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Saber Sumar

«Cuando una formación política busca escolta cultural, señala ya muy claramente qué entiende por cultura y qué votantes busca activar»

Isabelle Huppert en una escena del filme político "Promesas en París". | Filmax

Tuvo mucho ojo hace dos semanas Yolanda Díaz al elegir acompañamiento cultural en la presentación de su nuevo proyecto político. Se leía en El Diario: «James Rhodes, Elvira Sastre, Elisabeth Duval, Monedero, Llamazares y diputados de Podemos arropan a Yolanda Díaz en el primer acto de Sumar». Más abajo, sólo encontrábamos una figura intelectual añadida, la de la escritora Belén Gopegui. Parece que en el titular no les cabía.

Esto es un poco todo lo que puede decirse por ahora de Sumar, y es mucho. Que James Rhodes, Elvira Sastre y Elisabeth Duval lo apoyan, y que Belén Gopegui no tiene sitio para ellos en primera línea de la cultura.

En principio, no veo muy aconsejable que un escritor, un cantante o un actor asocien su nombre a unas siglas políticas concretas. Por un lado, históricamente podemos concluir que ninguno de estos apoyos ha servido nunca para nada, por lo que, al cabo, puede pensarse que el trueque o entente obedece siempre a intereses diminutos y en algún punto miserables. Por otro, estas significaciones específicas abanderan una obra de tal forma que prácticamente vienes a reconocer que no eres un artista, alguien que escribe o canta para todo el mundo en todas partes, sino un muñeco de ventrílocuo que aporta discurso y arsenal poético a una tribu más bien reducida y, por lo que se ve, necesitada de folclore.

Lo explicaba muy bien Imanol Arias (ahora mismo no precisamente en mi corazón después de sus líos con Hacienda) cuando le preguntaron por qué dio su apoyo a Zapatero, y luego ya no apoyó a nadie más. Él trabaja con su cara, decía, interpretando personajes, y si su cara se vincula al PSOE o a otro partido, el espectador ya no verá una actuación, un rol, sino a ese tipo que apoyó a Zapatero, solo que disfrazado torpemente de fontanero, ejecutivo o superhéroe.

También es simpático pensar que si tu panadero, al que llevas 15 años comprando dos barras de pan, no te ha dicho a quién vota, y tú no se lo has preguntado, a pesar de verle todos los días y de tejer con él algunas conversaciones, no sé por qué tenemos que saber qué vota la Pantoja, Fernando Aramburu o Álex de la Iglesia. Que seas artista, al contrario de lo que se piensa, no conlleva necesariamente la impudicia electoral, puedes seguir disfrutando del artículo 16 de la Constitución Española como cualquier otro ciudadano.

En fin, James Rhodes, Elvira Sastre y Elisabeth Duval. La verdad es que no se le puede negar solidez a la secuencia. Todos han triunfado en algo que no saben hacer, y salen en Playz. No veo Playz (de hecho, no sé qué es), pero doy por sentado que todos han aparecido en lo que sea que es.

Cuando una formación política busca escolta cultural, señala ya muy claramente qué entiende por cultura y qué votantes busca activar. Sumar entiende por cultura la capacidad de alcanzar el éxito desde la indigencia intelectual, pues son el éxito, la fama, la influencia y la capacidad de cálculo lo único que puede reconocerse en Rhodes, Sastre y Duval. Rodhes ha aparecido en Master Chef; Sastre, en un anuncio del banco Sabadell y Duval, en First Dates. Alta cultura, vamos.

«No sabe uno si Sumar quiere transmitirnos que es un partido influencer, una suerte de satisfyer ideológico»

Que alguien que participa en uno de esos repugnantes concursos de humillación en la competitividad o que sale en el spot de una entidad bancaria o que se presta a la subasta de su sentimentalidad en un espacio de emparejamientos televisivos se convierta en apoyo visible de un partido pretendidamente a la izquierda del PSOE, y con los trabajadores, los parados, los inmigrantes y los más desfavorecidos en general como destinatarios ideales de sus políticas de mejora de la realidad, tiene, de verdad, cojones.

