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España juega sin centro

Sigue sorprendiendo esa capacidad del votante español para demandar un proyecto de centro, apoyarlo y cuando crece, hacerlo desaparecer

España juega sin centro

La presidenta de Ciudadanos, Inés Arrimadas. | Madero Cubero (EP)

Una de las noticias más relevantes de las últimas elecciones en Andalucía ha sido la desaparición en el Parlamento de Ciudadanos. Un resultado esperado y casi anunciado por las encuestas. Previsible para muchos, pero también algo injusto para otros por el trabajo y gestión en los años de gobierno de coalición de Juan Marín, todavía vicepresidente de la Junta en funciones. El agujero negro en el que está sumergido este partido de centro liberal desde hace tiempo succiona todos los parlamentarios del partido creado por Albert Rivera y presidido ahora por Inés Arrimadas.

El origen de esta pandemia para el partido naranja está en los errores y ansias de poder del fundador. Rivera lo tuvo casi todo en su mano, pero su ego le llevó de obtener una posición clave en el Congreso con 57 diputados a tener solo 10. Desde entonces, y ya con Arrimadas al frente, cada elección autonómica ha sido un paso más en la agonía. En Cataluña, origen y esencia del partido, pasaron de ser la fuerza más votada con 36 escaños a quedarse en algo simbólico con solo seis. Alguien, en alguna facultad de Ciencias Políticas, tendrá que analizar bien cómo tras aglutinar el voto constitucionalista abandonaron a su suerte a millones de votantes sin mantener el terreno conquistado y con una sucesión de caras y nombres que hundieron toda esperanza de consolidar posiciones.

Tras Cataluña, las siguientes elecciones han ido a peor. En la comunidad de Madrid pasaron de gobernar en coalición con Isabel Díaz Ayuso y tener 26 escaños al cero más absoluto. En Castilla y León se repetía casi el resultado. De 13 escaños y estar en el gobierno a un simbólico escaño solo para el que fuera vicepresidente Francisco Igea. Y ahora Andalucía.

 ¿Qué ha pasado en Ciudadanos? Pues que entre todos lo mataron y él solito se murió. Errores graves como el suicidio en Murcia crearon el contexto para que los populares atacaran sin descanso los últimos baluartes de Ciudadanos. La pésima gestión de una Inés Arrimadas que tras su brillante oratoria ha mostrado poca capacidad de autocrítica y reacción deja de nuevo a España sin un partido que centre y modere la vida política. Para muchos españoles el que los dos grandes partidos pudieran pactar con un partido español bisagra que evitara tener que acudir a los chantajes nacionalistas, independentistas e incluso proetarras, era algo casi imprescindible. Pero de nuevo ha fallado.

Todos los intentos por conseguir y consolidar ese centro bisagra han fracasado. El CDS de Adolfo Suárez, la Operación Roca, la UPYD y ahora Ciudadanos son la constatación de que el votante español dice que son necesarios, los hace crecer un poco y luego los abandona. Es paradójico que nuestra reciente democracia naciera bajo la sombre de un partido llamada Unión del Centro Democrático creado por ese mago que fue Suárez. Cierto que bajo sus sigla se aglutinaban liberales, moderados, reformistas, democristianos y hasta socialdemócratas. Fueron años duros y maravillosos para cualquier estudioso de la historia política. La democracia trajo una Constitución y sobre todo el espíritu del consenso bajo el que se vivió la Transición. 

El acoso y derribo a Suárez por sus propios militantes hizo que la UCD acabara con la mayor voladura que se recuerde de un partido gobernante. La dimisión de Suárez, y un golpe militar por medio, provocó una huida masiva y que el PSOE consiguiera su mejor resultado histórico por encima de los 200 diputados. A partir de ahí, en los siguientes años, se reorganiza el espacio de la derecha con una Alianza Popular que ha ocupado todo el espectro de la derecha hasta la aparición de VOX por su extrema derecha.

Lo mismo se puede decir del PSOE, que siempre ha tenido movimiento a su izquierda. A veces amigable, a veces insoportable pero necesario. Izquierda Unida dejó pasó a la fuerza de Podemos que sí consiguió aglutinar ese espacio cómo nadie lo había hecho antes. Pero entre cesarismos populistas y su siempre presente querencia a la automutilación, ese espacio tampoco pasa por buenos momentos y ahora la conquista de los cielos queda en manos de una Yolanda Díaz cuyo primer resultado, sea solo como inspiradora, ha sido en Andalucía un fracaso evidente.

En España los dos grandes partidos, PSOE y PP, han obtenido siempre sus mejores resultados cuando han conquistado posiciones centristas. Una vez conseguido ese poder la tendencia natural en ambos casos ha sido olvidar ese terreno y volver a su espacios naturales. Muchas veces han tenido que pactar y lo han hecho siempre con los nacionalistas, que no han frenado nunca sus ansias económicas y competenciales. Esos pactos eran contra los que nacían precisamente las opciones centristas bisagras que buscaban generar esperanzas de cambios en los modelos de colaboración.

Estos modelos de colaboración con el centro sí han servido en pactos autonómicos y locales, pero nunca se han consolidado como una estrategia en los pactos de legislatura. La creciente fragmentación del Congreso y sobre todo la permanencia de una ley electoral que sigue primando una sobrerrepresentación nacionalista e independentista en escaños ha jugado en contra.

Tanto que lo que estamos viendo es que es más rentable la creación de proyectos políticos centrados en demandas no ya autonómicas, sino provinciales. Teruel Existe ha sido el primero en conseguir llegar al Congreso, pero tras las elecciones en Castilla y León es probable que veamos muchos más intentos procedentes de varias comunidades, especialmente de la llamada España vaciada. De consolidarse el modelo nos encontramos con que la fragmentación será ya una micro fragmentación. Que vista la experiencia de Teruel Existe la fuerza de estos mini partidos será pequeña, reducida a demandas provinciales que aumentarán más la sensación de subastas públicas desde el gobierno central.

La existencia de un partido bisagra centrista fuerte no solo frena todo tipo de chantajes nacionalistas, independentistas o de los que vengan, también equilibra y compensa la tendencia de los dos partidos grandes a pactar con su extremos y por tanto a generar políticas ideológicamente más cercanas a más votantes. Por eso, sigue sorprendiendo esa capacidad del votante español para demandarlo, apoyarlo y cuando crece, hacerlo desaparecer. España no necesita jugar con más extremos, necesita un centro del campo consistente, que de juego a ambos lados, y que consolide el propio sistema defensivo de la Constitución y del estado de derecho. Pero, visto lo visto, España juega siempre sin centro.

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