THE OBJECTIVE
El buzón secreto

El CNI depende de Sánchez: no quiere matar a Maduro

El espionaje alemán también se inventó una venta ilegal de plutonio y detuvieron a dos españoles

El CNI depende de Sánchez: no quiere matar a Maduro

José María Basoa y Andrés Martínez Adasme. | EFE

En tramas oscuras del espionaje me cuesta hablar con total certeza sobre lo que ha pasado o podría estar pasando. Prefiero ir con pies de plomo porque he visto casi de todo en las actuaciones de los servicios de inteligencia. Matiz previo importante para explicar lo que está ocurriendo en las alcantarillas de Venezuela. 

Lo primero y más importante: el servicio secreto español, el CNI, no monta ni apoya una intervención contra un gobierno extranjero sin contar previamente con el visto bueno de su autoridad política, en este caso Margarita Robles, ministra de Defensa. Además, para que ella impulse una actuación de ese tipo necesita la aceptación previa del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. 

Ahí no tengo dudas. El servicio dirigido por Esperanza Casteleiro no se va a salir de las vías de tren marcadas por el Gobierno, quizás alguno de sus antecesores lo habría hecho, ella ni por asomo. Y Sánchez, gran defensor de las gestiones a favor de la revolución bolivariana de José Luis Rodríguez Zapatero en Venezuela, no va a quitar por la fuerza, y mucho menos matar, a Maduro.

Entonces, ¿qué pasa con la detención de los dos vascos, José María Basoa y Andrés Martínez? ¿Son agentes del CNI, mercenarios o simples turistas? 

Espías, mercenarios o turistas

Los espías de La Casa, como se conoce al servicio secreto, están incluidos en un listado de personal. Si un juez les preguntara si una mujer o un hombre trabaja para ellos, tendrían que contestar con la verdad. Otra cosa es que el servicio tiene muchos colaboradores o agentes negros que no aparecen entre el personal laboral y cobran en fondos reservados. No parece que Besoa y Martínez pertenezcan a este grupo.

¿Son mercenarios? Su familia dice que no, pero yo no pondría la mano en el fuego. No digo que lo sean, afirmo que no se puede desmentir tajantemente, al menos todavía. Parecen más unos simples turistas que estaban donde no debían estar, viajando por su cuenta, en plan aventura. Pero faltan datos.

Yo me inclino más a creer en esta última versión: todo sería un montaje del ministro del Interior de Venezuela, Diosdado Cabello, o de alguna otra mente pensante del espionaje local. ¡Pobre Maduro!, ¡Pobre Delcy Rodríguez! ¡Pobre Cabello! La CIA y el CNI no solo querían dar un golpe de Estado, también matar a las cabezas visibles de la revolución.   

Me recuerda a un montaje, ejecutado con mucha mayor brillantez, llevado a cabo hace 30 años por el BND, el servicio de inteligencia alemán, y cuya resolución fue épica. Querían alertar a la opinión pública mundial de uno de los peligros de la disgregación de los países de la Unión Soviética: las armas nucleares podían acabar en manos de peligrosos delincuentes que chantajearan al mundo. Se inventaron la existencia de una red internacional de tráfico de material radioactivo que vendía plutonio. Engañaron a dos empresarios españoles -Julio Oroz y Javier Bengoetxea- y a un colombiano -Justiniano Torres-. Escenificaron toda la operación y los tres acabaron en una cárcel alemana. Gran y exitoso despliegue informativo en todo el mundo y el objetivo de crear alarmar conseguido. Lo único que les salió mal fue que uno de los implicados filtró a Der Spiegel la manipulación y todos quedaron en evidencia.

Acostumbrados a que Maduro no aporte pruebas de nada, tampoco las dará de la relación de los dos jóvenes vascos con el CNI. Mientras tanto, seguiré pensando que son dos chicos que pasaban por allí y que utilizan en un intento de salvar a la dictadura.  

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