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Y, pese a todo, el PSOE se va de fiesta

Sánchez busca repetir con Felipe González la ‘foto del Palace’ 40 años después de la victoria de los socialistas en 1982 para mostrar en un acto electoral la unidad del partido

Y, pese a todo, el PSOE se va de fiesta

Ilustración: Erich Gordon.

El PSOE está de fiesta. De conmemoración de los 40 años transcurridos desde que, el 28 de octubre de 1982, los socialistas ganaron unas elecciones que les llevaron, por primera vez desde la República, al Gobierno. Historiar, como yo he pretendido hacerlo en el libro La foto del Palace (La Esfera de los Libros), las interioridades de los tres gobiernos socialistas en estas cuatro décadas, es tarea no demasiado fácil, porque las versiones de los propios protagonistas son muchas, variopintas y, a veces, contrapuestas. Y han pasado muchas cosas, buenas y malas. Ahora, creo, va a tocar hablar de las primeras, no de las segundas.

No, no ha sido sencillo ni rectilíneo el trayecto en todo este tiempo, que ahora Felipe González y Pedro Sánchez, juntos pero, supongo, no del todo revueltos, planean conmemorar estos días con uno o dos grandes actos, en una aparente buena sintonía, respaldándose y justificándose el uno al otro. El PSOE, sí, prepara un fiestón. Preelectoral, claro.

A lo largo de los más de tres años que permanecí escribiendo el libro tuve ocasión de preguntarme, y de preguntar muchas veces a otros, cómo es posible que el partido fundado por Pablo Iglesias Posse en 1879 no se haya roto, con la cantidad de oportunidades que ha tenido para partirse en pedazos desde lo de Indalecio Prieto y Largo Caballero. O con lo de Suresnes, o lo de Felipe-Guerra, Almunia-Borrell, Zapatero-Bono, Chacón-Rubalcaba…y, por supuesto, con la casi literal defenestración de Pedro Sánchez de la sede de Ferraz en 2016, poniendo así fin a su primer período como secretario general del partido. Ni siquiera Pablo Iglesias Turrión, con su afán por dar (sin jamás conseguirlo) el sorpasso a la obra de Pablo Iglesias Posse, pudo destruirlo. Y eso que el PSOE ha vivido en los últimos tiempos horas bajas, muy bajas, que dudo de que estén del todo superadas, pese a las apariencias a veces triunfales.

«Pedro Sánchez protagoniza el ascenso al poder más insólito que hayamos conocido»

Le pregunté a Felipe González, en un encuentro en su casa la víspera de la pasada Navidad, cómo era posible que hubiese accedido a acudir al 40 congreso del partido, celebrado el pasado mes de octubre de 2021 en Valencia para mayor gloria de Sánchez, cuando sus rencillas y desavenencias con este eran tan patentes. «Pues porque, aunque tú no te lo creas, yo sigo siendo del PSOE», me respondió el veterano expresidente, que esos días estaba a punto de cumplir 80 años. Y, con estas palabras, me dio una clave para explicar la supervivencia de esta formación creada clandestinamente en la taberna Casa Labra hace 143 años. El orgullo de ser, pese a todo, del PSOE.

El PSOE es, me he ido convenciendo a lo largo de los años, mucho partido. Un partido a veces, claro está, cuestionable. Con una larga historia, llena de claroscuros, muchas sedes y una militancia orgullosa, a estas alturas me parece indudable, de serlo. La que apoyó a Borrell frente al aparato que respaldaba a Almunia. Y a Sánchez frente a la dirección que, de manera casi unánime, quería situar a Susana Díaz al frente del partido y como candidata a la presidencia del gobierno. Todos temían una victoria, que podría traer vendettas, de Pedro Segundo el Defenestrado. Y, sin embargo, ganó Pedro Sánchez: ahí está, protagonizando el ascenso al poder más peculiar, insólito e inédito que hayamos conocido nunca en ninguna parte del mundo. Y ahí sigue.

