Charles Villeneuve: la emoción de dibujar la ciudad
THE OBJECTIVE se reúne con el arquitecto y pintor francés para conversar sobre su última muestra ‘Primavera’, expuesta en el Real Jardín Botánico de Madrid
THE OBJECTIVE se reúne con Charles Villeneuve, para conversar sobre su última muestra «Primavera». El reconocido dibujante de paisajes urbanos esta vez muestra su paleta más verde en las salas del Real Jardín Botánico de Madrid. La muestra va hasta el 17 de mayo. Villeneuve llegó a Madrid en 1999 desde Francia, donde se formó como ebanista y luego como arquitecto. El dibujo se convertiría en su género pictórico por excelencia, luego de haber trabajado en diversos ámbitos del diseño y la arquitectura.
PREGUNTA.-¿Qué le llevó a estudiar ebanistería?
RESPUESTA.- Mis padres, al ver que no era buen estudiante, me hicieron aprender un oficio –el de ebanista– y ello me llevó a querer estudiar y conocer más sobre el mundo del diseño. Después de la ebanistería, hice diseño de producto, interiorismo y estudié arquitectura. Creo que todo ese bagaje se refleja en mis obras. Desde siempre, me ha gustado hacer todos los planos de mis marcos. Siento que es un elemento central de mi obra, ya que puede potenciar o debilitar la pintura. Mi trabajo es muy pausado y debo respetar los tiempos, casi como en la naturaleza. Lo que más me gusta es la temática de la ciudad, la poética citadina.
P.- Actualmente se está revalorando mucho el dibujo. Hace unas décadas, había perdido adeptos…
R.- El arte pasa por muchas tendencias, y el dibujo recientemente se ha vuelto a valorar. Esto se puede ver claramente en las ferias de arte contemporáneo. Hace unos años, casi no encontrabas dibujos expuestos. Yo hace veinte años elegí este género, cuando se veía como desfasado o anticuado.
P.- Llegó a España para formar parte de Casa de Velázquez, la prestigiosa institución de artes creada en 1928 por Alfonso XIII. ¿Cómo fue la experiencia?
R.- En Francia tenemos dos instituciones importantes. Una es la Villa Médici en Roma, que es herencia de la Academia de Bellas Artes, existe desde el siglo XVII. Empezó con el Cardenal Mazarino. Los estudiantes de arte iban para adquirir conocimiento de lo que se había hecho en el pasado. Más tarde, se hizo la Casa Velázquez, también adjunta a la Academia. Se gestó para acoger artistas y estudiantes de humanidades. Cuando ingresé, te daban dos años para desarrollar un trabajo. Yo entré con el proyecto que venía haciendo para la construcción de un aeropuerto que iba a sustituir el de Barajas. Iba a ser en la zona de Campo Real en el sudeste de Madrid, finalmente no se hizo y se amplió el existente. En aquella época también tuve la suerte de presentarme a muchos concursos de pintura «al aire libre», que organizaban los ayuntamientos. En esos años pinté mucho la calle y dejé la arquitectura para dedicarme a la pintura.
P.- Utiliza una técnica que requiere mucha precisión, sin llegar a ser hiperrealista.
R.- Para pintar y hacerlo bien hay que trabajar mucho, el talento tiene mucho que ver con la dedicación. Mis obras tienen un toque bastante impresionista, no hiperrealista. Cuando se ven las obras in situ, esto se puede percibir fácilmente. Desde lejos la imagen puede parecer perfecta, aunque no lo sea, esto ocurre por una recomposición que hace el cerebro. Hay cuadros que no termino adrede, justamente para que quien los observe reprocese la imagen. Hay muchos matices, a veces te acercas a la pintura y ves manchones, la percepción es libre, mientras que al tomar distancia, se recompone de manera más específica.
