Jacobo Bergareche: «España es un país alegre, pero no es un país feliz»
El escritor reflexiona sobre la lectura, la felicidad, la fe y la desconfianza política de una generación descreída
«He reinado cincuenta años en Córdoba. Amado por mis súbditos, temido por mis enemigos y respetado por mis aliados. Riquezas y honores, poder y placeres aguardaron mi llamada para acudir de inmediato. No existe terrena bendición que me haya sido esquiva. En esta situación he anotado los días de pura y auténtica felicidad que he disfrutado: suman 14». Abderramán III murió a los 73 años, tras una larga y lujosa vida, y dejó escrito esto en su lecho de muerte. Jacobo Bergareche (Londres, 1976) fijó esta frase como frontispicio de su libro Los días perfectos, sabedor de que la felicidad es algo mucho más efímero que la alegría. Este escritor tardío, este disfrutón de la existencia, este hombre talentoso, cocinero y observador, está de enhorabuena: su obra, que fue un éxito literario, ha sido llevada al teatro en Madrid, de la mano de Leonardo Sbaraglia.
P.- La actualidad tiene esto y yo tenía unas preguntas ya pensadas y un inicio muy bonito, pero ha llegado María Pombo, y el debate casi nacional, abierto, sobre si leer nos hace o no mejores personas y si hay que creerse mejor persona por leer. ¿Qué reflexión te ha nacido?
R.- Hay un cierto narcisismo lector. Efectivamente, han dicho muchos que los nazis también leían bastante. Se dice que el nacionalismo se cura viajando y los que más han viajado por el mundo son los vascos y los catalanes hacen muchos viajes por ahí. Yo no sé si te hace mejor persona. Te hace más crítico y te puede ayudar menos a que te engañen. The Economist acaba de publicar un artículo muy interesante sobre sobre esto de que la gente ha dejado de leer bastante, por las redes, por ChatGPT, y nos enfrentamos a una generación mucho menos crítica, menos expuesta a diferentes puntos de vista y quizás a lo mejor con un pensamiento más plano o más manipulables. En un sentido moral, leer puede que no te haga mejor persona, pero sí te da una visión crítica, si te permite profundizar. Esa gente que va de que lee y que tiene este narcisismo lector y que da lecciones a los que no leen, es verdad que ellos no son mejores personas por leer. Y sobre todo, los que pierden tanto tiempo con María Pombo, que iban con su banderita de que yo leo, pues pueden ser bastante molestos porque al final están en debates absurdos como el de María Pombo. Yo creo que las Marías Pombo hacen un mundo bastante peor, porque en estas cosas de las redes, de esa banalidad absoluta y de estar dando como consejitos, tampoco tengo mucha apreciación. Aparte de que María Pombo me levantó la casa que yo alquilaba todos los años para veranear en Somo. Entonces no puedo tener excesivas simpatías hacia ella.
«Leer me sirve para conocer otras experiencias que no necesariamente son las mías y que me abren un mundo al que no estoy expuesto»
P.- Está bien fijar una idea que es: «Oye, hay auténticos cabronazos que leen mucho».
R.- Bueno, Montaigne tiene un ensayo maravilloso sobre la educación de los hijos, que habla de que hay por ahí muchos burros con las alforjas cargadas de libros. Leer yo creo que es una cosa mucho más profunda que el acto en sí de acumular libros en una biblioteca y leer muchos. A lo mejor hay que leer menos pero más detenidamente, o a lo mejor hay que enfrentarse al mundo entero como si fuera un libro abierto. Es una cuestión de mirar.
P.- ¿Leer de qué te sirve?
R.- A mí leer me sirve para conocer. Me sirve para conocer otras experiencias que no necesariamente son las mías y que me abren un mundo al que no estoy expuesto. Por ejemplo, leyéndome La parcela de Alejandro Simón Partal o leyéndome a Sara Torres, veo cosas que no están en mi mundo y en mi sensibilidad, pero que me permiten entrar en los ojos de otra persona, te permiten profundizar en el mundo.
