Seis locales históricos del tapeo en el centro de Madrid
Para quien elija la capital en el puente de diciembre, varios bares con larga historia entre sus paredes
Práctica arraigada en varias ciudades de país, en Madrid tapear es seña de identidad y casi religión cuando de tiempo libre se trata. Basta con ver la cantidad de locales especializados en pinchos y tapas en cualquiera de los barrios de la capital, y el atractivo que tienen para los muchos visitantes que pasan por el centro de la capital.
Propios y extraños se concentran en esos lugares emblemáticos de la ciudad, ‘título’ ganado por la historia que encierran, algunos incluso entre los establecimientos centenarios madrileños, y también por su estupenda ubicación en las calles más céntricas de la capital.
Por todo, ajetreados locales, pero recomendables y de visita obligada para quien opte por Madrid en el largo puente que tendrá lugar la próxima semana. Un buen momento para comprobar in situ de qué estamos hablando pues serán muchos los que se agolpen en sus barras a la hora del aperitivo y posterior almuerzo. He aquí seis de esos clásicos de siempre, la mayoría históricos y por eso testigos de excepción de la historia de esta villa.
Ah, y con poca distancia entre unos y otros con lo que resulta fácil pasar por todos y saborearlos en una improvisada ruta de tapas, pues además presumen de especialidades. En definitiva, direcciones para agendar a las que siempre da gusto volver.
Seis bares para tapear en Madrid
La Ardosa (C/ Colón, 13)
Fundada en 1892 por el toledano Rafael Fernández Bagena, elaboraba vinos en la comarca vitícola conocida como La Ardosa (Toledo) y fue cuando decidió comercializarlos en Madrid que creó la popular cadena de Bodegas La Ardosa que en un tiempo llegó a tener más de treinta direcciones. A día de hoy es la conservada en esta Calle Colón (entre Fuencarral y la Plaza de San Ildefonso) la más antigua, plagada de recuerdos de otras épocas que conforman su decoración.
En los setenta pasó a manos de la familia Monge, actuales propietarios y responsables de convertir esta casa en un referente de las cañas de cerveza y una casera tortilla de patatas, con cebolla, para acompañar, entre las mejores de Madrid en opinión de los aficionados. Con el tiempo, también el vermú es de lo que más sale en La Ardosa.
Casa Labra (C/ de Tetuán, 12)
Con más de siglo y medio de historia, pues abría sus puertas en 1860, Casa Labra será siempre recordada por ser el lugar donde se fundó en la clandestinidad el Partido Socialista (PSOE) en mayo del año 79 por iniciativa de un grupo de trabajadores e intelectuales, con el tipógrafo Pablo Iglesias Posse a la cabeza, como recuerda la placa que conserva en la fachada.
Nada ha cambiado desde sus orígenes, una casi ‘decadencia’ que contribuye a su encanto, con su antigua barra de madera como escenario principal, donde la actividad no para nunca. El bacalao rebozado y frito (¡los soldaditos de Pavía de toda la vida!) es la especialidad de la casa que continúa provocando largas colas en muchos momentos del día. Entre sus variantes para tapear, también croquetas del mismo pez. Luego, tienen zona de restaurante con carta propia bien castiza.
La Dolores (Plaza de Jesús, 4)
Otra de las tabernas tradicionales de Madrid, ésta vecina del Barrio de las Letras, abierta frente a la iglesia del Cristo de Medinaceli, en 1908 como casa de comidas. Inconfundible por su reluciente fachada de azulejos, con una estética interior en la que predominan la madera y los carteles antiguos, y famosa –por eso también concurrida– por la calidad de sus cañas de cerveza y la rica variedad de pinchos y montaditos que proponen.
Eso sí, es un auténtico reto hacerse un hueco en La Dolores los fines de semana, razón por la que en la puerta se concentra la mayor parte de la clientela una vez ha logrado pedir en la barra. Los parroquianos habituales son de gildas, boquerones en vinagre, bonito en escabeche… Pista para quien acuda por primera vez.
Bodegas Rosell (C/ General Lacy, 14)
Bodegas Rosell cumple con el perfil de los anteriores, pero además es una dirección que no debe perderse la persona aficionada al vino porque aquí el repertorio (y el trato: temperatura, servicio, cristalería…) es impresionante, un festival donde encontrar lo esperado y lo sorprendente. Es más, en su más rabiosa actualidad está el haber sido premiado, hace unas semanas, como el mejor bar tradicional de Madrid por la Academia Madrileña de Gastronomía.
Sus orígenes datan de 1920 cuando la familia transformó un antiguo despacho de vinos a granel en la taberna que es hoy pero que conserva la fachada de aquellos inicios, un auténtico mosaico de azulejos de Talavera que publicita el vino de Valdepeñas. Por todo, una taberna imprescindible y por lo que también requiere de cierto espabile para ir a la hora indicada en la que todavía se puede encontrar hueco, vamos, ¡que no se les eche el tiempo del aperitivo encima!
Su cocina, tradición casera con raciones bien reconocibles: croquetas, bacalao en distintas elaboraciones, patatas de la abuela (con huevo y jamón), revueltos, variedad de quesos…
Taberneros (C/ de Santiago, 9)
Taberneros es uno de esos locales con encanto en el Madrid de los Austrias, a poca distancia del Teatro Real y un lugar donde conviven lo castizo con una exótica influencia internacional y es que hay un japonés al mando de sus fogones. Es por eso que no faltan platos tradicionales (ensaladilla, buñuelos, sardinas, embutidos, croquetas…) al tiempo que propuestas de aquellos lares.
Ah, y otra dirección que tiene en el vino uno de sus fuertes, con destacada presencia jerezana y tres profesionales sumilleres a los mandos. En su caso acumula más de dos décadas a sus espaldas, en un recoleto local, muy acogedor, con paredes de ladrillo visto y todo lo demás en madera. De los más jóvenes de esta terna, se ha logrado hacer un hueco por méritos propios.
Casa Alberto (C/ Huertas, 18)
De vuelta a la bulliciosa calle Huertas, Casa Alberto es una de las casas centenarias que se ha hecho fuerte en la zona y cualquier mediodía o fin de semana da buena cuenta de ello. Fundada en 1827, conserva todo el recetario clásico madrileño por el que es reconocida y del que los callos se cuentan entre los destacados (y mejores de la ciudad para muchos) junto a la manita de cerdo rellena de rabo estofado o las albóndigas de ternera.
Tampoco su fachada ha protagonizado cambios significativos desde su apertura, a punto de cumplir los doscientos años y siglo del que data el edificio en el que se sitúa, construido sobre otro anterior, de mediados del XVI, donde vivió el gran Miguel de Cervantes.
Las direcciones referidas responden exclusivamente a un criterio profesional y de calidad.