THE OBJECTIVE
Vidas cruzadas

Nemesio Fernández-Cuesta: «Solucionaremos el cambio climático con inversión y tecnología»

El economista y experto en energía conversa con David Mejía sobre su trayectoria y los principales retos del futuro

Nemesio Fernández-Cuesta es economista y Técnico Comercial y Economista del Estado. Es uno de los mayores expertos del país en energía y en cambio climático. Fue Secretarío de Estado de Energía (1996-98), desde donde promovió la creación del mercado eléctrico y la liberalización de los mercados eléctricos y gasistas. En el sector privado, ha ocupado cargos de responsabilidad en Repsol, donde fue director general y COO (Chief Operating Officer). En la actualidad es senior advisor de Everwood FCR VI, fondo de inversión en construcción de plantas fotovoltaicas.

Pregunta. – Quien busque «Nemesio Fernández Cuesta» en Google encontrará a un periodista nacido a principios del siglo XIX.

Respuesta. –  Sí, efectivamente. El primer Nemesio Fernández Cuesta nació el 19 de diciembre de 1820, día de San Nemesio.

P.- ¿Y por culpa de ese Nemesio, tú te llamas Nemesio?

R.- Sí. Él tenía un hermano que puso a su hijo Nemesio en su honor. Y ese Nemesio es mi bisabuelo. Y mi abuelo se llama Nemesio, mi padre se llama Nemesio y mi hijo se llama Nemesio.

P.- ¿Cómo te ha influido ese linaje intelectual?

R.- Pues no lo sé. Lo que sí es cierto es que cuando naces y creces en una casa llena de libros te permite entender que hay un mundo que es muy distinto al mundo estrecho de casa al colegio y del colegio a casa. Y por lo tanto, dejas volar tu imaginación. Y cuando ya eres mayor te enteras de que la familia Fernández Cuesta es una familia de tendencia muy liberal. El primer Nemesio Fernández Cuesta participó en la Revolución de 1868. Su hermano fue magistrado del Supremo, pero no lo fue hasta el primer gobierno Sagasta; con Cánovas no, por liberal. Y después, pues están los médicos también. Mi bisabuelo era médico de la Armada y fue director del Manicomio de Toledo, por ejemplo, y mi abuelo fue militar. Su hermano Raimundo es el que rompe con la tradición liberal de la familia y, por su amistad con José Antonio Primo de Rivera, se hace falangista y secretario de Falange. Pero fue una excepción. La realidad es que la tradición de la familia era liberal y periodística. Ese primer Nemesio Fernández Cuesta tradujo, por ejemplo, Los Miserables al español.

P.-  ¿Alguna vez te planteaste estudiar una carrera de humanidades?

R.- No, siempre me han encantado las ciencias sociales, fundamentalmente porque lo que hoy ocurre o cómo reacciona la sociedad hoy a un estímulo, no tiene nada que ver con cómo reaccionaba la sociedad a ese mismo estímulo hace 15 años o cómo reaccionará la sociedad a ese mismo estímulo dentro de 20. Es decir, esa liberalidad de las ciencias sociales, en la que al final lo que estás haciendo es sumar las reacciones individuales de mucha gente, pues siempre me llamó la atención.

P.- Fuiste universitario en tiempos de mucha movilización, ¿eras un joven politizado?

R. – Yo entré en la universidad en enero del 74 y Franco murió en noviembre del 75, así que esos dos primeros años fueron años de mucho cambio y de muchas vivencias. Yo era delegado de mi clase y por supuesto era profundamente demócrata y me parecía que la dictadura no tenía sentido y desde luego no era propio de España, un país que debía recuperar su posición en Europa y en el mundo.

P.- ¿Y tenías claro que querías hacer una oposición a un cuerpo de élite de la Administración?

R. – Pues no lo tenía muy claro en la carrera, pero al final te vas decantando y era una opción que me gustaba. Debo reconocer que mi padre había sido subsecretario de Comercio del 69 al 73,y ministro de Comercio en el 74. Por lo tanto, lo de los técnicos comerciales y economistas del Estado, pues siempre me había atraído. Te garantizara una independencia económica.

P.- ¿Qué diferencias percibes entre la juventud de tu generación y la juventud actual? Te lo pregunto porque tú eres profesor de universidad y estás muy en contacto con jóvenes.