P.- Tendemos a echar la culpa a las redes sociales de muchas cosas, pero igual en este caso sí es verdad que las redes sociales son un buen ejemplo de cómo algunos usuarios dan muestra de que el asunto de la comprensión lectora ha perdido nivel. No sé si tú crees que hemos dado pasos hacia atrás.
R.- Hay un bien muy preciado que es la concentración y la capacidad de atención. Y los móviles han afectado muchísimo a esa capacidad de concentración. Son una distracción constante y por eso yo hablo desde mi propia experiencia. Para mí, en mi trabajo, que consiste en escribir, y muchas veces también en leer para informarme, el móvil es una distracción constante. Y luego las redes sociales son una escuela de narcisismo. Estamos ahí para que nos vean. Algunos somos narcisos y otros son voyeurs, que lo que están viendo es la vida de otros y lamentándose de la suya. Yo dejo las redes todos los años un mes en invierno, durante las Navidades, que me gusta concentrarme y vivirla. En el verano, lo mismo. Tengo una dieta. Me pongo de repente en ayuno de red social y luego vuelvo, porque también para mi trabajo es importante.

P.- Para mí es el mayor generador de insatisfacción que existe. Da igual lo que hagas, que siempre va a haber otro que lo esté haciendo algo mejor que tú, o algo que te gustaría hacer a ti. Tú puedes estar en una playa paradisíaca y, de repente, te metes en Instagram y ves a otro y dices: «Me gustaría estar ahí».
R.- Claro. Hay que evitar eso.
P.- Esto es como lo del fomo.
R.- Sí, pero es que ahora hay una cosa que es el jomo, el joy of missing out. A mí me gusta que nadie sepa lo que estoy haciendo en verano. Y no me gusta ver las fiestas a las que no me han invitado, ni tampoco me gusta tener la deuda con las cosas.
P.- Antes de entrar en materia, siempre preguntamos por la relación con la fe de los invitados.
R.- La verdad es que me parece muy importante la pregunta de Dios. No es que tenga respuesta a esa pregunta. A veces, siento que creo y otras veces, lo veo más complicado. Pero yo he ido a la Cúpula de la Roca en Jerusalén este, al Muro de las Lamentaciones, a Roma, a Santiago, los templos zoroastrianos en Irán. En ese sentido, coincide que yo a Dios lo he buscado, no me he cansado de buscarlo. Estoy abierto totalmente a eso.
P.- ¿Estás en la búsqueda?
R.- Sí, estoy abierto a la búsqueda. A veces, e lo veo muy claro, y otras veces, lo veo más complicado. Creo que es un proceso importante. Hay que despojarse de la vanidad intelectual para acoger a Dios.
P.- Bergareche es un escritor que empezó a publicar tarde y en unos pocos años se ha puesto a la altura de otros grandes escritores que llevan mucho más tiempo publicando. Yo creo que el gran hit es, sobre todo, Los días perfectos. Una novela de amor y desamor, con una carta larga. Y tiene noticia Bergareche porque Los días perfectos ha pasado o va a pasar a ser monólogo.
R.- Va a ser un monólogo en el Teatro La Latina que se va a estrenar el 1 de octubre y lo va a hacer Leo Sbaraglia, que es un grandísimo actor. Y es una grata sorpresa.
P.- ¿Te inmiscuyes más en ese proceso, como a veces sucede en las adaptaciones de las películas o de las series, o prefieres que hagan lo que ellos vean y lo vas a ver y lo disfrutas?
R.- Las dos cosas. Este libro me lo han comprado para hacer una peli. Es un proceso tortuoso, donde uno se adapta y luego la peli sale o no, porque es muy azaroso el mundo de las financiaciones de las películas. El camino está bastante claro, y ahí sí que he pedido yo adaptarlo. En el caso del teatro, el proyecto surgió de otra gente, me lo propusieron y no me quise meter demasiado. Sobre todo porque además yo controlo mucho menos el mundo del teatro. Creo que eso es un trabajo del director. Pero es verdad que hay mucho peligro en que uno se adapta a sí mismo a otro género. Cuando te toca cortar, adaptar, cambiar, a veces uno piensa como que está traicionando la novela, como si la novela fuese el Corán o la Biblia, que no se puede alterar un solo verso.