P.- Las ciudades son su principal objeto de estudio y la acuarela su material recurrente…
R.- Estudié arquitectura cuando ya existían los ordenadores. Aun así, siempre me gustó hacer los planos y los dibujos a mano. Ahora pinto lo que me emociona y veo las ciudades como un espectáculo en sí mismo. Uno viaja para conocer la propia ciudad. Mis cuadros pueden estar cerca al pastiche de las cosas, son muy fotográficos, y esto puede hacer que estén al límite del arte, por ello debo siempre estar muy alerta. La ciudad, por su parte, como idea siempre me ha atraído. A veces busco el ángulo donde no aparezcan personas, otras, por lo contrario, me interesa mostrar el ruido o bullicio. Siento que la vida citadina, tiene algo muy poético.
P.- La publicación Portraits of Villes. MADRID (BE-POLES) es una especie de homenaje a Madrid. ¿Cómo eligió los lugares que retrató?
R.- La publicación es una colección que siempre da carta blanca para retratar una ciudad y casi siempre eligen fotógrafos para hacerlo. Los bocetos los tuve que hacer in situ y luego la editorial hizo una selección. En mi caso eran apuntes que he ido tomando a lo largo de diversos recorridos. Algunos los pude haber hecho tomando una cerveza. Otros, mientras esperaba que cambiara la luz de un semáforo. El compendio muestra mi visión más personal de Madrid. Me interesaba enseñar la arquitectura del siglo XIX que tiene la ciudad, la cual admiro mucho. Se puede ver la obra que hizo el arquitecto Antonio Palacios, quien construyó el Palacio de Cibeles, el Círculo de Bellas Artes o el Instituto Cervantes. Me parecía imprescindible que estos monumentos apareciesen. Creo que la Gran Vía es una avenida magistral, quizás la que más me gusta del mundo. El trazado fue hecho desde cero en 1910, y pasó a ser un escaparate arquitectónico con lo mejor de la época.
P.- ¿Y cómo hizo la selección de obras que compone la muestra Primavera? Se exhiben cuarenta obras en distintos formatos.
R.- Anteriormente había hecho apuntes sobre jardines como el del Botánico, o el jardín de la Alhambra. Cuando los pinto, es justamente para oponerme a mi paleta, que suele ser más triste y gris. Para mí, el ojo humano ve pocos colores. Uno de mis lugares favoritos de Madrid es el jardín del Museo Casa Sorolla. En 2018 participé en el proyecto Un día en casa de Sorolla, donde pinté «Fuente granadina del segundo jardín». Es un lugar muy especial. También me pareció fundamental incluir obras de naturaleza exuberante, que sublima los tonos de verdes. Pinto con un gris cálido y un gris frío y con estos dos matices, intento proponer un abanico para el ojo humano. La luz nunca toca un objeto de la misma manera. Acá he tratado de tener el abanico de verdes lo más amplio posible, para transcribir realmente lo que veo. La mayoría los he pintado en el lugar, creo que ninguno lo he hecho en estudio. Esto da una particularidad de frescura, sin filtro. Pinto a partir de un croquis. Después hago fotografía de detalles. Es un proceso parecido al que utilizaban los impresionistas. Parto de los apuntes que hago por la calle y luego reconstruyo los detalles que faltan. Esto también debe ser por mi oficio como arquitecto.
P.- Pese a la naturaleza que los compone, los jardines son una creación humana, una forma de domar lo natural para el disfrute del hombre…
R.- Sí, son la naturaleza en la ciudad, contenida, maleable y moldeada por el hombre. Son quizá la recreación del paraíso, del lugar idílico, de un antojo humano. Lo maravilloso es que están en continua evolución, se podría hacer un cuadro cada día de un jardín y siempre sería distinto.