R.– Creo que los jóvenes de ahora tienen una formación muy superior a la que teníamos nosotros. Y tienen una visión del mundo y una aceptación de la diversidad también muy superior. Yo creo que es una generación en la que hay que confiar y que sin ninguna duda sacarán adelante este país y los demás países de Europa. Creo que hay que confiar en la juventud. La sociedad es más competitiva, entonces, no quiere decir que todos vivan igual de bien que vivieron sus padres. Unos pueden vivir mejor, otros pueden vivir peor. Pero la media, estoy convencido de que será superior.

P.- Uno de los principales problemas de los jóvenes es el acceso a la vivienda.

R.- Al final lo que funciona es construir más vivienda y construir más vivienda social a precio tasado, y que esa vivienda a precio tasado no se pueda vender. Porque si puede venderse al cabo de 15 años lo que se produce es una transferencia de renta del Estado a quien durante 15 años ha tenido la vivienda.

Yo creo que hay una lógica económica en las decisiones de corte político sobre este tipo de cosas que tendemos a olvidar. Tienes que mejorar tremendamente las redes de transporte público. Te voy a poner un ejemplo extremo: si vives en Segovia y te sacas un abono de AVE, sale muy barato. Tardas 20 minutos en el trayecto Segovia-Madrid. Vivir en Segovia a lo mejor es una gran ventaja y seguro que las viviendas son más baratas. Ojo, esto no quiere decir que todo el mundo, ni los jóvenes, se tengan que ir a vivir a Segovia, pero si se combina un mayor volumen de vivienda construida con unas redes de transporte público eficientes y a un precio accesible, el problema empezará a desaparecer.

P. – ¿Y por qué se insiste en recetas que una mayoría de los economistas, insistís en que son contraproducentes?

R. – Pues porque determinada izquierda tiene ideas preconcebidas sobre cómo funcionan las cosas. «Si uno tiene cinco casas eres un especulador o un fondo buitre». Los fondos de inversión absorbieron muchísimos activos inmobiliarios de la banca española y gracias a eso, y al esfuerzo que también hizo el sector público creando la SAREB, se consiguió sanear bancos y que los bancos sobrevivieran a muchas medidas.

Foto: Carmen Suárez

P. – Se habla mucho del rescate bancario y lo que se rescataron, sobre todo, fueron cajas de ahorros.

R. – Sobre todo, no, únicamente. Por ejemplo el Banco Popular cuando cayó se lo quedó el Santander. Las cajas estaban gestionadas por los políticos y éstas se dejaron llevar por un boom inmobiliario que no era de viviendas sociales, sino de vivienda de todo tipo.

P. – ¿Cuando hablamos de que hay que crear más viviendas, se debe precisar que esa vivienda tiene que ser vivienda social para evitar otra burbuja?

R. – La realidad es que necesitas un sector inmobiliario fuerte que esté en el entorno del 6, 7 u 8% del Producto Interior Bruto, no en los 20 o 30 que llegamos a tener en 2007 y 2008, que eso sí es una burbuja. Eso requiere dinero para financiar, pero si das el dinero para financiar y luego no hay demanda, se produce la pérdida de valor del bien, se ejecutan los créditos y ya estamos en crisis, porque automáticamente esas pérdidas de los bancos se traducen en que no dan crédito a ninguna empresa, porque tienen que recomponer su balance por el agujero que les ha provocado. Dicho esto, yo creo que más vivienda baja los precios. Si todos nos empeñamos en vivir en el centro de la ciudad, porque efectivamente es donde están los puestos de trabajo y es donde uno se ahorra más en transporte, los precios van a subir. Ese es el juego de verdad.

P. – ¿Consideras que en España, Madrid y Barcelona sobre todo, existe más reticencia a aceptar los traslados largos que en otras grandes ciudades del mundo?

P. – Bueno, vivir en una gran ciudad tiene ventajas, pero tiene también inconvenientes. Ya he dicho al principio que hay que combinar una mayor oferta de vivienda social con una mejora de las redes de transporte públicas y que, efectivamente, hay mucha gente que viene en coche y se tira una hora en coche por las mañanas. Si puedes cómodamente en un transporte público y tardas menos, pues mejor.

P. – Otro tema actual, complejo y controvertido es la energía. Fuiste Secretario Energía del año 96 al año 98, en el primer gobierno de Aznar. ¿Cómo te conviertes en un especialista en energía?