P.- Tú vienes de ser guionista de televisión. O sea que tú estás acostumbrado.
R.- Un productor ejecutivo, cuyo nombre no diré, llegaba de repente a la mesa de escritores, cogía los guiones y decía: «Me como un paquete de folios y cago un guion mejor este me habéis dado». Los guionistas tenemos la piel muy dura. Sabemos escribir en colaboración con otros cinco. Es como hacer los planos del edificio, pero no es hacer el edificio.

P.- Uno está acostumbrado a la crítica sin mucha amabilidad.
R.- Yo he hecho televisión muy barata. Así que sí.
P.- Los días perfectos es un título que ya da a entender algo sobre lo que puede o no encontrarse. En el prólogo, está este texto que fue escrito por el califa Abderramán III cuando tenía 70 años y estaba ya en el lecho de muerte. «He reinado 50 años en Córdoba, amado por mis súbditos, temido por mis enemigos, respetado por mis aliados. Riquezas y honores, poder y placeres aguardaron mi llamada para acudir de inmediato. No existe terrena bendición que me haya sido esquiva. Y en esa situación he anotado los días de pura y auténtica felicidad que he disfrutado. Suman 14». ¿Cómo llegas a esta cita?
R.- Esa cita el que la hace conocida es Edward Gibbon en su Decadencia y caída del Imperio Romano, que es uno de los libros más fascinantes que uno puede leer, y está como al final del todo cuando ya habla de Bizancio. Esa frase como que se ha quedado sobre todo el mundo sajón, donde este libro tiene mucho predicamento y saltó en una serie de artículos sobre la felicidad. A mí me interesa mucho el tema de la felicidad. Y por ahí lo leí. Y fíjate, todavía no me he terminado el último tomo. Son seis.
P.- Seis tochos.
R.- Seis tochos. Los dos primeros sí que me los he leído.
«Todos pensamos que somos el país de la felicidad, pero es una sociedad muy volcada hacia el hedonismo, que no es lo mismo que felicidad»
P.- ¿Por qué te interesa tanto la felicidad?
R.- Me interesa la distinción entre felicidad y alegría. La felicidad es una validación que utilizan muchos economistas. También los psicólogos, pero los economistas la usan casi para dar validación a un determinado sistema o un determinado gobierno, o el funcionamiento de un país. España siempre es un país que sale en puestos supermediocres en la lista de países más felices. Todos pensamos que somos el país de la felicidad. Y de hecho es una sociedad muy volcada hacia el hedonismo, que no es lo mismo que felicidad. Tenemos las fiestas patronales, las ferias de los pueblos, las romerías. Tenemos comidas como la paella para invitar a ciento y la madre y tenemos muy buen tiempo y unas playas muy bonitas. Y sin embargo, los escandinavos, que viven más recogidos con el frío, son más felices que nosotros en todos estos estudios de la felicidad. Israel es más feliz que España. Pensarías que Israel es un lugar desgraciado. Y sin embargo, en los índices que miden la felicidad parece que es una sociedad con índices mucho más altos que nosotros de felicidad. Los italianos y los portugueses están ahí con nosotros, en las zonas de mediocridad absoluta en estos estudios. Nosotros somos un país alegre, pero no somos un país feliz.
P.- Cuéntame la diferencia entre alegre y feliz.
