Los espías del CNI no votarán a Sánchez
Consideran que el líder socialista ha actuado con partidismo político en sus órdenes al servicio secreto
Los más de 3.000 agentes del Centro Nacional de Inteligencia (CNI) han acabado la legislatura muy distantes de las políticas sobre espionaje llevadas a cabo por el presidente Pedro Sánchez. Mayoritariamente esperan que abandone el Palacio de la Moncloa tras las elecciones y le sustituya alguien con una mayor visión de Estado.
Sánchez ha sido un presidente nada dado a mantener relaciones directas con el CNI, ha preferido que la ministra de Defensa, Margarita Robles, fuera la jefa directa y su principal interlocutora en el tema. Un comportamiento nada extraño entre los presidentes de gobierno españoles, empezando por Felipe González que aconsejó a José Luis Rodríguez Zapatero que, si tenía que verse con el director del servicio, lo hiciera siempre en presencia del responsable político. El motivo: la falta de confianza.
Robles ha respaldado abiertamente las actividades del servicio de inteligencia y se ha preocupado de potenciar su presupuesto y sus medios. Sin ninguna duda, al inicio de la legislatura La Casa se vio favorecida por la presencia de la exagente Esperanza Casteleiro en los puestos más influyentes del Ministerio de Defensa. Primero como directora de Gabinete de la ministra y luego como secretaria de Estado de Defensa. Alguien cercano a Robles que le acercó la realidad del mundo del espionaje.
Les parece injusto el cese de Esteban
Al presidente del Gobierno no le tembló el pulso cuando decidió cargarse el año pasado a la directora Paz Esteban, algo que no le han perdonado los agentes del servicio. Aceptan que, durante la operación para disponer de información sobre las actividades de los movimientos independentistas en Cataluña y País Vasco, cometieron un grave error: les pillaron interviniendo teléfonos de líderes independentistas.
Durante etapas anteriores como las de González y Aznar, llevaban a cabo misiones alegales o ilegales y, si les descubrían, les tocaba enfrentarse a un juez y soportar el castigo. Tenían que bajar la cabeza y escuchar las declaraciones públicas de los miembros del gobierno que correspondiera negando conocer sus actividades y reprobándolas totalmente o con matices. La creación del nuevo CNI en 2002 puso sus más controvertidas actividades operativas bajo el control de un juez del Tribunal Supremo, lo que no sirvió para nada en este reciente caso. Paz Esteban demostró que todas las intervenciones habían sido autorizadas judicialmente, que no había hecho nada ilegal, pero no bastó. Sánchez necesitaba su cabeza para apaciguar el cabreo de ERC en Cataluña y Bildu en el País Vasco.
El lío en País Vasco y Cataluña
Tampoco le perdonan los agentes la decisión que tomó posteriormente cuando Esperanza Casteleiro ya había asumido el mando de La Casa. Pedro Sánchez hizo desmantelar las estructuras de agentes montadas en las dos comunidades para detectar si se producían movimientos en contra de la seguridad nacional o a favor del terrorismo. El pretexto era que ya no existían esas amenazas. Algo que podría ser cierto, pensaban en el servicio, pero su misión es estar alerta por si volvían a las andadas.
Decenas de agentes perdieron sus destinos, muchos fueron trasladados y tuvieron que dedicarse a otras tareas. En los pasillos el descontento fue patente, pero no existió ningún movimiento contra Casteleiro, la más adecuada para gestionar esta situación de crisis dados los numerosos años que ha trabajado en La Casa.
Si Sánchez repitiera como presidente, el dúo Robles-Casteleiro podría permanecer, pero si pierde ante Alberto Núñez Feijóo es seguro que el servicio de inteligencia tenga un nuevo director o directora que pase página de la etapa socialista y recupere investigaciones ahora suprimidas. En el CNI ya hay apuestas sobre quién será el/la sustituto/a.