R. – Mi primer destino como Técnico Comercial del Estado, en el año 81, fue «Importación de productos energéticos». Era la guerra entre Irán e Irak, el petróleo estaba ya en una de sus crisis y era un tema complejo. Estuve tres años en el Ministerio de Comercio y después en 1984 pasé al Ministerio de Industria como subdirector de Petróleo y Gas. De ahí pasé a Repsol en el Ministerio de Industria, y tuve que negociar el cambio de la normativa española. En España había un monopolio de petróleo, que era Campsa, la única empresa capacitada legalmente para vender productos petrolíferos.

P. – Si no me equivoco, desde esa Secretaría de Estado se llevó a cabo el proceso de liberalización del mercado.

R. – Estuvimos viendo las distintas alternativas y decidimos que lo mejor era liberalizar y abrir el mercado eléctrico porque antes la optimización de que Central Eléctrica tiene que funcionar era una decisión administrativa basada en unos entendimientos de cuáles eran los rendimientos y los retornos que la inversión de esas plantas merecía. Al final, el Estado, garantizaba a los distintos empresarios un retorno por las inversiones que había hecho para abastecer la demanda eléctrica. Entonces decidimos que había que cambiar radicalmente y que las empresas subastaran su electricidad. Traspasamos la decisión sobre qué central funcionaba, y a que el precio, del Estado a las empresas, con la condición de que el que funcionaba era el que ofertaba más barato. Y eso que nosotros en España hicimos en el año 98 es lo que años después se aprobó como modelo europeo de funcionamiento del mercado eléctrico y ahora todavía se está discutiendo después de la crisis. Pero es un modelo que funcionó bien y, sobre todo, permite es que las tecnologías más eficientes sean las que ganen. Es decir, si eres capaz de producir más barato que otro, vas a ofertar más barato y por lo tanto vas a funcionar. ¿Qué va a hacer el otro? El otro lo que tiene que hacer es adoptar tu tecnología para poder ofertar tan barato como tú y funcionar. Y ese sistema fue el que permitió que en España se construyeran 27.000 megavatios de gas. En 1998 no se generaba electricidad con gas en España. Era nuclear, carbón y agua. Pero gracias a ese sistema se empieza a utilizar el gas. ¿Por qué? Porque era la manera más barata en aquella época. Ahora, ¿cuál es la manera más barata? Las renovables y en las renovables se está invirtiendo, y hay un boom inversor en España porque el mercado marginalista garantiza que la tecnología más eficiente, que es la que oferta más barato, es la que va a ganar más dinero. Esa es la esencia del mercado marginalista.

P.- Por eso hay siete plantas de gasificación en España.

R.- En España se construyó mucho gas. Enagás, que es la empresa transportista y que se encarga de la gasificación del gas natural licuado, fue siguiendo esas inversiones y por eso hay siete plantas de gasificación en España. Y cuando ha venido la crisis y nos hemos encontrado sin gas ruso, España estaba en una posición privilegiada, entre otras cosas porque tenía siete plantas de regasificación, y porque esas plantas de regasificación se habían hecho para alimentar de gas las plantas de producción de electricidad. Es cierto que cuando entramos en una crisis, el mercado marginalista dispara los precios. Ahora, eso es una situación de crisis derivada de la guerra en Ucrania. Y lo que se plantea en Europa es qué reformas hay que hacer en el mercado, y siempre hay que ir haciendo reformas. La esencia del liberalismo es el reformismo, ir adaptando las estructuras sociales a lo que en cada caso se necesite. Y esa es la esencia de la idea del mercado marginalista. Beneficiar a las energías y a las tecnologías más eficientes.