R.- Etimológicamente, felicidad viene de fructificar y otras cosas, y alegría viene como de un estallido de felicidad. Una algarabía. Un instante de risa, pero yo creo que es al revés, aunque contradiga la etimología. Creo que hay personas que son alegres y la alegría es una especie de disposición hacia afuera. Es inocultable, indisimulable, se irradia, se contagia. Queremos estar con personas alegres, no con personas tristes que son como agujeros negros. Y sin embargo, se puede ser feliz de una manera contenida y sin que nadie se entere de que estás siendo feliz. Hay gente que es como totalmente gris por fuera y, sin embargo, está contenta con su vida. No tiene una sensación de frustración. Tiene a lo mejor confianza en el futuro, conexión con una serie de cosas, con su perro, a lo mejor… Pero ser alegre, tú puedes estar roto por dentro y manifestar hacia afuera una alegría. Es una disposición del carácter. Creo que la felicidad es otra cosa. Es un estado que se conquista y se alcanza y tiene que ver con rutinas y hábitos. Y la alegría tiene que ver con cómo es uno.
P.- Hay que buscar la alegría pero es que, claro, hay gente que es mustia para toda la vida.
R.- Buscamos la alegría y queremos estar con gente alegre, porque los españoles nos gusta reírnos, aunque odiemos al Gobierno, no confiamos en las instituciones, no creamos en el futuro… Hay un absoluto disenso entre cómo nosotros nos vemos y cómo nos ven los demás. Los demás nos ven mucho mejores de lo que nosotros nos vemos a nosotros mismos. Pero sí buscamos la alegría y nos importa mucho eso: las fiestas, las cenas, las sobremesas… Todos esos momentos de gran alegría que no dan la felicidad pero sí que dan esos instantes.
P.- ¿Pero no crees que después somos dramáticos?
R.- Es un país pasional, claro que sí.
P.- He escuchado eso de que tenemos la sensación de que España e Italia son muy parecidos. Y los italianos lo que ven de nosotros es que somos un país mucho más serio de lo que nosotros pensamos que somos.
R.- Yo voy mucho a Italia, este año he ido tres veces. Hace dos semanas, iba por Palermo y la gente va sin casco en moto y por dirección contraria, atravesando las zonas peatonales. Eso en España no lo puedes hacer. Todo se cae a trozos en el sur de Italia y luego en el norte es alemán, lo que pensamos que es más más Centroeuropa. Hay ese contraste. Ellos no son capaces de tener un gran banco, una gran constructora, pero nosotros no somos capaces de hacer un Lamborghini, un Ferrari, ni hacer trajes como los de Armani que en paz descanse. Nosotros somos buenos para algunas cosas. Las cosas aburridas como los bancos y las empresas de ingeniería, y ellos son buenos para hacer las cosas por las cuales merece la pena vivir la vida.
P.- ¿Un escritor como tú, qué sabe de la soledad?
R.- Cada uno sabemos de la soledad a nuestra manera, pero escribir es una tarea solitaria. A mí no me gusta escribir. Me gusta pensar una historia, hablarla un poco con la gente. Yo cuando me siento a escribir rápidamente estoy pensando a qué hora voy a dejar de hacerlo y a dónde me voy a escapar después. Me genera una gran ansiedad, pero parece que no se me da del todo mal y me gusta el resultado. Escribir es la soledad y es una soledad muy grande.
P.- Pero leer también es solitario.
R.- Leer también es solitario, pero leer tú estás recibiendo y alumbrando el mundo que otro te trae y escribir tú tienes que crear un mundo y es un esfuerzo muy grande.
P.- ¿El sexo, la comida o viajar?
R.- Las tres. ¿Por qué tengo que elegir?

P.- La pasión por las sobremesas es bien conocida. ¿La sobremesa es un género español?
R.- Hay países que también tienen sobremesas. Mi mejor amigo es iraní y yo he estado con su familia, que ahora vive en Estados Unidos. En Irán hay una cultura de tirarse por el suelo. A mí me gusta eso, mucho más que las sobremesas, tirarse una alfombra y pasarte el día ahí. La sobremesa es un terreno de oralidad y de literatura. La gente se va abriendo con el tiempo. De hecho, la palabra simposium, que es el banquete de Platón, no se llama el banquete, sino la sobremesa. El simposium era la parte del banquete que venía después del banquete.