Así, no sabe uno si Sumar quiere transmitirnos que es un partido influencer, una suerte de satisfyer ideológico, dado que las caras culturales que elige como su pilar intelectual no son, al cabo, más que satisfyers televisivos y piezas intercambiables de mercadeo subcultural. Del mismo modo, dadas las trayectorias, no sabe tampoco uno si este arrimarse a Sumar es a su vez un movimiento calculado más en los planes maestros de éxito a cualquier precio de los susodichos. Obviamente, Rhodes, Sastre y Duval no se han sumado a Sumar para que alguien fuera de ellos mismos reciba beneficio alguno.

Belén Gopegui, por su parte, no cabía en el titular y es considerada, al menos por el periodista de El Diario, menos relevante que Elisabeth Duval. O sea, una escritora que ha publicado durante 30 años novela social es menos relevante para un partido de izquierdas que una chica que todavía hace deberes y lleva tres años saliendo en televisión.

«Lo que Sumar viene a decirnos es que la cultura que le importa es la que está de moda, sabe moverse, atrae muchos likes y followers »

Belén Gopegui, Nacho Vegas y, no sé, Bob Pop me hubieran ahorrado este artículo.

Porque lo que Sumar viene a decirnos es que la cultura que le importa es la que está de moda, sabe moverse, atrae muchos likes y followers y pasa naturalmente y sin escrúpulos de cobrar de un banco a abrazar a una familia desahuciada para salir en una foto. Y viene a decirnos también que el voto que buscan es, justamente, el de quien no se ha enterado aún de que James Rhodes no es pianista, Sastre no es poeta y Duval no es filósofa. No exactamente. Son personas que dominan el arte de hacerse pasar por pianistas, poetas o filósofos en un contexto de «extrema autocomercialización de las identidades como fuerza de trabajo neoliberal y ventaja laboral», por decirlo con la impiedad analítica de Eva Illouz.

Pues ya estaría, Sumar.

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15 comentarios
  1. Grossman

    Al final del artículo me ha robado el comentario, efectivamente, no creo que sean intelectuales, es todo impostura.

    Me recuerda a Jose Sacristán al que vi en un documental, co cara de asqueado contando su vida y afirmando que algunos pensaban sobre el que era un rojo de mierda.

    El caso es que forma parte del cine del franquismo más costumbrista y que nunca se le conoció persecución política ninguna, ni por rojo de mierda o de no mierda.

    Y creo que todo es tan simple como lo que afirmó un actor en los Goyas, entre insultos al PP, solo pedimos no pagar impuesto y que nos den subvenciones. Asombrado de su propia afirmación añadió: nosotros pedimos esto, cada uno que pida lo suyo.

    Claro, el problema es que todos queremos lo mismo no pagar y que nos den. Nos den dinero no por donde nos dan estos rojos impostados.

  2. escapista

    Me ha encantado la frase:… son personas que dominan el arte de hacerse pasar por pianistas, poetas o filósofos .
    Pero hay que recocer que ese tipo de personas tiene mucho mérito porque llegan a un determinado público que les adora y va a sus conciertos, compran todos sus libros etc… que al fin y al cabo era su objetivo….

  3. Psilvia

    Efectivamente, Alberto, que un personaje público (actor, cantante, artista) preste su imagen a unas siglas políticas es innecesario e incluso pernicioso para la reputación del que se presta a ello. E incluso en los casos que tienen ganada su fama y prestigio por mérito propio, asociar su nombre a un partido político resta más que suma.
    Y no solo eso, aunque el partido o el político desaparezca de la escena y el apoyo sea temporal, el estigma permanece y perdura. Nadie olvida quien eran «los de la ceja» o a quién apoyaba Norma Duval o Julio Iglesias. Puede que el político de turno se beneficie y sume votos con esas caras pero cuando el político pasa a mejor vida, ellos también acusan el desfase y lo que suman son prejuicios por parte del público y no seguidores. Hubo unos años que a Pe y a Bardem les tenía puesta la cruz y no podía ver ni sus pelis.
    Respecto a los fichajes de «la promesa de la izquierda», Yolanda Díaz, que no tienen nada que perder, puede darse la situación inversa y sumar las adeptas, adeptos y adeptes que tiene Yolanda. Concluyendo, lo que puede sumar el partido, en general, son muchas decepciones del género tonto.

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