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Las cinco leyes de la estupidez y…

Las cinco leyes de la estupidez son una tabla que una vez que se leen deben de ser recordadas por nuestro propio bien para siempre

Las cinco leyes de la estupidez y…

Albert Einstein.

Decía Einstein que hay dos cosas infinitas: la estupidez humana y el universo. Y que no estaba muy seguro de lo segundo. Pero si alguien ha sido un experto en estupidez ese fue el historiador economista italiano Carlo María Cipolla, no porque él lo fuera, ni por su apellido que tan raro nos suena, sino porque escribió en 1988 un breve ensayo titulado Allegro ma non troppo donde se incluía su ya mundialmente famosa ‘Teoría de la estupidez’.

Una teoría que por la sencillez y claridad del enunciado permite a cualquiera identificar tanto en su entorno personal, como profesional o en la vida política, a los estúpidos y sus obras.

Las cinco leyes son una tabla que una vez que se leen deben de ser recordadas por nuestro propio bien para siempre. La primera de ellas dice que «siempre e inevitablemente cualquiera de nosotros subestima el número de individuos estúpidos en circulación». Y es cierto, hasta que no aplicamos estas leyes no es fácil detectarlos, pero cuando se consigue es una pesadilla, como empezar a vivir una película llena de zombis.

La segunda ley explica la proliferación de estúpidos porque dice que «la probabilidad de que una persona dada sea estúpida es independiente de cualquier otra característica propia de dicha persona». El que lo es, lo es y da igual su parentesco, su simpatía, su cargo, su riqueza, su raza, su religión, su sexo. Está en todas partes y nada lo impide.

La tercera es de las leyes más importantes porque nos da las claves para identificarlos. Dice Cipolla que se les descubre por sus acciones porque «una persona es estúpida si causa daño a otras personas o grupo de personas sin obtener ella ganancia personal alguna, o, incluso peor, provocándose daño a sí misma en el proceso». Cuando uno observa a alguien que provoca el caos y que tampoco él se beneficia hay que alejarse de él corriendo. Es una bomba andante.

La cuarta nos advierte del peligro de ser comprensivos, tolerantes o incluso contemplativos con los estúpidos. Hablo en primera persona de plural porque me tengo en cierta estima y no me considero estúpido y porque si usted ha leído hasta aquí denota un grado de inteligencia que le incluye en el grupo de no estúpidos. Pero ojo porque este grupo según la cuarta ley «siempre subestima el potencial dañino de la gente estúpida; constantemente olvidan que en cualquier momento, en cualquier lugar y en cualquier circunstancia, asociarse con individuos estúpidos constituye invariablemente un error costoso».

La quinta y última es la más clara, directa y preocupante: «Una persona estúpida es el tipo de persona más peligrosa que puede existir». Y así son las cosas.

No solo hay estúpidos

Afortunadamente dice Cipolla, y es muy importante que lo sepamos, que no solo hay estúpidos, que la humanidad se divide en cuatro tipos. Del estúpido ya hemos hablado. De los otros hay dos que generan beneficios: el incauto es una persona que consigue beneficiar a otros, aunque se perjudique él mismo. Una persona que conscientemente se sacrifica por el bien de los demás. Y también está el inteligente, el más buscado, el más deseado porque no solo se beneficia él, sino que también se benefician los demás con sus acciones.

Sin embargo, el último de los tipos que nos falta por conocer tampoco es muy positivo. El malvado actúa movido sólo por el beneficio propio sin importarle perjudicar a los otros. Para el malvado solo es importante él mismo. Es el típico egocéntrico, capaz de lapidar a sus más fieles, de mentir, de traicionar, de no escuchar, de hacer lo que haga falta por su propio beneficio. Se ama a si mismo y le da igual el mal que cause con tal de satisfacer todos sus deseos.

Les recomiendo que lean el libro de Cipolla. Sigue tan actual como cuando se escribió hace más de treinta años. Cuando lo lea, lo más probable es que piense que usted no es estúpido. Aplíquese las cinco leyes y sea honesto con el resultado. Lo mismo puede hacer analizando a amigos, compañeros, famosos o políticos. Verá lo escaso que son los incautos e incluso los inteligentes. Y también reconocerá malvados. Haberlos, haylos. Gente capaz de todo por su lograr su beneficio propio.

Dice Cipolla en su libro que la fuerza y poder destructivo de los grupos de estúpidos es más dañino que la propia mafia. Pero esto se ha perfeccionado. Un par de estúpidos coordinados e improvisando pueden provocar daños que se tardará décadas en poder solucionar. Y a veces no hace falta ni un par. Uno solo puede conseguir cuotas altísimas de caos a todos los de su alrededor.

Normalmente esta cita semanal con los lectores de THE OBJECTIVE es una cita con la actualidad política. Esta semana, prefiero que sea el lector el que juegue con estas leyes de Cipolla y sea él mismo el que las aplique a esa actualidad política. Analice comportamientos, giros, hechos y consecuencias. Y sí, asusta.

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