P.- Siguiendo el ejemplo de aquella sección que publicaste en el diario El País sobre personajes especiales y las recetas que le gustarían en una imaginada última noche. ¿Tú alguna vez te has hecho esa pregunta, de cómo sería tu última cena?
R.- Hice tantas entrevistas sobre la última cena que es como que he elaborado mucho el tema y ya no estoy seguro de cómo quiero que sea, porque escuchaba muchas posibilidades de última cena. Con los tuyos. Solo con tu mujer. Solo una fiesta donde invitas a todo el mundo. ¿Es la última cena porque te mueres o porque se acaba el mundo? Pero tiendo a pensar que mi última cena si sabría lo que lo que iba a comer, que son huevos fritos con patatas y morcilla.
«Hay toda una generación que viene ya después de Pedro Sánchez totalmente descreída con la política»
P.- Hablamos sobre cultura y sobre algo que me gustó mucho leerte hace no demasiado. Una tribuna en el diario El Mundo, que se llamó Los cortesanos del mundo de la cultura. Decía: «Cuando termine de hundirse este gobierno, habrá que reflexionar sobre la benevolencia con la que tantos cineastas, actores, escritores y demás, han tratado a un presidente que ha asestado tamaño golpe a la credibilidad de la democracia». Esto siempre suele sorprender, porque digamos que no es muy habitual que alguien en el mundo de la cultura escriba tribunas hablando de la docilidad.
R.- En España no se entiende que el mundo cultural, artístico no esté vinculado a la izquierda. Tampoco es que yo sea de derechas. Yo no creo que sea ni de derechas ni de izquierdas. No me gusta la ideología. Creo que que el pensamiento ideológico siempre tiende hacia el sectarismo y hacia apriorismos. Pero sí que veo como que en ese sentido, como que hay mucha presión. Hay como algo que es como socialmente deseable en determinados círculos. Dentro de eso, creo que hemos visto también unas columnas y unas cosas con un Gobierno que yo creo que vino para reparar la corrupción que había antes, y lo que hemos visto es que esa persona que que fue el portavoz en esa moción, era un corrupto. Ya venía corrupto, venía a sustituir una corrupción por otra. No es que se corrompiera, es que ya era corrupto. Entonces, eso genera una desazón, porque lo que dejas de creer directamente es en la política, en el sistema, en las instituciones. Y creo que eso ha generado muchísima desconfianza. Y esto que se llama la antipolítica es una manera terrible de verla. La política es muy necesaria y los políticos también, pero creo que hay toda una generación que viene ya después de Pedro Sánchez totalmente descreída.
P.- Llegas a escribir: «No es exagerado decir que nadie ha hecho más daño a la democracia que Sánchez».
R.- Yo creo que el daño está en el sentido de que tu promesa era, y lo que justificaba el hacer de pactos que hasta entonces eran una línea roja para el PSOE, se justificó porque hay una causa mayor y mucho más importante, que es acabar con toda esta corrupción que llegó con Gürtel, con Kitchen, con todo este tipo de cosas. Y entonces, hubo una parte del electorado que le concedió permiso para irse con Bildu, amnistías, indultos… Y sin embargo, lo que hemos visto es que venían con la corrupción traída de casa y con un sistema perverso. Entonces eso ha generado un daño terrible, un descreimiento en toda una generación. Imagínate la generación que votó por primera vez cuando la moción de censura de Rajoy, esos que tenían 18 años en esa época y que ahora ven esto, ¿a qué están votando ahora? O no votan, o se han vuelto antisistemas o han perdido la fe en la democracia. Y está muy medida y muy tasada la pérdida de fe en la democracia, en la política, en las instituciones de toda una generación entera de esa edad. Y creo que es muy responsable este señor.
P.- Persiste una imagen en la sociedad española que es: hagamos un manifiesto por Palestina, por ejemplo, que es una cosa que yo creo que puede compartir una gran parte de la población, pero después las críticas son muy leves y si se les pregunta por algo que pasa en España. Deshonestidad a la hora de criticar unas cosas y no criticar otras. Eso es lo que yo creo que una parte de la población en España sí le puede achacar al mundo de la cultura.