P. – ¿Por qué se privatiza Repsol y qué consecuencias tiene esa privatización?

R. – Un empresa privada tiene que responder ante sus accionistas y ante los analistas financieros que te siguen a diario y dicen: «Vende las acciones de Repsol porque esto es un desastre, o compra las acciones de Repsol porque esto va a ir muy bien». Eso, por supuesto, está sujeto también a avatares de coyuntura. Es decir, si sube el precio del petróleo y estás produciendo mucho petróleo, te dicen que compres, porque eso va a ganar dinero. Pero en términos generales, los mercados financieros disciplinan. Pero cuando eres una empresa pública no te disciplinan los poderes financieros, sino que estás al albur de las decisiones administrativas. Entonces es posible que el gobierno decida bajar los precios, pero si decide bajar los precios antes o después, lo acabamos pagando los ciudadanos. Quizá no como consumidores, pero sí como contribuyentes. Yo prefiero pagar como consumidor que como contribuyente, porque el consumidor sabe que hay unos límites, que es lo que el propio mercado va poniendo. Sé que si Repsol lo hace mal, habrá otros que lo estén haciendo mejor y serán los que vayan tomando la delantera. Soy un firme creyente de que la economía de mercado es la que proporciona en término medio y en el largo plazo, los bienes y servicios más baratos al conjunto de la ciudadanía.

P. – ¿Qué opinas de la energía nuclear?

R. – Varias cosas. Primero: que si tienes algo que ya está construido y funciona, para qué cerrarlo, sobre todo si hay que sustituirlo; minimicemos las inversiones necesarias. Segundo: el coste de una central nuclear funcionando, está entre los 50-60€ el megavatio, pero una nueva alcanza los 120-130€ el megavatio. Ahí está el ejemplo de la de Hinkley Point C, construida en Inglaterra. Por lo tanto, creo que económicamente no tiene sentido construir centrales nucleares nuevas, pero sí tiene todo el sentido mantener las existentes. Obviamente hay una cosa que se llama Consejo de Seguridad Nuclear y los dueños de las centrales tendrán que cumplir todos los requisitos que el Consejo de Seguridad Nuclear ponga encima de la mesa. Pero han funcionado; en España, van a cumplir 40 años. A lo largo de 40 años no hemos tenido incidentes significativos y es una energía que, además, no genera emisiones y produce independencia económica y hoy nos da el 20% de nuestra electricidad.

P. – ¿La preocupación por las emisiones de CO2 y otros gases de efecto invernadero por sus efectos en el cambio climático, está presente en las conversaciones sobre sobre política energética desde que estás en activo?

R. – Sí. Cuando yo era secretario de Estado de Energía, se firmó el Protocolo de Kioto; se firmó en el año 97 y lo firmó el primer gobierno de Aznar. La primera Cumbre de la Tierra, donde se habla del problema del cambio climático es la de 1992. Las COP, que es el acrónimo de Conferencia de las Partes firmantes del Tratado de las Naciones Unidas contra el Cambio Climático, es un tratado que se firma en 1994. Y desde entonces se celebra todos los años. Kioto fue la COP3, París fue la COP21. Menos el año de la pandemia se ha celebrado todos los años y es donde los distintos países van poniendo encima de la mesa lo que quieren hacer, lo que pueden hacer y lo que les da la gana hacer.

P. – Supongo que en el año 92 se harían previsiones sobre lo que sería el mundo en el año 2023, ¿Cuántas de esas previsiones se han cumplido?

R. – En general, pocas. Aunque la tendencia se mantiene. Mi experiencia me dice que las grandes líneas se suelen cumplir, o sea, que el mundo se iba a calentar, eso se está cumpliendo. En el siglo XIX ya se empezó a estudiar el efecto invernadero y los primeros científicos que se pusieron a la tarea pensaban que, si la atmósfera exige nitrógeno, pues serían el oxígeno y el nitrógeno los gases capaces de esa retención de calor. Y sin embargo, resultó que la retención de calor, pues corresponde a una parte muy pequeña de la atmósfera: donde están el CO2 y el metano, y donde están el argón y el vapor de agua. Podemos constatar que esos desequilibrios del calor y del frío, están haciendo que los fenómenos meteorológicos cada vez sean más extremos. Esa virulencia de los fenómenos extremos, es una parte del cambio climático. Ahora, estoy convencido de que no habrá un apocalipsis climático, porque el dinero y la tecnología han ayudado a la raza humana siempre a solventar cualquier problema que se le plantee. Y este problema lo resolverá la humanidad a base de inversión y tecnología. Y si no nos ocupamos de resolver el problema, vamos a tener más dificultad. Y la mejor manera de resolver es reducir las emisiones de CO2. Hay que trabajar en todos los órdenes, en todos los ámbitos geográficos e incluso en el ámbito personal, gastar menos luz por ejemplo. Lo que tampoco hay que caer es en el papanatismo de no sentar a China a la mesa. Si quiere seguir siendo el taller del mundo tendrá que descarbonizar o pagar.

