Una de las líderes mundiales del colectivo 'trans' admite que hay un efecto imitación en los niños
‘The New York Times’ publica una entrevista a Marci Bowers en la que admite la «influencia» de sus compañeros en el auge de infantes con disforia de género
Una confesión de parte. Así podría definirse lo que The New York Times ha publicado recientemente: una entrevista hasta ahora inédita en la que Marci Bowers, ginecóloga experta en cirugía genital para personas trans y presidenta de la Asociación Profesional Mundial para la Salud Transgénero (WPATH, por sus siglas en inglés) admite que «aunque hay personas en mi comunidad que negarán que haya algún tipo de contagio social», es indudable «la influencia de mis compañeros en algunas de estas decisiones», en referencia al creciente número de niños con disforia de género: «Eso es simplemente no reconocer el comportamiento humano».
La pieza ha generado una gran conmoción en el movimiento feminista y en los psicólogos, que llevan tiempo advirtiendo de que existe un «contagio social» que explicaría que las personas trans se hayan multiplicado en los últimos años. Una teoría que hasta ahora había sido tildada de «tránsfoba» por los transactivistas, pero que por primera vez habría sido defendida por una de sus líderes a nivel mundial.
Esa entrevista se realizó en 2022, pero jamás vio la luz porque la entrevistadora, Michelle Goldberg, se autocensuró. Así lo confiesa la columnista norteamericana en su último artículo: «El año pasado entrevisté a Marci Bowers para un artículo que nunca terminé de escribir sobre la transición de género de los jóvenes. (…) Terminé abandonando la historia porque otros escritores se me adelantaron, lo que me dejó, sinceramente, aliviada. No es que me preocupara que me cancelaran; que la gente te grite en Internet no es divertido, pero va con el sueldo. Más bien, me preocupaba que examinar el aumento en los niños que se identifican como trans pudiera parecer una pregunta equivocada en un momento en que las personas trans están bajo asedio».
Pero ahora Goldberg ha rectificado, motivada por su afán de «entender qué hay detrás del enorme aumento de adolescentes, muchos con trastornos de salud mental, que se identifican como trans». Y por eso ha publicado la respuesta de Bowers, cirujana y ginecóloga que ha realizado miles de vaginoplastias para personas trans, que dice, en su literalidad, lo siguiente: «Hay personas en mi comunidad que negarán que haya algún tipo de contagio social; no debería decir contagio social, pero al menos la influencia de los compañeros en algunas de estas decisiones. Creo que eso es simplemente no reconocer el comportamiento humano».
Desde la Alianza Contra el Borrado de las Mujeres consideran que estas declaraciones «reconocen que el contagio social es relevante en el número creciente de chicas que se autodeclaran trans», pero que son aún más relevantes «si tenemos en cuenta que la Asociación Mundial de Profesionales para la Salud Transgénero (WPATH) que ella preside impulsa la atención afirmativa. Es decir, la terapia que no cuestiona la palabra de un menor si dice que es trans y que le conduce a la intervención médica. En su reciente actualización de esas pautas, la asociación ha defendido que se elimine cualquier límite mínimo de edad para practicar cirugías genitales a menores».
El contagio social
Lola Venegas, portavoz de la alianza de centenares de colectivos feministas, recuerda que «el movimiento transactivista y los defensores de las leyes de autodeterminación del sexo legal siempre han negado la idea del contagio social y el concepto de Disforia de Género de Inicio Rápido, caracterizado por su aparición repentina, sin señales previas, en la adolescencia, y principalmente –en casi ocho de cada 10 casos- en niñas».
Acaso porque, incide Venegas, «al transactivismo no le interesa que se hable de contagio social, que se propaga a través de las redes y de grupos de amigos, porque desmonta la falacia de que el género sentido es algo innato. Por la misma razón, el transactivismo niega y minimiza las detransiciones (los casos de jóvenes que se arrepienten y quieren revertir los cambios físicos provocados por las hormonas y las cirugías)».
José Errasti, autor de Nadie nace en un cuerpo equivocado, compara a quienes niegan este contagio social con los terraplanistas, ya que «todos los fenómenos psicológicos tienen una naturaleza social, y no son fruto de una expresión de un proceso interno que hubiera ocurrido del mismo modo en una isla desierta». «Todos los problemas psicológicos se contagian: el consumo de drogas, el alcoholismo, la depresión, el suicidio, la anorexia, la bulimia… ¿Cómo no va a haber también influencia social en la disforia de género? No podría no haberla. Es algo evidente», explica.
En este sentido, el profesor de Psicología en la Universidad de Oviedo descarta la tesis que sostiene que este fenómeno ha existido siempre, pero que ahora está saliendo a la luz gracias a una mayor concienciación y apertura de la sociedad. «Esto supondría que ya en siglo XVIII había un porcentaje alto de personas trans que tenían que vivirlo de forma oculta, pero terminarían suicidándose, y resulta que las tasas son ahora las peores de la historia de Occidente. Los problemas mentales no se están resolviendo porque se multipliquen por 70 las personas trans, sino todo lo contrario», explica.
Esa tesis tampoco explicaría por qué los nuevos perfiles de edad y sexo en las personas trans son tan específicos. Tal y como contó THE OBJECTIVE, el perfil mayoritario correspondía hace una década a varones mayores de 30 años que querían ser mujeres, pero ahora la mayoría son mujeres menores de 25 años que optan por lo masculino. Esto solo podría explicarse desde la teoría del contagio social, según sus adeptos, que cada vez son más. La última en sumarse, Marci Bowers.