R.- Parece como que tienes que dar una posición integral sobre todo. Y en realidad somos muy ignorantes de la mayoría de las cosas que pasan en el mundo y de los grandes dramas. Ocurren en África, muchos de ellos, y no tenemos ninguna posición sobre eso porque no reflejan nuestro sistema político. No es una lucha de izquierdas contra derechas. No nos devuelven una una confirmación de nuestro sistema de valores. A la mayoría de la gente tú preguntas sobre el mayor genocidio ocurrido en nuestro tiempo, el de Ruanda, que fue casi un millón de muertos, tú preguntas a la gente quién mató a quién y te apuestas 500 euros a que nadie te va a decir. Pero nos da igual. No nos confirman que nosotros vamos del lado de los buenos.
R.- ¿Por qué no vamos los hombres a clubes de lectura? ¿Por qué no organizamos eso?
R.- No lo sé. Es una pregunta que me hago sin tener mucha respuesta para ello. Yo hago muchas presentaciones, hago talleres de escritura y voy a clubes de lectura que me que me invitan y y veo una una ausencia de hombres insólita. Me preocupa bastante.
P.- ¿Un lugar en el mundo?
R.- Lequeitio.
P.- ¿Tienes insulto más usado o palabrota más usada?
R.- Últimamente me gusta decir cretino. Me encanta.
P.- ¿Una película que siempre recomiendas?
R.- Me encantan Léolo, El ladrón de bicicletas y El sorpasso.
P.- ¿Y la última que hayas visto?
R.- Últimamente veo pocas pelis. La última que he visto fue El sorpasso en el 15 de agosto, porque todo pasa en Ferragosto, que es el 15 de agosto.
P.- Un político.
R.- Felipe González y toda esa generación, gente como Solana, como Almunia…
P.- ¿Cuál es tu idea de éxito?
R.- Hacer lo que te gusta, que te paguen por ello y que te quede mucho tiempo libre.
P.- ¿La cualidad que menos te gusta de ti?
R.- La pereza.

P.- ¿Cocinas o te cocinan?
R.- Cocinar y cocinar con otros.
P.- ¿Un deporte para verlo o para practicarlo?
R.- Últimamente, la natación. Y para ver, los toros, que no es un deporte. La única cosa que me gusta ver sentado en una grada es los toros.
P.- Morante de la Puebla, ¿qué te ha parecido?
R.- Le fui a ver en su triunfo en Madrid y vi como le sacaron a hombros. Es un personaje fascinante. Le gustan los puros. A mí también me gusta mucho fumar puros. Cualquiera que fume puros es como mi amigo en el mundo y me gustan sus camisas. Y luego tiene esta mística. Tiene sus cosas de su pedrada mental que las cuenta. Además que tiene el valor de hablarlo.
P.- ¿Para ti España qué es?
R.- Para mí España son los sitios que me gustan, que son Posadas en Córdoba, Lequeitio, un par de sitios en Madrid y, últimamente, Barcelona me encanta y me gusta mucho Galicia. Pero si hay que pensar, es un sitio donde se come a las 15.00 de la tarde. A veces, te puedes dormir una siesta, te puedes pasar cuatro horas en la sobremesa y hay unas iglesias muy bonitas por ahí. Y eso es España. Un estilo de vida, sobre todo.
P.- ¿Y qué opinión te merece esta casa que tú ya conoces?
R.- He sido muy libre para decir lo que me ha dado la gana. He publicado crónicas hasta de 10.000 palabras y siempre me han dejado hacer lo que he querido. Con mucho respeto.
P.- Nunca te ha caído un toque de atención.
R.- Nunca me ha caído un toque de atención y considero que muchas de las mejores cosas que he escrito para prensa las he escrito en THE OBJECTIVE. En particular, mis crónicas de viajes y comida, que son las que un día recopilaré y publicaré.
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