schopenhauer o de Nietzsche, que la consideraron en sus tiempos una obra fundamental. Muchos estudiosos han situado al jesuita incluso en uno de los autores precursores del existencialismo.
No sería malo que hoy lo leyeran muchos de nuestros políticos en activo. Sin distinción de partido. Estamos en unos años de creciente pérdida de aquellos valores democráticos de dialogo y consenso que forjaron los mejores años de la Transición. Casi medio siglo de democracia y son ya muchas las alertas de peligro que están encendidas. Nos encontramos con una polarización total de la vida política. La negociación, e incluso el dialogo, son cuestiones difíciles de conseguir. Estamos en un contexto de crisis y con el gobierno más débil que hemos tenido en décadas, sufriendo andanadas por tierra, mar y aire de sus propios socios de gobierno y de sus socios de legislatura.
Pedro Sánchez ha pactado en los últimos años para mantenerse en el poder con cualquiera que le diera un voto en el Congreso, sin cuestionar nunca a esos partidos cuyo objetivo es vencer el pulso a la Constitución española. Vive del pacto y olvida a Gracián cuando escribió: «No te comprometas con nadie ni con nada, ya que eso es ser un esclavo, un esclavo de cada hombre. Sobre todo, mantente libre de compromisos y obligaciones: son el dispositivo de otro para meterte en su poder». Pues bien, Sánchez ha conseguido lo contrario: ser esclavo de todos. Y no solo en la política nacional. Nuestras relaciones con Marruecos y Argelia son otro ejemplo.
Nadie sabe todavía qué ha pasado. Qué le hizo cambiar la política de España respecto al Sáhara. Muchos hablan de que detrás del hackeo al móvil del presidente español estaba Marruecos. Ni una sesión del Congreso monográfica ha conseguido arrancar a Sánchez ninguna aclaración más allá de insinuar que era un mal menor para proteger Ceuta y Melilla y además conseguir regular los flujos migratorios. Todo insinuado y de palabra porque no hay nada escrito por parte de Marruecos. Una decisión en medio de una crisis energética y que ha provocado la enemistad de Argelia.
Si Sánchez hubiera leído el arte de la prudencia sabría que «nunca abras la puerta a un mal menor, ya que otros y mayores invariablemente se meten detrás». Y eso es lo que está haciendo Argelia. Y no ha terminado. Decía Gracián que «en las negociaciones hay que entrar con la ajena para salir con la suya. Es estratagema del conseguir». No sabemos si Sánchez entró con la ajena, lo que si vamos viendo es que desgraciadamente no se está saliendo con la suya.
Estamos en plena crisis económica, con los precios disparados, los tipos creciendo y la prima de riesgo recuperando el protagonismo que pensábamos ya olvidado. Veníamos de una crisis provocada por una pandemia que había flexibilizado las exigencias de control de déficit y deuda de antaño. Pero la guerra de Ucrania, la crisis energética, los problemas de abastecimiento regular con China y la inseguridad de los tipos están creando una tormenta perfecta.
Recordaba Gracián que «ningún mal debe ser nunca bienvenido, pues los males suelen actuar normalmente en grupo». Y en esa estamos. Frente a este contexto internacional y económico necesitamos actitudes con mira de Estado. Necesitamos generosidad de gobierno y oposición. No es posible que para Sánchez todos los problemas, sean los que sean, acaben teniendo su origen en el partido de la oposición. Y sin embargo los populares y Ciudadanos ya han salvado al Ejecutivo en varias leyes de alcance mientras sus socios de legislatura votaban en contra.
Hablábamos la semana pasada de las cinco leyes de la estupidez del italiano Cipolla. Baltasar Gracián, siglos antes, era todavía más duro con la estulticia de la humanidad y decía que «son estúpidos los que lo parecen, así como la mitad del resto» y continuaba: «El estúpido más grande es el que piensa que él no lo es y los demás si lo son».
Por eso es necesario grandeza y a la vez humildad en los dos principales partidos. Si leyera a Gracián, el gobierno podría seguir este aforismo: «Trate a sus enemigos con cortesía, y verá lo valioso que realmente es. Cuesta poco, pero paga un buen dividendo: los que honran son honrados…La cortesía puede ser muy beneficiosa utilizada correctamente, incluso quizás gracias a ella consigamos poder convertir a un enemigo en amigo».
No creo que lleguen a ser amigos, pero si la cortesía, la humildad y el sentido de Estado les permiten conseguir acuerdos, bienvenidos sean. Y que «no tomen el lado equivocado de una discusión solo porque su oponente ha tomado el lado correcto». Decía Gracián que «debemos estar siempre de parte de la verdad, indiferentemente de quién sea el orador que la defienda».
Nos falta el arte de la prudencia. Puede que a todos.