Un informe alerta del futuro tras la 'ley trans': «La voluntad será la única medida de lo posible»
La Fundación Disenso, ‘think tank’ de Vox, considera que la transexualidad derivará en el transhumanismo: «Cada vez más funciones del cuerpo serán transformadas»
La aprobación de la ley trans en España es sólo el principio. La transexualidad, que hasta ahora se limita al cambio entre hombre y mujer (y viceversa) se convertirá en un posthumanismo en el que «la voluntad será la única medida de lo posible». Esa es la tesis que sostiene la Fundación Disenso, el think tank de Vox, en su último informe, Transexualidad y ley trans en España, escrito por la profesora Teresa Pueyo-Toquero y adelantado en primicia a THE OBJECTIVE.
El informe escrito por esta doctora en Humanidades y profesora de Antropología en la Universidad Abat Oliba CEU de Barcelona consta de 40 páginas y está dividido en diez capítulos. En el último, la fundación dirigida por Jorge Martín Frías advierte de la venida del «posthumanismo y la construcción del cuerpo» como consecuencia de la teoría queer, que preconiza la «autodeterminación de género» a través de la voluntad.
«La transexualidad (…) se convertirá en un posthumanismo en el que la voluntad será la única medida de lo posible», vaticinan desde Disenso, desde donde se remiten a un extracto de Nadie nace en un cuerpo equivocado, el famoso libro de los psicólogos José Errasti y Marino Pérez: «Dislocado de la reproducción, el sexo queda desquiciado (…). El movimiento queer se caracteriza por la liberación de toda atadura, incluida en un lugar destacado la atadura de la lógica, y una exploración movida por un deseo flotante de cuantas posibilidades combinatorias permita la aritmética sexual».
Pero lo novedoso del informe, en lo referente a su tesis, es que señala cómo «en contra de lo que sostienen muchas feministas radicales, la teoría queer es un paso de la teoría feminista, cuyos presupuestos lleva un poco más lejos». «El feminismo radical propuso la deconstrucción del cuerpo de la mujer mediante la anticoncepción y el aborto, y la teoría queer lleva esa deconstrucción a un nivel más radical, proponiendo la transformación de los órganos sexuales en sí mismos y no solo de sus funciones», arguye Pueyo-Toquero, autora «provida» y antifeminista.
La teoría queer, entendida aquí como derivada última del feminismo, habría encontrado en el capitalismo a su mejor aliado. «A diferencia de los sistemas tradicionales, la construcción de la identidad posmoderno depende del consumo», recuerda el ensayo, que abunda: «En la posmodernidad, el yo es algo que se elabora, algo en lo que se invierte. Asumido esto, lo trans permite muchas más posibilidades de consumo que lo cisgénero. Una persona trans es un paciente crónico que va a requerir un tratamiento farmacológica durante toda la vida».
Establecido esto, el informe de la fundación que nutre de ideas a Vox concluye que esta tendencia seguirá desarrollándose «hacia una realidad en la que cada vez más funciones del cuerpo serán transformadas», el transhumanismo o posthumanismo, que promueve «una transformación completa de uno mismo por medios artificiales». En este sentido, la ley trans, «al amparar la profunda subjetividad de la teoría queer, abre la puerta al amparo de mayores irracionalidades en el futuro».
La intersexualidad «no existe»
La ley trans, en su artículo 3.f, reconoce la existencia de personas intersexuales (personas que, según Errasti y Pérez, pertenecen a «un supuesto continuo o espectro situado entre los varones y las mujeres») cuyos derechos se han de proteger. En este sentido, el informe hace una enmienda a la totalidad: los intersexuales no existen. Y es que, parafraseando a la filósofa Alicia Miyares, «cuestionar que la especie humana sea binaria es algo así como cuestionar que la especie humana sea bípeda».
El sexo es, en definitiva, un fenómeno binario. Y la Fundación Disenso se remite en su último informe a estudios de la sexóloga norteamericana Anne Fausto-Sterling, que estableció en Cuerpos sexuados cómo sólo un 1,7% de las personas son intersexuales, y esta cifra «es el resultado de sumar una serie de condiciones o anomalías cromosómicas», tales como el síndrome de Turner o el de Klinefelter.
«La sexualidad humana es una dicotomía, no un continuo. Más del 99,98% de los humanos son masculinos o femeninos. Si el término intersexo debe retener algún significado clínico, el uso de este término debe restringirse a aquellas condiciones en las que el sexo cromosómico es inconsistente con el sexo fenotípico, o en las que el fenotipo no es clasificable como masculino o femenino. El nacimiento de un niño intersexual, lejos de ser un fenómeno bastante común, es en realidad un evento raro, que ocurre en menos de 2 de cada 10,000 nacimientos», zanja el informe al respecto.
La «despatologización de lo trans»
Esto conecta con la despatologización de lo trans, que es lo que busca la norma impulsada por Irene Montero, tal y como se explicita en el preámbulo de la norma. «Este giro es la consecuencia de la irrelevancia del sexo y de la exaltación de la percepción subjetiva de género», considera la autora que colabora con Disenso. Esta recuerda cómo antes de la ley, «el médico psiquiatra realizaba una evaluación del trastorno de identidad de género y, de confirmarlo, podía proponer el cambio de sexo hormonal y quirúrgico para acabar con el malestar». Es lo que se llama diagnóstico diferencial y ahora está penado en España con multas de hasta 150.000 euros.
«La ley elimina este diagnóstico diferencial, que pretende discernir las causas del malestar por considerarlo patologizante y deja la toma de decisión sobre la transición completa y únicamente en manos de cada persona», abunda Teresa Pueyo-Toquero, que considera que «el mero hecho de los pacientes puedan haberse obsesionado con el género como fuente de sus problemas no significa que tengan razón o que la transición vaya a aliviar su angustia».
Al contrario, los bloqueadores de la pubertad (o agonistas de la GnRH) «pueden ser perjudiciales para la salud mental y aumentar el riesgo de suicidio», según un estudio de Lesbias United que fue traducido a nuestro idioma por la Alianza Contra el Borrado de las Mujeres. Por eso el informe termina poniendo el foco en los menores.
Los menores en la ‘ley trans’
La cuestión de la transexualidad es más grave en los menores de edad por su falta de madurez, su incapacidad para tomar decisiones y por la indefinición de su identidad. Por este motivo, los sistemas legales establecen una edad mínima para tener capacidad de obrar legalmente en algunas cuestiones: votar, firmar contratos, casarse, trabajar, etc. No así para, con arreglo a la ley trans, cambiarse de sexo.
«Es una realidad que la ley trans se ha aprobado en un contexto en el que las demandas de cambio de sexo por parte de menores están aumentando considerablemente», admiten desde la Fundación Disenso. En este sentido, THE OBJECTIVE adelantó cómo de las 20.755 personas trans atendidas por las unidades especializadas entre 2017 y 2021, un perfil destacaba sobre el resto: mujeres en edad de 14 a 25 años.
«La ley se justificaría porque viene a regular una realidad que se está dando. Sin embargo, es importante subrayar que el hecho de que se estén demandando cambios de sexo no prueba que sea un derecho fundamental arraigado en la verdad del ser humano ni prueba tampoco que sea la solución al malestar que sienten los adolescentes», zanja Teresa Pueyo-Toquero en este informe de la Fundación Disenso que apunta a cuestiones polémicas, tales como la imbricación entre transgenerismo y capitalismo o el transhumanismo como consecuencia última de la «moda trans».