Récord de suicidios en 2022: los expertos exigen a Sánchez que apruebe un plan nacional
España continúa sin un Plan Nacional de Prevención pese a que ya hay más de 4.000 muertes por autolisis al año
Algunos lo llaman la pandemia silenciosa, pero todos estarán de acuerdo en que es una realidad trágica en España. Cada vez se suicidan más personas en nuestro país. Los últimos datos facilitados por el Instituto Nacional de Estadística (INE) demuestran que el 2021 fue el año en el que más españoles decidieron quitarse la vida: 4.003. Once muertes autoinducidas al día. Pero las proyecciones para 2022 son aún peores: en el primer semestre se registraron 2.015 suicidios -un 1,6% más con respecto al mismo periodo del año pasado-. Si se confirma esta inercia, habremos cerrado el año con 4.030 autolisis.
La inercia ya era preocupante antes de la llegada del coronavirus, pero se ha agudizado desde entonces. Las cifras del INE confirman los avisos que médicos, psiquiatras y ONG han lanzado en los dos últimos años, alertando del grave empeoramiento de los problemas mentales que han detectado entre muchos españoles debido a los efectos de la pandemia, los confinamientos, las restricciones sociales y la crisis económica y social. Han detectado en sus consultas, teléfonos de asistencia y puertas de urgencias una «epidemia» de intentos de suicidio y temían, con razón, que la tendencia tuviese también su concreción en el alza de los casos consumados, con lo que empeorasen aún más las ya trágicas cifras de 2020.
Así ha sido. En parte porque el Gobierno de España continúa sin un plan nacional de prevención contra el suicido que permita coordinar las actuaciones de las diferentes administraciones en esta materia. Y es que, ante esta laguna, son las Comunidades Autónomas las que cuentan con programas específicos (Galicia, País Vasco, Aragón, Navarra, La Rioja, Comunidad Valenciana, Cataluña y Comunidad de Madrid) o que están incluidas en la Estrategia de Salud Mental Aprobada por Pedro Sánchez en 2021.
La creación de un plan unívoco es una reivindicación monolítica del Teléfono de la Esperanza y de la Plataforma Nacional de Estudio y Prevención del Suicidio, que organizaron la II Jornada de Prevención del Suicidio el pasado 5 de mayo. Ahí volvieron a incidir en que «se hace cada vez más evidente la urgencia de situar el foco en acciones de prevención e intervención en materia de suicidio, unido a una responsable y rigurosa forma de visibilizarlo en los medios de comunicación. Todo ello además debe estar soportado por políticas públicas que den respuesta a un problema que afecta a miles de personas en nuestro país».
Celso Arango, psiquiatra del Hospital Gregorio Marañón, siempre recuerda que «hoy hay 38 países con un plan de prevención del suicidio. España no es uno de esos. Debemos trabajar para que cuando nos reunamos aquí la próxima vez, no haya 38 sino 39 países que tienen un plan nacional de prevención del suicidio».
El psicólogo Pedro Villanueva coincide en su necesidad, pero recalca que este plan tiene que tener en cuenta las especificidades de cada región. «No se puede hacer un plan igual para Ceuta que para Galicia porque las características culturales, ambientales, sociales y económicas son diferentes», defiende el voluntario del Teléfono de la Esperanza, que aboga por que «desde la Administración Central se obligue a las comunidades a que pongan en marcha un plan, pero dotándolas antes de recursos». «Hay una falta de recursos, no una falta de intención», despacha.
En este sentido, Javier Díaz Vega, educador y autor de Entre el puente y el río: una mirada de misericordia ante el suicidio (Nueva Eva, 2020), denuncia que «es alarmante cómo hay una altísima demanda tanto por la vía publica como por la vía privada, y ambas están colapsadas»: «Hay un colapso en la sanidad pública respecto a la salud mental, y no se logra hacer un buen seguimiento. La ideación y la conducta suicida es alarmante. Sobre todo porque quienes gozan de un buen acompañamiento pueden superar la idea suicida y las causas que pueden estar detrás de esta: un trastorno mental, condicionantes económicos, afectivos, sociales, etc.».
Los jóvenes
El suicida tipo español sigue siendo un varón, que representa casi el 75 % de los fallecidos anuales por autolisis: 2.982 hombres frente a 1.021 mujeres. Pero hay un nuevo segmento poblacional que está creciendo: el de los jóvenes. Los que tienen entre 10 y 14 años se suicidan un 134% más que en 2020, mientras que 316 de quienes tienen entre 15 y 29 años se quitaron la vida en el pasado año. Esto evidencia que es un problema que no sólo concierne a la Sanidad, sino también a la Educación.
«Es muy importante explicar a los padres cómo tratar a sus hijos cuando perciban en ellos ideaciones suicidas», explica Pedro Villanueva, que advierte de cómo los jóvenes tampoco saben cómo comunicar a sus progenitores este tipo de problema: «Hay una idea muy arraigada de que hay que educar a los niños en el éxito, en la fortaleza, y por eso ellos nunca pueden ser portadores de malas noticias, pero en la vida hay buenos momentos y malos momentos; hay que enseñar a acompañar en el sufrimiento».
Celso Arango sostiene que «la explicación más plausible es que el incremento de suicidios a nivel mundial, no sólo nacional, tiene que ver con el incremento de la incidencia de trastornos mentales como la depresión, que se ha incrementado un 25% en los últimos dos años. Un hecho que apoya esta hipótesis es que hay un incremento de los trastornos mentales en la población joven, que ha ido acompañado de un aumento de los suicidios».
También hay que tener presente que la gran mayoría de las personas que piensan en suicidarse no quieren morir sino escapar a un sufrimiento extremo. «El suicidio ha existido siempre y seguirá existiendo, pero va a pasar más cuanto menos hagamos. Y hay que tener en cuenta que las personas ayudadas salen en su mayoría adelante. Hay que poner recursos. Estaría bien una campaña para acercar la figura del profesional de la salud mental a las personas», zanja Villanueva.
Javier Díaz Vega, por su parte, se aferra a la idea de que «si no hubiera Comunidades Autónomas con planes de prevención y expertos implicados en la divulgación los datos serían mucho peores: Hay que seguir, y que se apruebe de una vez por todas un plan nacional que imponga criterios serios para poder elaborar desde la Sanidad, desde la Educación, desde las empresas y desde los Servicios Sociales, ayudas concretas y personales para la prevención». Nos va la vida en ello.