P. – ¿Y por qué no se hace?

R. – En la diplomacia de las Naciones Unidas no se puede imponer a ningún país una determinada política. Naciones Unidas es un pacto de iguales y cada uno hace lo que parezca. Dicho lo cual, se puede llegar a acuerdos. China dice que va a alcanzar la neutralidad en emisiones de carbono en 2060, Europa en 2050. Pero de momento es mucho mayor el esfuerzo que tiene que hacer China de aquí al 2060 que el que tenemos que hacer en Europa, que es brutal, de aquí al 2050.

Foto: Carmen Suárez

P. – ¿Se puede subir los impuestos a las importaciones de Chinas?

R. – En Europa existe una cosa que se llama el Carbon Border Tax (CBAM) que se está empezando a implementar y que se implementará en 2026, aproximadamente. Pero yo forzaría un poco más la mano en esa línea.

P. – La lucha contra el cambio climático tiene una dimensión individual. ¿Está justificado hacer un reproche moral a quien no sigue los protocolos?

R. – Hay varias dimensiones y una me preocupa bastante. El cambio climático es una bandera muy querida por cierta izquierda. En mi opinión, no tanto por el cambio climático, sino por la oportunidad que permite la lucha contra el cambio climático para decirle a la gente cómo tiene que vivir. Y de paso, desmontar el capitalismo. Y mucha gente lleva mal que le digan cómo tiene que vivir. Hay que explicar lo que pasa porque la gente es lista y lo entiende. Al mismo tiempo tienes una segunda dimensión. Se ha liberalizado el transporte ferroviario, y hemos visto que liberalizando los transportes bajas los precios, y si bajas los precios la gente se va a decantar por una opción.

P. – El vehículo particular es también un tema candente. Si subvencionamos el coche eléctrico y sancionamos a quien no puede permitirse cambiar su viejo diesel,tenemos un problema.

R.- Sí, es uno de los temas que hay que cuidar. Incluso al propietario del coche diésel, que tiene 15 años y que ya no puede circular por los centros de las ciudades, hay que cuidarlo y habría que facilitarle la transición a un coche todavía diésel, pero que por sus especificaciones contamina 1/4 o 1/3 de lo que contamina el suyo. Y eso ya reduciría las emisiones. También hay que esperar a que las baterías se abaraten, y hay que desarrollar un programa de cargadores. El 80% de los coches de España duermen en la calle. Entonces hay que poner cargadores públicos de alta productividad para que la gente pueda cargarlo. Todas esas cosas forman parte de la electrificación del transporte privado. Lo que no se puede es empezar la casa por el tejado. Es importante que la gente que menos capacidad adquisitiva tiene no se sienta excluida de esta transición.

P. – ¿Eres optimista?

R. – Cada vez que me preguntan por el optimismo cito a mi padre que, cuando era pequeño, me decía: «el optimista es un tonto, que lo pasa bien y el pesimista es un tonto que lo pasa mal». Entonces, prefiero ser optimista, porque al menos lo pasas bien. Y luego hay una frase de un premio Nobel que dice que el optimista se equivoca más, pero vive mejor. Por eso me decanto por el optimismo. Antes he dicho que la tecnología y los recursos económicos solucionarán y solventarán el problema del cambio climático, y a lo mejor con cosas que no hemos visto todavía. Puede ser la fusión nuclear versus la fisión la que nos soluciona el problema. Puede haber cualquier tipo de descubrimiento de nuevos materiales, como el grafeno, o cualquier otro tema de conductividad. O se puede producir una sustitución de minerales en las baterías que las abaraten drásticamente. Todo eso está en plena ebullición y lo iremos viendo. Lo que sí es cierto es que hay que avanzar con sentido común, con un enfoque liberal en economía y liberal en la sociedad ya que a medio y largo plazo dan más rédito, porque aportan flexibilidad. Los enfoques rígidos cuesta muchísimo romperlos, y eso es negativo para lidiar con épocas de cambio profundo. Al principio me preguntabas por la juventud. Yo creo que valen más que nosotros, tienen valores y están más abiertos al cambio.

P. – Terminamos con la pregunta habitual, ¿a quién te gustaría que invitáramos a Vidas cruzadas?

R. – Pues no creo que acepte, pero os sugiero a Santiago Eguidazo, el presidente de Alantra.

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