P.- Probablemente los jardines europeos más antiguos pertenecieron a la antigua Grecia, los más icónicos pasaron a ser los franceses y los ingleses…
R.- El paradigma del jardín francés es Versalles. Cuando llega Felipe V de Francia, el primer Borbón para dirigir España, trajo consigo a sus jardineros, los hermanos René y Étienne Boutelou y adquirió El Real Sitio de la Granja de San Ildefonso en 1720. No soy un especialista en jardines, pero tengo varios textos importantes. Uno de ellos es un primer tratado de jardinería que data de 1694 de Jean-Baptiste de La Quintinie, gran conocedor de la materia y encargado del huerto de Luis XIV. Su jardinero fue André Le Nôtre, quien sentó varios de los postulados de la jardinería clásica que hasta se practica.
P.- En la Edad Media ya se encontraban huertos, totalmente catalogados y organizados por tipos de flores o especias. ¿Cuáles son las partes que más le gusta recorrer de los jardines botánicos?
R.- En el Jardín Botánico de Madrid, por ejemplo, encuentro preciosa la zona de los bonsáis y de las plantas tropicales. Los jardines son espacios que también te invitan a perderte. Es un privilegio tener un jardín en una ciudad.
P.- La muestra se titula Primavera, la cual es una estación de paso. Para muchos es una suerte de estado mental. Algunos la relacionan con la «astenia» y un estado depresivo, mientras que, para otros, los primeros rayos de sol alegran el espíritu…
R.- Es cierto. A mí me interesaba mucho venir a pintar en el jardín para ver la evolución de la luz que también nos penetra y observar el ritmo de las flores. Cuando hice el retrato del Pabellón de Villanueva, aún no había brotes. Ahora está todo en flor. Me encanta ver ese proceso, ese nacimiento.
P.- La exposición se divide en dos partes muy marcadas por los tonos de su paleta.
R.- En la primera parte muestro la paleta verde o primaveral, que separo del resto mediante una alegoría mitológica. El mito que lo representa narra la historia de Perséfone, hija de Deméter, diosa de la agricultura, y Zeus, dios de Olimpo. Perséfone fue raptada por el dios Hades, quien se había enamorado de ella. Cuando su madre la busca y no la encuentra, en represalia, detiene el creciente de los cultivos. Al Zeus preguntarle por qué lo había hecho, esta le responde que había perdido la confianza en la naturaleza y hasta que no le devolviera a su hija, no dejaría que siguiera su curso. Entonces Zeus intercedió para reencontrar a Perséfone con su madre, pero sólo por la mitad del tiempo. El tiempo restante volvería con Hades. Así cuando Perséfone volvía con su madre, disfrutaba la primavera y el verano, y cuando regresa con Hades, se sumía en el mundo frío y oscuro del invierno. Era una historia idónea para dividir la muestra entre mi paleta de grises y la opuesta, que muestra la llegada de la primavera.
P.- La exposición también incluye bocetos que realizó en colaboración con el diseñador de moda Marcos Luengo.
R.- Con Luengo imprimimos mis bocetos en sus trajes, para una colección que se presentó en el MBFWMadrid. Representé la primavera, con las flores moriscas, que nacen en primavera pese a que son salvajes. También dibujé flores que encontré en el Jardin Majorelle de Yves Saint Laurent en Marrakech.
P.- Recorriendo tantas ciudades con sus cuadernos, ¿qué luz siente que es la más propicia para dibujar?
R.- La luz madrileña es totalmente contraria a la de París, la cual es mucho más turbia. Acá es directa y fuerte y eso hace que los colores sean exacerbados y tensos. En París todo es gris porque la luz no es tan intensa. Aun así, siempre conservo la memoria de la luz del norte de Francia. La exegesis de mi trabajo es el análisis de una luz que realmente es poco densa, poco tenue y gris. En Madrid es como si hubiese tenido que reaprender a ver. Incluso la luz de Roma, que se podría creer que es parecida a la madrileña, es completamente distinta. Y en Londres hay aún menos luz que en París. En los países nórdicos, al dibujar intento acentuar y exagerar la luz, para obtener una verdad a nivel pictórica. Son matices muy importantes para mis obras.