El presidente del Gobierno y secretario general del partido, que ya está sumergido en una precampaña electoral que se presenta demasiado larga y demasiado, para él, incierta, no puede desdeñar las ventajas de compartir esta nueva foto del Palace (aunque no en el Palace, ni con la presencia de Alfonso Guerra) con el hombre que recuperó el poder para el socialismo. Sánchez quiere ahora coprotagonizar los fastos con ese mismísimo Felipe González del que, en los malos momentos, dijo que «un día fue Dios, pero ahora ya no lo es». Pelillos y viejas pendencias a la mar; esa es también otra faceta de la larga historia de este partido.

González, pese a su desastrosa última etapa (1993-96) como gobernante y a sus traspiés como exgobernante, disfruta aún del privilegio de ser el máximo exponente de esa generación del 78 que tanto, y para bien, cambió la España casi recién salida de la dictadura franquista. Situarse a la vera de Felipe sigue siendo una buena photo opportunity para el rey de la imagen, Pedro Cuarto el Resistente. Sí, Pedro IV el Omnipotente (o eso paree creer él) sabe muy bien a qué buen árbol arrimarse y con quién, cómo y cuándo compartir la buena sombra y un retrato.

Ignoro, cómo saberlo a estas alturas, si esta foto del inminente mitin sevillano del 40 aniversario, este fin de mes, con González uniendo sus manos, en lugar de a las de Guerra, a las de Sánchez victorioso, será la última foto del Palace, una imagen no fácilmente repetible del PSOE unido y aspirando a la victoria. Fui de los ingenuos –muchos lo fuimos—que dijeron que «Pedro Sánchez está muerto, aunque él no lo sabe» cuando todo el partido se volvió contra él en el momento en el que, tras ser despedido de la sede de Ferraz, pretendía disputar las elecciones primarias frente a Susana Díaz. Y Pedro Tercero el Resistente imprevistamente las ganó frente a la cúpula, recorriendo,  a lomos de su automóvil, agrupación a agrupación, militante a militante, las bases del PSOE.

«Estudiar la historia del PSOE en estos 40 años es también diseccionar la historia de la transformación de España»

Quien no reconozca que Sánchez tiene cualidades de luchador (por tanto, de ganador) y que, aunque haga muchas cosas mal, hace algunas cosas bien, probablemente cometa un enorme error. La historia del PSOE te muestra que es la de los supervivientes que pretendían llegar a lo más alto: Felipe, Zapatero, Sánchez. A los dos últimos, como antes a  Adolfo Suárez, se les ha oído decir muchas veces, en sus inicios políticos, que iban a llegar a presidentes del Gobierno. Llegaron y pienso que su lucha por llegar a la cima del poder es legítima… al menos mientras los métodos para ascender y para mantenerse en la cúspide también lo sean, aunque eso constituiría ya objeto de otro comentario, de otra controversia, con objetivos muy distintos a los que este artículo pretende.

Es el caso que estudiar la historia del PSOE en estos 40 años es también diseccionar la Historia –con mayúscula y con minúscula— de todo el país en estas  cuatro décadas en las que España se ha transformado profundamente: con una primera Transición, que, a mi juicio, concluyó en 2014, con la abdicación de Juan Carlos I, y que ha derivado en esta segunda, que, la verdad, me parece que nadie tiene ni idea de hacia dónde acabará llevándonos. Todo es una actualidad trepidante y sin demasiados precedentes. Ninguno de los hoy olvidados que gobernaron con Felipe, con Zapatero, o los primeros que lo hicieron con Sánchez, generaciones idas y no recuperadas, podría haber imaginado que iba a suceder ni el diez por ciento de cuanto desde 2014 ha venido ocurriendo. ¿Quién lo hubiera podido predecir?

Creo que no es momento de grandes fiestas ni celebraciones, pero hay que convenir en que, en medio de lo que va a ser presumiblemente una larga y muy dura precampaña electoral, todo aprovecha para el convento de las urnas. Felipe González, el último icono del 78, sigue siendo una figura reclamada –cuántos medios, cuántas productoras de series, han querido replicar, 40 años después, aquella foto del Palace; no parece sencillo conseguirlo, y conste que yo mismo lo he intentado— y respetada. Comprendo que Pedro Cuarto, el Eterno Aspirante, quiera hacerse con él otra foto del Palace. O de lo que sea, donde sea y como sea, insisto, que todo aprovecha, ya digo, para el convento.

Fernando Jáuregui es periodista y autor de ‘La foto del Palace’ (Editorial Esfera de los Libros)

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