THE OBJECTIVE
El buzón secreto

Jamal Khashoggi: el periodista cortado en trozos y horneado en la barbacoa

Cuatro años de la mayor salvajada cometida por agentes del príncipe saudí Bin Salman, ahora amigo de Biden

Jamal Khashoggi: el periodista cortado en trozos y horneado en la barbacoa

Los asesinatos son frecuentes en el mundo de los servicios de inteligencia, quien diga lo contrario miente. Nadie quiere que le vean con un imaginario manto manchado de sangre, pero la realidad es que los jefes del espionaje ordenan matar, casi siempre por orden de sus responsables políticos.

Los países democráticos exigen con frecuencia que estas medidas extremas vayan acompañadas por órdenes firmadas por quien políticamente tiene el poder para autorizarlas. En Israel el proceso está regulado y los integrantes del Kidon, la unidad de asesinos del Mossad, solo actúa con un mandamiento por escrito del primer ministro. En Rusia, por poner un ejemplo del caso contrario, el señalamiento lo hace el presidente pero no rubrica con su  firma un papel en el que los asesinos puedan ampararse si pintan bastos. Algo similar a lo que pasa en países como Arabia Saudí.

El 2 de octubre se cumplen cuatro años de uno de los asesinatos más crueles de los últimos años, ejercido por un escuadrón de la muerte de los servicios secretos saudíes. Jamal Khashoggi era un periodista colaborador del The Washington Post. Había tenido que escapar de Arabia Saudí ante el temor de que el príncipe heredero, Mohamed Bin Salman, le impidiera ejercer su libertad de expresión. Jamal no era antisistema y mucho menos antimonárquico. Simplemente discrepaba de las medidas del príncipe que de hecho se había convertido en el hombre fuerte del país aprovechándose de la pésima salud de su padre.

Ese 2 de octubre Khashoggi acude al consulado de su país en Ankara. Necesita unos papeles para poder casarse con su novia, Hatice Cengiz. Entró pero nunca salió, al menos no de una sola pieza. Unas horas antes, 15 saudíes integrantes del grupo asesino habían llegado al país y esperaron en su consulado al periodista crítico.

La mala suerte para ellos residió en que al servicio secreto de Turquía no le importó reconocer que tenían instalados micrófonos en la delegación diplomática y que habían grabado el asesinato y posterior trinchado del cuerpo de Khashoggi. Aún más, podrían montar una película con las imágenes de los asesinos sacando en bolsas los trozos y conduciéndolos a casa del cónsul que esa noche hizo una barbacoa en su casa, en la que supuestamente convirtió en cenizas su cuerpo.

La CIA hizo su propio informe, sin duda teniendo acceso a la información de sus colegas turcos. Su conclusión fue aplastante: Bin Salman ordenó el asesinato. Hasta Trump se mostró cabreado con un príncipe que había asesinado a un colaborador de un prestigioso diario estadounidense. 

El fiscal jefe turco que llevaba el caso concluyó que muy poco después de entrar en el consulado el periodista fue asesinado por asfixia y su cuerpo desmembrado.

El cambio de postura de Biden

Durante la campaña electoral, Biden fue muy duro con los saudíes: «Vamos a hacerles pagar el precio y a convertirlos en los parias que son». Imagino la cara de preocupación que se le debió poner a Bin Salman cuando Biden ganó las elecciones.

Como ocurre en las dictaduras que ordenan asesinatos de viva voz pero nunca por escrito, en Arabia Saudí juzgaron a los implicados en el caso y varios fueron condenados, aunque las autoridades nunca han ofrecido detalles concretos. El príncipe heredero sigue negando su participación.

Turquía fue muy crítica con Arabia Saudí, país con el que mantenían malas relaciones, hasta que las presiones e, imagino, algunas concesiones, terminaron por dar un giro al proceso judicial y se olvidaron de todo.

Lo de Biden fue una bajada de pantalones total. Después de prometer en campaña que se alejaría de los saudíes, hace unos meses viajó allí y se reunió con Bin Salman como si no hubiera pasado nada. Le llaman realpolitik, algo así como que hay cosas más importantes que no hablar con un señor que ordenó asesinar y desmembrar a un periodista crítico. Luego dirán que son cosas de espías.

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