El Gobierno constata que «el ‘procés’ ha muerto» y ve «ridículo» el plantón de Aragonès
Fuentes de Moncloa se felicitan por el éxito de la cumbre hispanofrancesa y el «fiasco» de la manifestación independentista que insultó a Junqueras.
El Gobierno ve con satisfacción cómo los hechos dan la razón a sus palabras. El contraste de las dos convocatorias que tuvieron lugar este jueves en Barcelona, la cumbre hispanofrancesa y la manifestación independentista, es para el Ejecutivo de Pedro Sánchez el mejor botón de muestra de la realidad social que se vive en Cataluña. «El procés no ha terminado», era el lema de la pancarta de la convocatoria suscrita por apenas 6.500 personas, entre quienes se encontraba -a medias-, su presidente, Pere Aragonès, quien utilizó ese mismo mantra durante su escueto saludo con el presidente Pedro Sánchez en la ladera de Montjuic.
Según fuentes de la Generalitat de Cataluña, en el momento del saludo el president Aragonès aseguró: «El procés no ha acabado». Las mismas fuentes apuntan que «han hablado de la situación política actual y le ha recordado los temas que le va a hacer llegar por carta y que se deben abordar». Desde Moncloa, las fuentes consultadas por THE OBJECTIVE se limitan a decir que «esa es la versión del president», pero evitan confirmar que se verbalizara esta expresión durante los breves momentos en que compartieron unas palabras antes de saludar al presidente del Elíseo, Emmanuel Macron. Sin embargo, tras lo sucedido en las calles de Barcelona, o «lo que no ha sucedido», fuentes del Gobierno elevan el tenor de las afirmaciones que el propio presidente Sánchez y su ministro de Presidencia, Félix Bolaños, sostienen desde hace semanas.
«El procés ha muerto y el independentismo está roto», sostienen desde el Ejecutivo con complacencia, recordando los millones de personas que se manifestaban en las calles hace unos años frente a los pocos miles que lo hicieron este jueves. Una cifra de adeptos que decrece mes a mes, ya que el pasado aniversario del 1 de octubre fueron casi el doble los manifestantes que se dieron cita en las calles de Barcelona: 11.000, según la Guardia Urbana. Una merma de apoyos callejeros que arma de razones al Ejecutivo en su defensa de la política de pacificación y desinflamación en Cataluña, lograda gracias a la estrategia de dividir al independentismo.
«Junqueras, ¡botifler!»
Para el Gobierno, así lo prueban los insultos y abucheos contra el presidente de ERC, Oriol Junqueras, acompañado por la plana mayor del partido. Junqueras recibió gritos de «botifler», traidor en catalán, y tuvo que abandonar la marcha antes de lo previsto. Son unos hechos que tienen lugar después de que el socio republicano del Gobierno pactase con Sánchez la derogación de las medidas de sedición y la reforma de la malversación que, según el recurso de la Fiscalía del Tribunal Supremo al auto del juez Llarena, no supondrán ni una rebaja en las condenas a los condenados por el 1-O -entre quienes se encuentra el propio Junqueras-, ni un potencial beneficio para Carles Puigdemont en caso de ser juzgado.
Precisamente por ello, al Ejecutivo no le sorprenden las acusaciones de traición contra Junqueras porque «el criterio está ya fijado y no habrá beneficios a los independentistas. Siempre lo hemos defendido y así va a ser», sostienen en Moncloa con una convicción inversa a la que manifiestan en torno a las posibles rebajas por delitos relacionados con la malversación a los políticos corrupción. «Lo que hemos visto hoy en Cataluña es un éxito: tanto la cumbre con Macron como la muerte del procés. Los catalanes lo saben y lo que tendría que hacer ERC es pasar página y asumir que la realidad se ha impuesto».
Sánchez agradece el «ridículo» de Aragonès
El Gobierno obvia el hecho de que la desaparición de las algaradas callejeras responde a la cascada de cesiones de su Gobierno al independentismo: la concesión de los indultos, la destitución de la directora del CNI, la reforma del Código Penal, la desaparición del delito de sedición, la reforma de la malversación… Se limitan a defender la «generosidad del Estado contra quienes cumplieron gran parte de su condena» en el marco de la legalidad. Como defendió el propio Sánchez este jueves en Barcelona: «La Constitución hoy se cumple en todos y cada uno de los territorios del país». Asimismo, «reconoce el derecho a la manifestación pacífica y en defensa de unos ideales, como ocurrió hoy en Barcelona, incluso en su contra».
Sánchez también agradeció al presidente Pere Aragonès su presencia, aunque lamentó que circunscrita solo al saludo institucional y seguida de su huida precipitada, justo antes de la interpretación de los himnos nacionales. «Me hubiera gustado que se hubiera quedado toda la ceremonia», señaló. No obstante, se mostró agradecido su presencia, «a diferencia de otros presidentes autonómicos» en otras cumbres, en referencia al gallego, Alfonso Rueda, en la hispano-alemana celebrada en A Coruña.
Sin embargo, en privado el Ejecutivo es menos benévolo y más realista respecto al papel de su socio: «Aragonès ha hecho el ridículo. Ha querido cumplir con los dos ámbitos», tanto arrogándose el papel de anfitrión como en el rol de líder independentista, «y no ha estado en ninguno de los dos». Pese a ello, considera que su interlocutor «no es el peor parado», sino Junqueras, el presidente de su partido y aspirante a candidato en caso de que se hubiera levantado su condena de inhabilitación. En consecuencia, «Aragonès es el beneficiado colateral de un independentismo dividido que tendría que tomar una decisión: tirar la toalla y asumir que deben dejar la agenda sobre la independencia para la siguiente generación».